En una de las emisiones del pasado diciembre de su programa semanal de noticias en Rossiya 1, la cadena pública rusa, Dmitri Kiselyov, que mueve muchos de los hilos del aparato de propaganda del Kremlin, advirtió de que Rusia “no necesita un mundo sin Rusia” y que, enfrentada a su propia destrucción, no dudaría en convertir a Estados Unidos y Europa en una “montaña de cenizas radioactivas”. A su vez, el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, ha admitido que, aunque su país pagará un alto precio en vidas si Rusia lo invade, no será el único que “llorará a sus muertos”. Desde el fin de la guerra fría, los tambores de guerra no resonaban con tanta fuerza en el Viejo Continente. Y no es solo retórica.
Los ejercicios militares rusos en Bielorrusia, los mayores en muchas décadas, y el envío al mar Negro de seis navíos de la Armada rusa que tienen capacidad para lanzar un ataque anfibio y bloquear el puerto de Odesa –por el que pasa el 70% del comercio exterior del país– han dejado en evidencia la vulnerabilidad de Ucrania. Nadie duda que el ejército ruso podría ocupar Kiev en cuestión de días y el resto del territorio –en el que predominan las grandes llanuras de la estepa oriental europea– en algunas semanas más. Hace apenas seis meses, nadie esperaba en Washington o Bruselas un desafío tan abierto al orden creado en Europa tras el colapso de la Unión Soviética.
A diferencia de la guerra fría, hoy Occidente se enfrenta a un potencial eje Pekín-Moscú que, según el filósofo ruso Alexandr Dugin, pretende sustituir la hegemonía occidental por el bloque emergente del “gran proyecto euroasiático”. El 4 de febrero, en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, Vladímir Putin y Xi Jinping firmaron una declaración que deja pocas dudas de que ambos coinciden en que EEUU representa una amenaza existencial para sus objetivos exteriores.
En 2024, el intercambio comercial sino-ruso alcanzará los 200.000 millones de dólares, frente a los 146.000 millones de 2021 y los 16.000 millones de 2013. El comercio entre la Unión Europea y Rusia rondó los 220.000 millones en 2021 debido, sobre todo, a que el 26% de las importaciones comunitarias de petróleo y el 40% de las de gas provienen de Rusia.
¿Potencia en declive?
El PIB ruso es de unos 1,4 billones de dólares al tipo de cambio, es decir, similar al de Italia. Las exportaciones de materias primas suponen el 30%-40% del presupuesto. Pero Rusia está lejos de ser una mera “potencia regional”, como la calificó Barack Obama. Michael Kofman y Andrea Kendall-Taylor recuerdan en Foreign Affairs que la economía rusa, medida en términos de poder adquisitivo, es de 4,1 billones de dólares, lo que la convierte en la segunda mayor de Europa y la sexta el mundo.
Las reservas de divisas suman 615.000 millones, pese a que entre 1991 a 1999 la economía de la Federación Rusa se contrajo un 36%. Rusia es, sobre todo, una gran potencia militar, con el segundo mayor arsenal nuclear del mundo, el mayor ejército convencional de Europa y un presupuesto de defensa de entre 150.000 y 180.000 millones de dólares, muchos más que los 58.000 millones que se calculan al tipo de cambio.
«La economía rusa, medida en términos de poder adquisitivo, es de 4,1 billones de dólares, lo que la convierte en la segunda mayor de Europa y la sexta el mundo»
Las cuestiones identitarias no son menos importantes. En julio de 2021, Putin publicó un artículo de 5.000 palabras sobre la “indisoluble unidad histórica” de rusos y ucranianos desde los tiempos de la fundación del Rus de Kiev en 882 por la dinastía vikinga Rurikid. Uno de sus descendientes, el príncipe Vladímir, el “bautista de los eslavos”, se convirtió al cristianismo ortodoxo en 988.
La primera mención de Moscú en un registro histórico es de 1147. El régimen zarista siempre consideró a los ucranianos como rusos, una actitud que mantuvo, con pocos matices, la Unión Soviética. Todo ello explica, según escribe Kristaps Andrejsons en Foreign Policy, que Putin quiera pasar a la historia como el reunificador de “todas las Rusias”. Como George W. Bush en vísperas de la invasión de Irak, parece estar convencido de que las tropas rusas serán recibidas en Ucrania como fuerzas de liberación.
Si solo se consideran esos factores, tarde o temprano una guerra en Europa parece inevitable. Pero no son los únicos que gravitan en torno al actual equilibrio de fuerzas en el continente. Y quizá tampoco los más importantes.
Moscú y Pekín coordinan sus votos en Consejo de Seguridad de la ONU y comparten el liderazgo de la Organización de Cooperación de Shanghái. El comunicado que firmaron Putin y Xi en Pekín, sin embargo, relegó la mención a la ampliación de la OTAN a una sola frase en el párrafo 28. China exporta a Europa 10 veces más que a Rusia. En 2021, el PIB chino fue seis veces mayor que el de Rusia y se espera que la brecha se amplíe aún más en los próximos años.
