La esclavitud persiste

 |  27 de marzo de 2014

“El hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado”. Las palabras de Rousseau no tienen un valor metafórico, sino crudo y descriptivo, para millones de personas en el mundo. Incluso hoy. Siglo y medio después de la guerra civil estadounidense, la esclavitud continúa siendo una lacra presente en todo el planeta.

La Comunidad del Caribe (Caricom) ha exigido recientemente a ocho Estados europeos (Portugal, España, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Noruega y Suiza) reparaciones económicas y disculpas oficiales por su papel en el comercio de esclavos.  Se calcula que hasta 12 millones de esclavos pudieron ser llevados al Caribe en condiciones inhumanas. Los 15 países que componen la Caricom señalan que la esclavitud ha causado un daño social y económico que repercute hasta nuestros días. No les falta razón; pero de ahí a conseguir una compensación económica hay un trecho. Ni siquiera las disculpas oficiales serán fáciles de obtener. El dirigente europeo que más se ha acercado a pedir perdón es Tony Blair, quien en su día declaró su “profundo dolor y pesar” por lo que supuso la esclavitud.

Para España, la cuestión es especialmente delicada. Fue Bartolomé de las Casas quien, tras realizar una defensa valiente de los indígenas latinoamericanos, pidió que los africanos les suplieran como mano de obra forzada. Incluso Estados Unidos acabó con la esclavitud antes que España. Aunque en 1837 fue abolida en la península y la ley de vientres libres se aprobó en 1870, la esclavitud continuó en Cuba hasta 1886.

Más allá de la esclavitud como legado, persiste como problema real a lo largo del mundo. Según la Organización Internacional del Trabajador, 21 millones de personas viven actualmente en condiciones de esclavitud. Algunos estudios elevan la cifra hasta 30 millones. No es, en la mayoría de los casos, una esclavitud definida como tal, sino la explotación de inmigrantes o indígenas que se hallan en condiciones en las que les es imposible defender su derechos, atrapados por deudas con sus negreros, sin documentación en un país que no es el suyo, o ambas cosas.

India es el caso más clamoroso. En el país viven 14 millones de esclavos, entre la mitad y dos tercios de la población total en el mundo. La esclavitud abarca el espectro completo: desde la explotación sexual al trabajo doméstico, pasando por la labor forzada. Al igual que el sistema de castas, la esclavitud en India es ilegal. Lo que no existe es la voluntad política para ponerle fin. Haití también lidera los rankings internacionales de esclavitud: más de 200.000 niños restavek son explotados como empleados domésticos. Como señala Nicholas Kristof, la miseria y la ausencia de planificación familiar son parte del problema, en un país lastrado por una herencia colonial nefasta.

Pero el caso más extremo es el de Mauritania. 600.000 mauritanos de la etnia haratin –los llamados “moros negros”– viven en condiciones de esclavitud, a pesar del intento tardío de abolirla, en 1981. Su condición es hereditaria. Por repugnante que parezca, las autoridades de Nouakchott no están interesadas en cambiar la situación: al contrario, hacen todo lo posible por permitir su perpetuación. La posesión de esclavos no se ha criminalizado hasta 2007, y solo un mauritano ha sido procesado por esta causa.

Ni siquiera los países desarrollados se libran de esta lacra. Hasta 50.000 personas podrían vivir en condiciones de labor forzada en España. El problema, en gran medida, está relacionado con la trata de blancas y la extorsión de inmigrantes por las mafias que los traen al país. En EE UU y Reino Unido, las granjas ilegales de cannabis con frecuencia explotan mano de obra infantil, en su mayoría inmigrantes chinos o vietnamitas.

En la entrega de los premios Bafta, Steve Mcqueen exigió que en 150 años no sea necesario rodar una película como 12 años de esclavitud. Por desgracia, aún queda mucho camino por recorrer.

 

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