La generación silenciosa conoce a la generación Z

Política Exterior
 |  3 de julio de 2015

Hemos recibido durante dos semanas la visita de Guillermo, adolescente español estudiante en el Colegio Europeo de Múnich, de prácticas en nuestra oficina. Aprovechamos la oportunidad para hacer un ejercicio: poner a conversar al director de Política Exterior, Darío Valcárcel (1940), con Guillermo (1999). Dos generaciones separadas por más de medio siglo con muchísimas cosas que los diferencian, pero no pocas que comparten. El resultado: un viaje en el tiempo que merece la pena.

 

¿Qué recordáis de vuestros primeros 15 años de vida?

Darío Valcárcel: Nací en Madrid en 1940. Fui a los Jesuitas. Mi madre me educó mucho, mi padre nada. Recuerdo que fui al rastro a comprar un paquete de azúcar con mis dos hermanas, poco mayores que yo. La persona a la que acompañábamos empezó a llorar porque la capa superior del paquete que le habían vendido, un dedo, era azúcar, el resto sal. La pobre chica se quería suicidar, porque al llegar a casa la iban a matar. Era un Madrid con el agua al cuello.

Guillermo: Nací en Madrid en 1999. He ido al colegio en tres ciudades: Madrid, Berlín y Múnich. Terminaré el instituto aquí, en Madrid. Los tres colegios son parecidos, las élites de Europa no son diferentes. Las diferencias se notan fuera del colegio. Entre Berlín, una ciudad pobre comparada con Madrid y, sobre todo, con Múnich.

Primer acontecimiento histórico del que tenéis memoria.

Darío: Tuve que acompañar a mi madre en la visita del general Eisenhower, que pasaba por la Gran Vía. Junto al entonces llamado generalísimo, en un Rolls, creo que era enero, Eisenhower iba con la bufanda muy atada. Franco iba al lado: un enano despreciable, lo digo a título descriptivo, el otro señor le sacaba más de la cabeza. Y me chocó lo radiante, simpático, conquistador que era el general, peleando por cada sonrisa de cada vecino. Mi madre no hacía más que decirme: “Niño aplaude, niño aplaude”.

Guillermo: Recuerdo tres momentos: la manifestación contra la guerra de Irak, que fui con mi padre, la del chapapote, un año antes, pasé un miedo terrible por los petardos de la gente, y luego el 11-M. Estábamos en Berlín, pero recuerdo cómo mis padres hablaban de ello, entonces trabajaban en la embajada. Para mí era todo muy confuso: veía que había pasado algo malo, que alguien había puesto una bomba en Madrid y que había muerto mucha gente.

De los primeros libros que leísteis, ¿cuál os impactó más?

Darío: No me atrevo a decirlo. La vida del ingenioso hidalgo don Quijote de la Macha. Obligado por mi madre y la Santa Compañía. Me pescó en la segunda parte no os podéis imaginar cómo. Me reí, me divertí, una locura.

Guillermo: Cuando tenía nueve años, no recuerdo cómo llegué, pero me leí los dos libros principales de Orwell: Rebelión en la granja y 1984. Me impactó más el segundo, te deja con un nudo en la garganta. Quizá me han hecho más rebelde, es difícil que no te marquen.

¿Qué personalidad internacional te ha inspirado más?

Darío: Sin duda, el general De Gaulle. Le conocí porque pasó delante de mí, en una recepción en el Elíseo en la que me colaron. Sería el año 60 o 61. Un torre de casi dos metros. Me chocó la enormidad de la nariz, con la parte de atrás de la cabeza completamente recta. Su porte era… comprendías que aquel tipo echaba rayos. Hizo una conferencia de prensa preciosa, larguísima, no se quería ir.

Guillermo: Los griegos, sobre todo Tsipras, que ahora está siendo bombardeado por toda Europa. Están resistiendo a todos los abusos, a toda la campaña sucia de los medios. Se está convirtiendo en un símbolo de la resistencia. Un poco como Robin Hood.

¿Qué querías hacer en tu vida?

Darío: Con seis años quería ser bombero y manejar una barca. Enseguida me convertí en uno de los pocos abogados vocacionales que había.

Guillermo: Tener las menores ataduras posibles, sin jefes, encontrar alguna salida como la universidad, por ejemplo. Algo que te permita vivir bien y tener autonomía. Y relacionado con las ciencias sociales.

Tres palabras que definan a Europa.

Darío: Democracia-libertad-derechos humanos…, oportunidad única de unirse y avanzar juntos, y, sin duda, apertura hacia el progreso.

Guillermo: Utópica, beneficiosa y poco igualitaria. No todos tienen las mismas influencias, viviendo en Alemania lo sé bien. Tened en cuenta que yo empecé a estar políticamente despierto, a enterarme de lo que pasaba en 2008, he vivido toda la parte bonita del proyecto europeo.

¿Qué tres grandes problemas tiene hoy el mundo?

Darío: Sin duda, lo que ha sido objeto de la encíclica papal, me parece de una evidencia cegadora. Quizá influido por lo que acaba de pasar en Charleston, EE UU, eso es un problema tremendo, diría el racismo. Y los flujos migratorios.

Guillermo: Estoy completamente de acuerdo con el primero. El segundo, la desigualdad y la pobreza. Y el tercero, derivados de los anteriores: la desigualdad y la pobreza en la infancia.

¿Qué tres cosas necesita España para avanzar?

Guillermo: La sociedad debe unirse más, no estar tan polarizada. También necesita un poco de aire fresco. Y tercero, tiene que mejorar mucho el sistema educativo.

Darío: Necesitamos un sistema educativo enfocado hacia el futuro. Estoy de acuerdo con lo de la unidad: una España desunida va a la catástrofe. Y también con lo del aire fresco, que se pueda respirar. Pero sobre todo que el sistema español estuviera más armado.

¿Qué es para vosotros internet?

Darío: Yo no creía en internet. Pero hoy estamos dominados por internet. La influencia del papel es poderosísima, la de internet es más diluida, inaprehensible. Es más ubicuo, flotante, mientras que el papel queda ahí. Es una de las pocas cosas en las que yo he lamentado tener 75 años. Me hubiera gustado tener 20 y empezar una carrera en ese mundo. Internet me ha maravillado.

Guillermo: tomando un enfoque distinto, lo veo como potencialmente un arma, también como una herramienta. Pese a que es verdad que la influencia del papel es importante todavía, es inevitable que de aquí a X años internet se coma al papel con patatas. No sé si sería un cambio para bien o para mal, pero es inevitable. Para la gente de mi edad, internet es muchísimo, es un bloque más del día.

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