Recientemente, hemos asistido a la firma de dos acuerdos muy importantes para la diplomacia de Estados Unidos: el acuerdo multilateral sobre energía nuclear con Irán y la reapertura de embajadas con Cuba. Puede que a algunos les hayan sorprendido estos desarrollos, pero se enmarcan en un contexto ideológico que ha caracterizado la presidencia de Barack Obama.
A pesar de no ser realmente una doctrina en el sentido más estricto del término –al menos no como la Doctrina Monroe– puesto que carece de una explicitación formal, llamar a esta serie de visiones acerca de la política exterior Doctrina Obama es muy útil a nivel metodológico y por ese motivo es el término preferido por los analistas.
La Doctrina Obama surge con un fuerte componente de rechazo a la Doctrina Bush, que había generado un gran rechazo en la sociedad norteamericana y en la internacional debido sobre todo a las fallidas intervenciones en Irak y Afganistán, pero también por su marcado componente unilateralista, ejemplificado en actos como la retirada del Tratado ABM. La llegada de Obama a la Casa Blanca supone un giro radical hacia una mayor cooperación internacional y a una búsqueda del multilateralismo que continuará durante toda su presidencia.
Académicamente, el lugar en el que se encuentra la Doctrina Obama es en el del selective engagement –enfrentamiento selectivo–. Robert Worley, de la Universidad Johns Hopkins, explica que el enfrentamiento selectivo es una postura que gira en torno a la reserva de las propias fuerzas para emplearlas solo en casos en los que los intereses vitales de la nación estén amenazados. Para los casos más periféricos, prefiere decantarse por el uso de la diplomacia y el apoyo material y moral a los aliados involucrados.
Con la retirada de tropas de Irak y Afganistán pudimos ver este tipo de enfoque en juego, haciendo un mayor énfasis en que los aliados se ocupen de sus problemas, con EE UU actuando o bien como apoyo o bien como actor de último recurso para desequilibrar la balanza a favor de sus socios. Es en este contexto en el que cobra sentido actuaciones como la que se está llevando a cabo contra el Estado Islámico, empleando la superioridad aérea para facilitar las operaciones de los aliados en el terreno, pero sin comprometer vidas estadounidenses.
El otro pilar fundamental de esta doctrina es, como ya hemos mencionado, la diplomacia, especialmente multilateral, para resolver conflictos y disputas antes de que escalen fuera de control. Pudimos verlo con el descongelamiento de las relaciones con Cuba, un éxito sin precedentes a la hora de tratar con el vecino caribeño, y también con el régimen iraní, que accedió a abandonar su programa nuclear a cambio del abandono de las sanciones.
La otra cara de la moneda, sin embargo, es que esta doctrina aglutina a críticos de ambos extremos del espectro político. Por un lado, atrae muchas críticas entre los halcones por su abandono del papel de policía global. Estos argumentan que EE UU se ha vuelto un aliado poco fiable para sus socios, que pierde presencia en la escena internacional o que es demasiado tolerante con sus oponentes. En la otra esquina, aquellos que desean más aislacionismo siguen criticando que se gastan demasiados recursos americanos en guerras y conflictos que poco o nada tienen que ver con los intereses del país.
Para finalizar, pese a ser una Doctrina que tiene muchos críticos a nivel interno, ha logrado restaurar un poco la imagen exterior de EE UU, alejándola de la prepotencia de la administración Bush y acercándola a una posición de liderazgo menos invasiva y más cooperativa.