A ambos lados del Atlántico existe el deseo de cooperar en la política hacia China. Europeos y estadounidenses se reunieron de nuevo el 1 de diciembre a muy alto nivel con la vicesecretaria de Estado, Wendy Sherman, y el secretario general del Servicio Europeo de Acción Exterior, Stefano Sannino, al frente de las delegaciones de su habitual Diálogo EEUU-UE sobre China. Esta iniciativa proporciona una plataforma para coordinar la política hacia China y se basa en otra estructura, el Consejo de Comercio y Tecnología EEUU-UE (TTC, por sus siglas en inglés).
La cooperación en la política hacia China es una de las áreas más complejas, difíciles e importantes para que Estados Unidos y la Unión Europea trabajen juntos. La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos no deja lugar a dudas de que, aunque la invasión rusa de Ucrania ha desplazado muchos recursos a Europa, China es el punto más importante de la agenda estadounidense. Superar a China es una prioridad absoluta. La historia al otro lado del Atlántico es, sin embargo, más sutil.
Aunque cooperar con EEUU es la preferencia para muchos atlantistas, el fuerte temor a que un presidente del estilo de Trump se haga con la Casa Blanca sigue muy presente. Por eso existe cierta cautela en la UE por no poner todos los huevos en la cesta estadounidense.
Además, la competencia entre la UE y EEUU en materia de comercio –la Ley de Reducción de la Inflación ha sido el ultimo ejemplo de ello– supone un obstáculo para una mayor coordinación sobre la relación con China.
Sin embargo, a pesar de las reticencias, existen áreas concretas en las que la UE y EEUU pueden colaborar para gestionar el impacto chino. Esta lista incluye aspectos como contrarrestar la influencia de China en la vecindad inmediata de la UE o coordinar el control de las transferencias de tecnología. Los aliados transatlánticos deberían abandonar el discurso de la disociación y centrarse en la esencia de la cooperación, sin olvidar que, después de todo, los matices también podrían ser beneficiosos.
Perspectiva europea
El continente europeo está experimentando cambios muy drásticos. La guerra de agresión rusa ha iniciado un rápido desacoplamiento energético, un aumento del coste de la vida debido al aumento de la inflación, la disminución de la competitividad de la industria europea, millones de refugiados ucranianos en Europa y renovadas inversiones en defensa, todo ello al mismo tiempo.
En Europa se habla en este momento de tres dependencias: la dependencia de EEUU en materia de seguridad y defensa, la dependencia de Rusia en materia de energía y la dependencia de China en materia de cadenas de suministro en general y de materias primas críticas en particular.
Dado que la guerra ha sacudido a la UE hasta sus cimientos, esta intenta replantearse todas estas dependencias al tiempo que trata de adaptar sus políticas para hacer frente a una nueva era de intensa competencia geopolítica.
Cuando se trata de China, la percepción de la UE es muy polifacética. Para la UE y sus Estados miembros, China es un socio comercial crucial, un competidor y un rival al mismo tiempo. China es un mercado inmenso, especialmente para la industria de Estados miembros clave como Alemania. También es el proveedor de materias primas y productos cruciales para la transición energética.
Dicho esto, China es también el país que ha sancionado a miembros del Parlamento Europeo –como respuesta a las sanciones impuestas por la UE en marzo de 2021– por graves violaciones de los derechos humanos. Tras ello, se congeló la aprobación del Acuerdo Global de Inversiones UE-China (CAI, por sus siglas en inglés), lo que complació a los estadounidenses.
Las cuestiones relacionadas con la unidad de la UE complican aún más el panorama. Cuando el canciller alemán, Olaf Scholz, organizó la primera visita justo después de la reelección del presidente Xi Jinping, recibió muchas críticas de sus socios de la Unión. Sin embargo, muchos otros –incluidos el líder francés Emmanuel Macron y el presidente español, Pedro Sánchez– aprovecharon la cumbre del G20 en Bali para mantener conversaciones privadas al margen con su homólogo chino.
Charles Michel también visitó China hace muy poco sin la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo que reavivó las discusiones sobre la rivalidad interinstitucional. Emmanuel Macron está planeando su viaje en solitario para principios de 2023. Hay muchas prioridades nacionales e institucionales a la vista cuando se decide la política hacia China. Aunque la falta de unidad es una debilidad (explotada por China en cada ocasión), también es una fuente de matices para mejorar la formulación de políticas.