«Según encuestas recientes del centro Levada y del Instituto Internacional de Sociología de Kievsolo, solo el 16% de los rusos y el 6% de los ucranianos apoyan un Estado unificado»
Aunque Putin mantiene un 60% de popularidad, muchos rusos temen que una guerra en Ucrania provocaría una brusca caída de la prosperidad nacional y la pérdida de las vidas de miles de jóvenes en edad militar. En 2050, Rusia tendrá un 10% menos de habitantes que hoy. Entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, perdió 997.000 habitantes, la mayor caída de población desde la Segunda Guerra Mundial.
Estas cifras complican las ambiciones expansionistas del Kremlin y explican el manifiesto del Congreso de Intelectuales Rusos firmado por más de 3.000 activistas y artistas encabezados por Lev Schlosberg, diputado regional en Pskov, que denuncia el “aventurerismo criminal” en el que se está convirtiendo la política exterior rusa.
Aunque no hay un movimiento antiguerra organizado, encuestas recientes del centro Levada y del Instituto Internacional de Sociología de Kievsolo señalan que solo el 16% de los rusos y el 6% de los ucranianos apoyan un Estado unificado. Dos terceras partes de los rusos de entre 18 y 24 años –la generación que tendría que librar la guerra de Putin– tienen una buena opinión de los ucranianos.
Invierno demográfico
A diferencia de otras guerras modernas, esta vez todas las grandes potencias militares están en un claro declive demográfico. Entre 1993 y 2007, la tasa de natalidad rusa cayó por debajo del 1,5, muy lejos de la llamada tasa de reemplazo (2,1) que mantiene estable la población de un país. Hoy Rusia tiene 12,5 millones de habitantes entre 30 y 34 años, pero solo 6,5 millones entre los 20 y 24.
Rusia no es la única gran potencia con cunas vacías. Pese a que Pekín ha autorizado a las parejas tener hasta tres hijos, ofreciéndoles ayudas públicas para mantenerlos, en 2021 la tasa de natalidad cayó al 1,3, su nivel histórico más bajo tras cinco años consecutivos de descensos. En 2021 nacieron 10,62 millones de niños, un 11% menos que en 2020. Ese año hubo 7,52 nacimientos por 1.000 habitantes, frente a los 8,52 de 2019, según datos oficiales.
En 2020 murieron casi tanto chinos (10,1 millones) como los que nacieron, lo que lleva a pensar a Wang Feng, sociólogo de la Universidad de California, que 2021 pasará a la historia como el último año en el que creció la población china.
«El tránsito entre alta y baja natalidad que acompaña al desarrollo es cada vez más breve: hace un siglo, esa transición tomaba unos 50 años; hoy solo tres décadas. Unos 80 países han completado ya el proceso»
Alemania, por su parte, podría perder cinco millones de trabajadores de aquí a 2030. Un 43% de las compañías alemanas afirma que no encuentra personal cualificado, un 23% mas que en 2020 y la mayor cifra desde la reunificación del país en 1990.
El caso más extremo es el de Japón, cuya deuda pública equivale al 259% del PIB. La edad media es de 48 años. Más de un 25% de los japoneses tiene más de 65 años. La expectativa de vida ronda los 81,6 años para los hombres y 87,7 para las mujeres. El año pasado Japón perdió 630.000 habitantes, el equivalente a un Luxemburgo. De aquí a 2040 perderá 16 millones más, es decir, una Camboya.
Según un estudio de las universidades de Pennsylvania y la Autónoma de Barcelona, el tránsito entre alta y baja natalidad que acompaña al desarrollo es cada vez más breve. Hace un siglo, esa transición tomaba unos 50 años. Hoy solo tres décadas. Unos 80 países han completado ya el proceso. En 2021, por ejemplo, la tasa de natalidad de India cayó por debajo de 2,0, un proceso similar al que han experimentado otros países de ingresos medios como Brasil, México y Turquía.
En EEUU, el crecimiento demográfico entre el 1 de julio de 2020 y el 1 julio de 2021 fue del 0,12%, algo que nunca había ocurrido y la cifra más baja desde que la creación del US Census Bureau en 1900. En 2007, la tasa de natalidad era de 2,1. Hoy es de 1,64.
Aun así, entre 2010 y 2020 la población creció un 7%, con lo que en los próximos 40 años podría llegar a los 410 millones, frente a los 332 actuales gracias, sobre todo, a las altas tasas de natalidad de las minorías étnicas, que en ese lapso crecieron un 23% en el caso de los hispanos y 36% en el de los de ascendencia asiática. La mayoría blanca se contrajo un 2,6%. Según William Frey, analista de la Brookings Institution, si no se tomara en cuenta a las minorías, la demografía de EEUU se parecería mucho a las de Japón y Rusia.
Muy interesante el artículo.