El papa Francisco volvió de Filipinas el 19 de enero después de finalizar el que es el primer viaje de un pontífice al país asiático en 20 años. Este país es el pilar del catolicismo en Asia, con un 80% de su población católica, herencia del dominio colonial español. Antes de aterrizar en el archipiélago, el papa ya había visitado Sri Lanka, país principalmente budista donde vive una minoría católica. El discurso de Francisco se centró, en el caso de Sri Lanka, en la reconciliación nacional y la justicia; en Filipinas, hablo sobre la pobreza y la familia.
En la antigua colonia española el discurso del papa fue muy esperado, pues existe una disputa entre el gobierno y los obispos sobre una ley que financiaría métodos anticonceptivos y educación sexual en las escuelas. El país enfrenta un problema reproductivo grave, pues tiene la tasa más alta de embarazos adolescentes de la región y una de las tasas más altas de natalidad del mundo. Además, las enfermedades de transmisión sexual están aumentando, una tendencia contraria al resto del mundo. El papa respaldó la postura de los obispos y afirmó: “En nuestros días, la familia necesita ser protegida contra ataques insidiosos y programas contrarios a lo que creemos que es cierto y sagrado”. Estas declaraciones sin duda tendrán una gran influencia en el país, con una comunidad católica muy devota.
El viaje a Asia de este enero es el segundo que realiza el papa Francisco, que ya estuvo en agosto en Corea del Sur. En ese país el número de católicos ha aumentado del 2 al 11%, a pesar de que en este Estado el budismo tiene mucho peso y la mayoría de los jóvenes no son religiosos. Sin embargo, el país en el que no se ha detenido el papa en ninguna de las dos ocasiones es Timor Oriental, donde casi el 90% de su población es católica, un porcentaje incluso más alto que el de Filipinas.
Estos dos viajes a Asia podría enmarcarse en un movimiento diplomático hacia el continente (remedo del «pivote asiático» de Barack Obama), donde aunque solo viven el 3% de los católicos del mundo, se han bautizado más católicos este año que en Europa. Benedicto XVI ya hizo un gran esfuerzo diplomático hacia los países fuera del círculo tradicional católico como Rusia, Botsuana, Emiratos Árabes, Malasia, Montenegro y Sudán del Sur, llegando a establecer relaciones formales con un total de 180 países. Pero no fue capaz de llevar a cabo uno de los objetivos más ambiciosos del Vaticano, establecer relaciones con China. El nuevo papa vuelve aproximarse hacia el poderoso país con el que el Vaticano no se entiende desde 1950. Puede que Francisco, menos hostil hacia el comunismo que sus predecesores y abiertamente crítico hacia el sistema capitalista, logre un acercamiento. Son famosas sus declaraciones como la de que “el comunismo le ha robado la bandera al cristianismo” y que podrían permitirle decir a los comunistas: “¡Pero si sois cristianos!”.
Francisco ha manifestado en distintas ocasiones su deseo de visitar China, (“¿Quiero ir a China? Por su puesto, incluso mañana mismo”) y Zhou Xinping, director del Instituto de Religiones del Mundo, considera que el pontífice esta haciendo mucho por mejorar las relaciones con Pekín. “Francisco es un amigo de las economías en desarrollo”, señala. Pero los obstáculos que los separan son grandes. En China viven aproximadamente 17 millones de católicos, aunque es difícil calcular una cifra, pues muchos profesan su fe de manera clandestina. Existe una iglesia oficial del Estado cuyos obispos son escogidos por el régimen y otra leal a la iglesia de Roma que es perseguida por el gobierno. China teme que si la iglesia escoge a los obispos, estos no estén bajo el control ideológico del régimen. “China siempre va a salvaguardar su soberanía y su integridad territorial y nunca permitirá que fuerzas externas interfieran en la religión –afirma Liu Yualong, vicepresidente de la Asociación Católica Patriótica–. El Vaticano debería respetar a China en términos del personal de la diócesis”. Por otro lado, el reconocimiento de Taiwán por parte de Roma agrava la tensión.
Por su parte, el Vaticano no renuncia a China. El papa envió a Xi Jinping un mensaje personal de felicitación tras su llegada al poder y en su viaje a Corea del Sur obtuvo permiso para sobrevolar el espacio aéreo chino, un hito en la historia del Vaticano. Por otro lado, en diciembre, el Dalai Lama, que se encontraba en Roma, solicitó audiencia con el Papa, pero le fue denegada. El líder budista afirmó que “la administración del Vaticano dice que no es posible porque podría causar problemas”. Ante las especulaciones generadas por la situación, el Vaticano aclaró que “es costumbre no recibir a personalidades y jefes de Estado cuando están en una reunión internacional”. A pesar de la explicación, muchos aún consideran que el papa trataba de evitar un enfrentamiento con China.