La sorpresa de la primera vuelta de las elecciones en Brasil, donde ninguna encuesta vaticinaba el segundo puesto de Aécio Neves, no parece que vaya a repetirse en Bolivia. Según sondeos y expertos, Evo Morales seguirá siendo presidente del Estado Plurinacional de Bolivia cinco años más. Y tal vez en esa denominación, recogida en la Constitución promulgada en 2009, esté la fórmula de su éxito.
La Constitución boliviana reconoce 36 pueblos indígenas. Según datos del censo de 2001, la mitad de los bolivianos eran indígenas. En el censo de 2012 la cifra bajó hasta el 40% entre los mayores de 15 años, al cambiar los criterios de clasificación. Metodologías aparte, la historia del ascenso y consolidación de Morales no se entiende sin el elemento indígena, núcleo de su política.
El mensaje de Morales es claro: “Todos quienes nacimos en Bolivia somos originarios de esta tierra; algunos somos originarios milenarios y otros son originarios contemporáneos. El problema es que los originarios milenarios somos muchos pero pobres y los originarios contemporáneos son pocos pero ricos”. Su meta ha sido no solo dar voz y voto a los pueblos indígenas, sino convertirlos en uno de los “pilares fundamentales de un nuevo país”.
Bolivia es rica en recursos, pero permanece como uno de los países menos desarrollados de América Latina. En la última década, Bolivia ha crecido una media del 4,8% gracias al boom de las materias primas y una política macroeconómica calificada de “prudente” por el Banco Mundial. Según datos de esta organización, la pobreza moderada se redujo del 63% en 2002 al 45% en 2011, mientras que el índice de Gini de desigualdad cayó de 0,60 a 0,46 en el mismo periodo.
Los superávits en cuenta corriente desde 2003 y balances fiscales positivos desde 2006 han permitido invertir en políticas sociales. Con una deuda pública menos del 40% del PIB en 2013 (la de España alcanzó ese año el 93,9%), el margen de maniobra del gobierno de Morales es amplio para mejorar la calidad de vida de los más pobres. Entre 2002 y 2011, el ingreso promedio del 40% más pobre de la población creció tres veces más rápido que el ingreso promedio.
Los desafíos, sin embargo, son enormes. Los principales problemas económicos son la falta de inversión extranjera en sectores clave como la minería y los hidrocarburos. La economía es vulnerable a los cambios en los precios internacionales de los productos básicos. Además, la política de integración y desarrollo impulsada por Morales no ha librado al país, donde un 45% de sus habitantes viven en la pobreza, de los conflictos sociales. Según el ránking de conflictividad social de The Economist, Bolivia se sitúa entre los países de riesgo muy alto, junto a Venezuela y Argentina.
¿Todo el poder para Morales?
Seis millones de bolivianos, de los más de 10 millones de habitantes que tiene el país, están llamados a las urnas. El voto es obligatorio y desde 48 horas antes y hasta las doce horas del día siguiente a la votación –el 12 de octubre, día de la Descolonización–, están prohibidos la venta y el consumo de bebidas alcohólicas.
Los cinco aspirantes a la presidencia son, además de Morales, que busca su reelección para un tercer mandato, el empresario Samuel Doria Medina, el expresidente Jorge Quiroga (2001-2002), el exalcalde de La Paz y activista de los derechos humanos Juan del Granado y el líder indígena Fernando Vargas. Pese a que la Constitución permite solo dos mandatos consecutivos, el Tribunal Constitucional avaló la candidatura de Morales para un tercer mandato con el argumento de que el primero de sus gobiernos (2006-2010) no computa porque el país fue refundado en 2009 con una nueva Carta Magna.
Daniel Zovato resume en cuatro factores la fórmula del éxito de Morales. Primero, haber sabido agregar un exitoso liderazgo político y social a un gran capital simbólico, gracias a su pasado como histórico dirigente sindical con raíces indígenas. Segundo, haber convertido al Movimiento al Socialismo (MAS) en la única fuerza con proyección nacional en la que prima un enfoque pragmático. Tercero, desplegar un discurso menos polarizador y más incluyente, a lo que suma una exitosa gestión económica ortodoxa que es reconocida por los organismos multilaterales financieros. Y por último, una oposición débil, heterogénea y fragmentada que no llega a ser una alternativa viable al oficialismo.
La Constitución señala que ganará la presidencia quien logre más del 50% de los votos o más del 40% con una diferencia de al menos el 10% sobre su inmediato perseguidor. No se espera una segunda vuelta, según las cifras manejadas por las encuestas. La única duda de estas elecciones es si el MAS logrará revalidar la mayoría de dos tercios que posee en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa. Además de votar para renovar el Congreso, será la primera vez que los bolivianos elijan en las urnas a los legisladores para organismos supraestatales como el Parlamento Andino, órgano deliberante y de control de la Comunidad Andina, formada por 120 millones de habitantes de sus cuatro Estados miembros: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.