Noruega celebró el 11 de septiembre elecciones parlamentarias. El bloque gubernamental de derecha y la oposición de centroizquierda llegaban igualados en los pronósticos, pero finalmente el partido liderado por Erna Solberg ha salido victorioso. Esto supone un triunfo sin precedentes sobre el Partido Laborista, tradicionalmente en el poder, y asegura el gobierno de Høyre en el país nórdico. Los próximos meses serán determinantes para prever si el discurso anti-inmigración sale reforzado en Europa, así como para predecir el futuro del gigantesco negocio de petróleo y gas del país.
Noruega es el sexto país más extenso de Europa. Tiene el IDH más alto del mundo (0,944 sobre 1) y lidera el ranking del Índice de Democracia de The Economist, que incluye a 167 países y contempla cuestiones relacionadas con el Estado de Derecho, las libertades civiles y los Derechos Humanos, la libertad de expresión y la competitividad electoral, entre otros aspectos. Su economía es estable, con un gran sector estatal y una extensa red de seguridad social. El país está ricamente dotado de recursos naturales además del petróleo y el gas, incluyendo energía hidroeléctrica, peces, bosques y minerales. Noruega es uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, cuyos recursos están gestionados por el gobierno a través de una amplia regulación, ya que estos suponen su principal fuente de financiación. Statoil, el gigante petrolífero propiedad en más del 50% del Estado noruego, está presente en las principales zonas petrolíferas del mundo y muchas empresas de servicios han seguido su estela. Este sector proporciona alrededor del 9% de los empleos, el 15% del PIB y el 39% de la exportaciones, según estimaciones nacionales oficiales. Gracias a estas actividades, Noruega ahorra ingresos en el mayor fondo soberano del mundo, valorado a principios de 2016 en más de 800.000 millones de dólares.
Después de un crecimiento del PIB en 2004-2007, la economía se ralentizó en 2008 y se contrajo en 2009, antes de volver a un crecimiento modesto y positivo entre 2010 y 2015. El colapso del precio del petróleo entre 2014 y 2016, sin embargo, ha tenido consecuencias dramáticas para la economía noruega: 50.000 personas –una quinta parte de la mano de obra de la industria– perdieron sus empleos y los ingresos estatales del sector cayeron un 40%. En paralelo, a lo largo de 2015 la crisis de los inmigrantes en Europa registró un récord de 31.000 solicitantes de asilo en Noruega, lo que provocó un sentimiento anti-extranjero y un fuerte endurecimiento de los controles de inmigración.
Estas dos cuestiones –la industria petrolera y la política migratoria– han sido dos de los asuntos destacados de la campaña electoral. La política exterior, como suele suceder, no acaparó demasiados titulares.
Política exterior
La política exterior noruega se caracteriza por mantener una línea internacionalista en favor del desarrollo y la paz mundial. Noruega aporta cerca del 1% del PIB para ayuda al desarrollo mundial, así como contribuciones voluntarias a los programas de las Naciones Unidas, aportación de tropas para operaciones de mantenimiento de la paz, un compromiso con el Comité Nobel de la Paz y una reconocida labor de mediación en procesos de paz, como el conflicto palestino-israelí y en Colombia con las FARC.
Emplea la política exterior para defender sus intereses nacionales entre los que destacan la protección de su territorio –al que si se le añade la Zona Económica Exclusiva supone el mayor de Europa tras Rusia– o de su seguridad mediante la pertenencia de Noruega a la OTAN. Cobra importancia además la creciente preocupación noruega por las cuestiones árticas (transporte marítimo, medio ambiente, deshielo, vigilancia y rescate, recursos energéticos y minerales).
Respecto a su participación y relación con organizaciones internacionales, Noruega es miembro EFTA y tiene una relación vital con la Unión Europea, a la que está vinculada mediante el Acuerdo del Espacio Económico Europeo de 1994. Noruega ha suscrito también el Tratado de Schengen, y suele adherirse a las declaraciones y posiciones comunes de la UE en materia de política exterior. Sin embargo, su ciudadanía se resiste a la adhesión de su país a la UE, que ha sido rechazada por dos veces en referéndum popular (1972 y 1994). Actualmente, según las encuestas, un 70% de noruegos diría “No” a la UE.
Política interior
El panorama político de Noruega sufrió un importante cambio como consecuencia de las elecciones legislativas del 9 de septiembre de 2013, que entregó la mayoría en el Storting a los partidos del denominado bloque “burgués”. Estos firmaron un acuerdo programático para facilitar la formación de un nuevo gobierno, presidido por la conservadora Solberg. Su gobierno tuvo que hacer frente a la crisis migratoria y la recesión económica, debido a la caída del precio del barril de petróleo, que vive desde 2014 sus horas más bajas. A base de recortar impuestos y hacer uso –por primera vez en su historia– del ingente fondo soberano que Noruega financia con los beneficios del petróleo para asegurar las pensiones venideras cuando esta industria ya no exista, el gobierno ha logrado un crecimiento económico del 0,7% y en los últimos trimestres ha registrado datos positivos en empleo. Este hecho parece haber reforzado la posición del partido, ya que el 11 de septiembre se alzó con 89 diputados de los 169 asientos disponibles, frente a los laboristas que obtuvieron 80. El Partido Laborista de Jonas Gahr Støre, la formación más votada en Noruega desde 1924, parecía hasta hace un par de semanas en camino de recuperar el poder perdido en 2013, pero los resultados hablan por sí mismos. Esto supone una victoria histórica para el actual gobierno, ya que se trata de la primera administración de derechas que cumple dos mandatos completos.
El futuro de la industria petrolera siempre ha supuesto un tema electoral, pero en esta ocasión destaca especialmente, con partidos que apoyan la reducción o incluso el cierre de la industria –sucede así en el caso de Los Verdes– que jugarán un papel clave en la formación de coaliciones postelectorales. Además, aunque la derecha haya ganado, la actual coalición habrá de ser flexible, pues sus dos aliados parlamentarios más pequeños también han rechazado la exploración continua en las aguas árticas ecológicamente sensibles de Noruega. Con respecto a la cuestión migratoria, parece que se seguirá la misma política, habiendo calado el discurso anti-inmigración: el número de acogidas descenderá. Seguirá vigente la Ley de Asilo que restringe las condiciones para ser reubicado en el país y dificulta la llegada, a pesar de ser un país que decidió voluntariamente participar en el programa de acogida de demandantes de asilo procedentes de Siria.