Kenia debe celebrar elecciones presidenciales antes del 1 de noviembre, después de que el Tribunal Supremo anulase las del pasado agosto. Una decisión histórica, sin precedentes en África y aplaudida en el continente y fuera de él. Sin embargo, la respuesta de los líderes kenianos ha elevado la tensión y reina la incertidumbre de cara a los comicios. Ningún campo –el Partido del Jubileo, del presidente Uhuru Kenyatta, y la Súper Alianza Nacional, del opositor Raila Odinga– da su brazo a torcer, mientras movilizan a sus seguidores en las calles del país. Un boicot de la oposición a las elecciones o la imposibilidad de celebrarlas antes de la fecha límite podrían causar una crisis política e institucional. Más grave aún son los riesgos de una escalada de violencia entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad.
El desafío inmediato es encontrar una fórmula, basada en reformas electorales, que persuada al bando de Odinga de participar, sea aceptable para Kenyatta y el Jubileo y no implique cambios tan profundos en la Comisión Electoral que la incapaciten para ejercer su labor de gestionar los centros de votación. Una manera es salir del atolladero es que ambos partidos nombren representantes para la Comisión Electoral para que vigilen los preparativos. Esto, junto con cambios significativos en los procedimientos electorales –algunos de los cuales ya han sido propuestos por la Comisión, otros deberían añadirse–, debería aumentar la confianza en el voto. Los socios internacionales de Kenia, que mantienen su influencia e imagen sobre actores en ambos campos, como Gana o Nigeria, podrían mediar para la consecución de dicho acuerdo.
Incluso si los dos partidos encuentran una manera de celebrar las elecciones, la amenaza de la violencia tras los comicios, con independencia del resultado, es alta. Una posición firme de todos los líderes del país en contra de los discursos del odio y una defensa inequívoca de una campaña pacífica podría ayudar a rebajar la tensión. También que se asegure que las posibles quejas que surjan podrán ser revisadas por los tribunales de justicia tras el voto. Las fuerzas de seguridad deberán prepararse para gestionar las protestas de manera imparcial; conseguir que los oficiales que se sobrepasaron en sus funciones en agosto respondan de sus actos enviaría una señal positiva. Los observadores internacional también tendrán que adaptar su enfoque según las lecciones aprendidas de agosto, revisando la oportunidad de sus valoraciones y declaraciones poselectorales. Con su decisión, el Tribunal Supremo mandó un mensaje valiente acerca de la independencia judicial y sobre la necesidad de una mejor y más transparente gestión de las elecciones. Los líderes keniatas necesitan, ahora, alejarse de los discursos agresivos y buscar el compromiso.
Juegos de suma cero
Las elecciones en Kenia son, en demasiadas ocasiones, batallas descarnadas por el poder: una competición casi existencial entre elites rivales que suele acabar en violencia antes y después del voto. Pese a que las reformas de 2007 y 2008 y la nuevo Constitución abordaron parte de los problemas de un juego político de suma cero, la política en Kenia sigue enraizada en la polarización étnica y en los intentos hacerse con un trozo del pastel estatal.
Bajo esta luz, la incertidumbre que rodea la repetición electoral es peligrosa. Ambos bandos deben alcanzar un compromiso que permita preparar los comicios y evitar una crisis que podrían escapar de las fronteras de Kenia, teniendo en su papel como un fondeadero regional, cuyos puertos sirven a las economías de Uganda, Ruanda y República Democrática del Congo. Dada la polarización extrema de la sociedad keniana, los diplomáticos pueden ayudar a sentar en la misma mesa a los políticos, presionarlo para que desempeñen un papel constructivo y animar a las instituciones, en particular la Comisión Electoral y las fuerzas de seguridad, que cumplan con su deber de manera imparcial en un momento en extremo delicado para Kenia.
Este artículo fue publicado originalmente el 2 de octubre, en inglés, en la web de Crisis Group.