La pregunta del referéndum de independencia del Kurdistán del 25 de septiembre resultaba a primera vista confusa: “¿Quiere que la región del Kurdistán y las zonas kurdas fuera de la administración de la región se conviertan en Estado independiente?”, lo cual necesita ser explicado. La consulta no solo se realizó en las cuatro provincias que oficialmente forman parte de la región (Duhok, Erbil, Halabja y Sulaymaniya), sino también en los “territorios disputados”, aquellas zonas que cayeron en manos del Estado Islámico (EI) o estuvieron a punto de caer y fueron recuperadas o defendidas por los peshmerga kurdos. Entre ellas la ciudad de Kirkuk, reclamada como capital histórica del Kurdistán y cohabitada por árabes, turkmenos y otros grupos étnicos. Las autoridades, sin embargo, repitieron hasta la saciedad, en público y en privado, que el referéndum no serviría para definir las fronteras del futuro Estado, lo que cuestiona la necesidad de realizar el referéndum en dichas zonas, sobre todo al quedar claro que no se publicarán datos desagregados por provincias o ciudades.
Los resultados definitivos oficiales muestran un único dato a nivel nacional del 92,73% para el Sí y el 7,27% para el No, con un 72% de participación total, sin que se sepa qué apoyo concreto hubo en zonas conflictivas o incluso en provincias en donde el No tenía muchos seguidores, como Suleymaniya. La Comisión Electoral y demás altas autoridades consultadas en Erbil, antes y después del referéndum, aseguraban que se debía a motivos de seguridad, para evitar cualquier tipo de represalia contra aquellos que no hubieran votado o votado No. Incluso se dudó hasta el día anterior del referéndum incluir a Kirkuk por los mismos motivos. Aunque entendible, ese motivo no termina de justificar la falta de datos completos, por diversos motivos. En primer lugar, Kirkuk estuvo fuertemente protegida y solo fueron a votar los partidarios del Sí. Los que se oponían directamente no participaron del referéndum y se mantuvieron en sus barrios sin salir a la calle para evitar cualquier conflicto con las fuerzas de seguridad o los votantes por el Sí.
No hubo incidentes de ningún tipo. Pero esto significó, en segundo lugar, que no hubiera durante la jornada electoral ningún observador ni partidario del No en los centros de votación, y que se produjeran numerosas irregularidades, atestiguadas por los observadores internacionales invitados. También que algunos centros de votación cerraran antes de tiempo por la falta de votantes, algo que no está permitido por la ley electoral. Por último, y por el mismo motivo de seguridad, el recuento de votos en esa ciudad no se hizo en cada centro de votación al cierre de las urnas, como sí se hizo en las otras provincias, sino que se centralizó en un local fuertemente custodiado a las afueras de la ciudad, esta vez sin observadores internacionales ni locales. Todos estos detalles pondrían en duda los resultados en los distritos conflictivos por falta de transparencia, cuestionando la viabilidad misma y la utilidad de implementar la consulta esos lugares.
Lo anterior no invalida, no obstante, lo sucedido en las cuatro provincias donde el proceso se realizó siguiendo los procedimientos habituales y con suficientes garantías y presencia de observadores nacionales y cerca de 200 internacionales, más allá de la desorganización que se pudo observar en algunos centros de votación de desplazados por la guerra en la ciudad de Erbil. El Sí rotundo no deja lugar a dudas: los habitantes del Kurdistán quieren un Estado independiente, aunque el presidente, Masud Barzani, y todo el establishment haya asegurado que el día después solo se iniciaría un proceso de negociaciones y no habrá declaración de independencia unilateral a no ser que tras un tiempo “razonable” no hubiera ningún tipo de respuesta desde Bagdad en este sentido.
Amenazas y silencio
Pero las respuestas desde Bagdad, Ankara y Teherán no tardaron en llegar, y fueron, aunque esperadas, totalmente negativas. El cierre del espacio aéreo kurdo a los vuelos internacionales a partir del 29 de septiembre y el intermitente cierre de fronteras terrestres con Irán y Turquía; amenazas de intervención militar por parte de los tres Estados que perciben el referéndum como lesivo para su integridad territorial y maniobras militares conjuntas turco-iraquíes; suspensión de pagos por parte del gobierno central y amenazas del corte del oleoducto utilizado para exportar el petróleo kurdo, fueron las primeras reacciones. Por el tono de los discursos oficiales no se descarta una escalada en los próximos días.
El estado de ánimo en Kurdistán, por el contrario, dista mucho del pesimismo y la desesperación que esta situación de bloqueo geográfico y financiero podría acarrear. El gobierno regional, amparado por el abrumador apoyo popular del referéndum, considera que el bloqueo no puede durar mucho tiempo, y que la comunidad internacional, principalmente Estados Unidos, no se quedará de brazos cruzados ante la situación que se avecina. No obstante, son conscientes de que ningún gobierno occidental ha apoyado oficialmente el referéndum y que la integridad del territorio iraquí y la lucha contra el EI siguen siendo las prioridades fundamentales de los vecinos y grandes potencias. Especial desilusión causó la falta de apoyo estadounidense, de quienes los kurdos se consideran el único aliado fiable en la región, aunque esperan que la situación que de facto ha generado el referéndum haga cambiar la posición de Washington.
El momento ha llegado
El pueblo kurdo, veterano de mil batallas contra el poder central en Irak, está preparado para un nuevo enfrentamiento si la diplomacia fracasa y si el apoyo exterior no llega. En la narrativa kurda el momento de la tan postergada construcción de un Estado nacional ha llegado y no hay marcha atrás, más allá de la necesidad de eliminar la amenaza territorial del EI y terminar con las disputas internas que han también torpedeado los anteriores intentos separatistas de los años ochenta y noventa. La clase política kurda, muchas veces dividida, ha ido progresivamente sumándose al Sí, dejando en claro que más allá de las diferencias de opiniones sobre el timing del referéndum el objetivo final de la independencia es unívoco.
Más allá de la legalidad o no de la consulta, de lo inoportuno de la misma y de las dudas que generan los datos finales del referéndum, existe la necesidad de dar respuesta a una aspiración centenaria y nunca atendida de la creación de un Estado nacional kurdo. No hacía falta un referéndum para saber que esta aspiración es compartida por la mayoría de la población kurda, pero era necesario para movilizar a la opinión pública mundial y forzar a los grandes actores internacionales y regionales a mover ficha. Tras el 25-S una nueva era comienza en Kurdistán, que necesariamente debe terminar, al menos, con un nuevo estatuto tras el fracaso del proyecto de un Irak federal de 2005.