La campaña de las elecciones legislativas del 2 de noviembre de 2010 en EE UU ha estado dominada por las cuestiones domésticas, en particular por la economía, y por una sensación de pérdida de confianza en la pujanza de la primera potencia mundial al inicio de la segunda década del siglo XXI. Como sucedió en 1994 durante el primer mandado de Bill Clinton, los republicanos recuperan posiciones tras la debacle de las elecciones legislativas en 2006.
En estas elecciones se renueva entera la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (37 escaños); 6.118 escaños de las Cámaras bajas y los Senados de los Estados federales, además de 37 gobernadores, 26 secretarios de Estado (equivalentes al primer ministro de los Estados federales) y 30 fiscales generales estatales, a lo que hay que añadir otros cargos menores; y, en 37 Estados que cuentan con sistemas de democracia directa, los votantes deberán responder a 160 preguntas sobre iniciativas legislativas populares en las que se decide, por ejemplo, la legalización de la marihuana en California, con la llamada proposición 19.
La política exterior, como es costumbre, apenas ha aparecido en la campaña electoral. Sin embargo, la agenda exterior de la administración Obama continúa repleta de retos. Para empezar, la lucha contra la proliferación nuclear y la reducción de los arsenales nucleares, pendiente como está la ratificación del nuevo tratado START con Rusia. Según James M. Lindsay, vicepresidente del Council on Foreign Relations, el nuevo tratado está ahora mismo en el limbo y corre el riesgo de seguir así durante un tiempo, cuestionado por un grupo minoritario pero ruidoso de senadores republicanos.
Otra de las cuestiones candentes en la agenda exterior estadounidense es la inmigración, un tema que agudiza las divisiones entre demócratas y republicanos. En abril de 2010, el gobernador de Arizona firmó una controvertida ley de inmigración, y desde entonces muchos candidatos republicanos se han mostrado a favor de un endurecimiento de la leyes de inmigración en la línea marcada por Arizona. Mientras, la administración Obama impulsa la elaboración de una ley migratoria que aborde en conjunto los problemas de la seguridad fronteriza y de la permanencia de 12 millones inmigrantes sin papeles en suelo estadounidense. El consenso en esta materia es poco probable, más aún con la llamada legislatura saliente.
A estos asuntos hay que añadir las relaciones con la ascendente China, que sí ha aparecido en la campaña a modo de amenaza. Obama inicia tras las elecciones una gira por Asia que incluye paradas en India e Indonesia, y la asistencia a las cumbres de la APEC en Yokohama (Japón) y del G-20 en Seúl (Corea del Sur). En esta gira se hablará principalmente de economía y comercio, de los desequilibrios financieros globales y de las políticas de cambio.
Para más información:
Jaime Ojeda, «Carta de América: Desilusión demócrata». Política Exterior núm. 134, marzo-abril de 2010.
Norman Birnbaum, «El prisionero de la Casa Blanca». Política Exterior núm. 134, marzo-abril de 2010.
Peter Hakim, «Obama y Latinoamérica: año II». Política Exterior núm. 134, marzo-abril de 2010.
Juan Tovar, «El aliado que Obama busca en Europa». Política Exterior núm. 136, julio-agosto de 2010.