EEUU debería entender que la UE no puede permitirse el lujo de desvincularse del mercado chino, especialmente en un momento de gran tensión económica y mientras se desvincula de Rusia. Puede que no sea tan drástico como EEUU en lo que respecta a las restricciones a la exportación. Puede que a Estados Unidos no le guste, pero reconocer y respetar esa realidad abrirá el terreno a una mejor cooperación.
También debe quedar claro que la UE no puede mantener la equidistancia entre Washington y Pekín. En Europa, los responsables políticos son muy conscientes del valor de la alianza transatlántica, y es de suponer que lo mismo ocurre en Washington bajo el liderazgo de Joe Biden. Por esta razón, ambas partes deberían trabajar en delimitar áreas concretas en las que puedan colaborar para gestionar la influencia china.
Hacia dónde debe orientarse la cooperación
Si EEUU desea una mayor alineación con la UE, debe aumentar la intensidad y profundidad de las consultas con Bruselas y tener en cuenta sus intereses y preocupaciones. En acciones importantes –como la visita a Taiwán de Nancy Pelosi, por ejemplo–, una mayor coordinación permitiría fomentar la confianza. El TTC y los diálogos periódicos sobre China serían buenas plataformas para ello.
Compartir las mejores prácticas a la hora de replantearse las dependencias estratégicas sería un segundo paso. Aunque la desvinculación no resuene en Europa, la disminución de las dependencias estratégicas sí lo hace. La soberanía estratégica es uno de los debates más destacados en la UE. Aunque la percepción polifacética de China no ha cambiado, ha habido un cheque de realidad: cuando se trata de infraestructuras estratégicas, transferencias de tecnología y dependencias de semiconductores en las cadenas de suministro, es necesaria una evaluación detallada. Existe un inmenso espacio de cooperación transatlántica.
Una tercera área de cooperación está relacionada con una gran preocupación de la UE: las inversiones de China –incluidas infraestructuras críticas– en la vecindad inmediata de la Unión. EEUU ha apoyado históricamente la ampliación de la UE y su consolidación en el continente. Ahora sería un buen momento para hacer lo mismo y contribuir al pensamiento estratégico una Europa más amplia. La implicación de EEUU sería muy beneficiosa a la hora de contrarrestar la influencia de China. También estaría muy en consonancia con el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN.
Por último, cada vez más documentos de la UE hablan de contrarrestar la esfera de influencia china en diferentes regiones. Todo el Global Gateway –el programa de la Unión Europea para conexiones inteligentes, limpias y seguras– tiene por objeto contrarrestar la iniciativa China de la Franja y la Ruta allí donde sea necesario. En su discurso sobre el estado de la Unión, Von der Leyen hizo un llamamiento abierto al presidente de EEUU para cooperar en la lucha contra China y Rusia en otras regiones. La administración estadounidense mantiene una excelente relación de trabajo con la Comisión Europea. Debería hacer buen uso de ella a la hora de definir áreas concretas de actuación conjunta.
Por qué los matices también son importantes
En los próximos años, la EU debería tratar de ser lo bastante autónoma como para oponerse a políticas proteccionistas irreflexivas y excesivamente belicistas que considere que socavan un orden internacional basado en normas. De este modo, también puede desempeñar el papel de árbitro si es necesario, y ser una potencia equilibradora que trabaje para disminuir las tensiones entre China y EEUU cuando sea necesario.
Las relaciones entre estos tres actores, EEUU, la UE y China, definirán también el futuro de la economía mundial. Los tres tienen una responsabilidad histórica. Es importante preguntarse qué tipo de modelo económico se desea para el futuro y actuar en consecuencia. Para que la globalización se muestre resistente y las instituciones multilaterales se reformen y funcionen, deben tenerse en cuenta intereses diversos. Los matices que aporta la UE podrían servir a ese objetivo. La UE y EEUU solo podrían asociarse si los planteamientos se calibran cuidadosamente.
El Presidente Biden dijo que “gestionará esta competencia [con China] de forma responsable”. Esta es también la responsabilidad de todos los líderes transatlánticos en este momento.
Una versión de este comentario se publicó originalmente en inglés en CSIS el 13 de diciembre de 2022.