No es habitual que la muerte de un banquero suscite un impacto mediático como el que ha tenido la de Emilio Botín. La prensa mundial, desde la anglosajona a la latinoamericana, se ha deshecho en elogios sobre la figura de este español, en un tipo de cobertura informativa más habitual en un político que en un príncipe de las finanzas. Claro que el presidente del Santander, fallecido a los 79 años, no era un banquero normal. No daba entrevistas y apenas aparecía en público, pero se forjó una auténtica leyenda a lo largo de sus 28 años al frente del banco.
La narrativa sobre su excepcionalidad incluye su notable intuición estratégica, un ojo de lince para tomar decisiones arriesgadas y que en general acababan bien. Como cuando decidió redoblar su apuesta por Brasil tras la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en 2002. Mientras todos sus asesores le decían que esperara a ver qué pasaba, Botín hizo todo lo contrario. Ahora Brasil reporta al Santander la cuarta parte de sus beneficios. Lo mismo sucedió con la compra del Abbey National inglés, en 2004, un banco en pésima situación, imposible de sanear, según sus ejecutivos. También ahí decidió seguir su intuición. Lo compró y acabó convirtiéndolo en un banco solvente, uno de los grandes de Reino Unido.
Botín se hizo famoso, sobre todo, por su apuesta por América Latina, iniciada en los años noventa, cuando nadie creía en la región. Mucho antes de que el BBVA empezara a desembarcar en la zona, el Santander ya había adquirido algún que otro banco importante. Posteriormente, comenzaría una carrera de adquisiciones que le llevó a hacerse con algunos de los primeros o segundos bancos en países como Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú, Venezuela, Chile, Puerto Rico y Uruguay. Los bancos del Santander en América Latina, con 91.000 empleados, atienden hoy a 44 millones de clientes en 6.000 oficinas. Y, lo más importante, están contribuyendo activamente a la bancarización de la zona.
Los expertos le vaticinaron los mayores desastres, pero quienes que le recriminaban entonces su “irresponsabilidad”, la prensa financiera británica y estadounidense, le llaman ahora “conquistador” y ponen de relieve que más del 51% de los beneficios del banco proceden de América Latina. Es más, reconocen que, de no ser por la presencia en la región, el Santander estaría en tan mala situación como la mayor parte de los bancos europeos.
Todo lo que era e hizo Botín, que empezó a trabajar en el Santander a los 26 años y relevó a su padre en la presidencia del banco en 1986, con 52 años, transcendía la normalidad. Lo primero, por su obra; convertir un pequeño banco regional, el séptimo de España, en el primero de la zona euro en valor bursátil, 91.000 millones de euros de capitalización, y el segundo de toda Europa detrás de HSBC Holdings. Un grupo bancario con 185.000 empleados y decenas de bancos filiales, líderes en mercados como Brasil, México o Reino Unido, además de Estados Unidos, donde compró el Sovereign, de Filadelfia, al que le bastaron 15 años para multiplicar por 55 su balance, desde 20.000 millones de euros de 1998 al 1,1 billón de 2013, en una historia de crecimiento inigualable que ha hecho del Santander un banco global, con el 85% de sus beneficios fuera de España.
Fernando Barciela es analista económico.