Las elecciones presidenciales salvadoreñas del 3 de febrero han supuesto un gran cambio en el sistema político y partidista del país. Desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 dos partidos, uno en la derecha, Alianza Republicana Nacionalista (Arena), y otro en la izquierda, Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), han estructurado la política del país. Sin embargo, el 3 de febrero Nayib Bukele ha abierto una gran grieta en esa estructura. Como ha sucedido en otros países, tanto en la región centroamericana como en países europeos, los partidos tradicionales han perdido la capacidad para ser los actores principales del sistema político. Tanto la estabilidad del sistema partidista salvadoreño como el bipartidismo que dominaba las elecciones presidenciales han terminado.
El cargo de presidente se lo han disputado cuatro candidatos que representan a siete partidos diferentes: Bukele (GANA), Carlos Calleja (Arena, PCN, PDC, DS), Hugo Martínez (FMLN) y Josué Alvarado (Vamos). Las distintas encuestas que se han realizado en el país apuntaban a la victoria de Bukele. En algunos momentos incluso parecía que esta victoria se lograría en primera vuelta, y finalmente los resultados electorales han confirmado esta posibilidad. Bukele ha ganado con el 53% de los votos y no será necesario acudir a una segunda vuelta como sucedió en las elecciones previas celebradas en 2014 donde finalmente la diferencia entre el candidato de Arena, Norman Quijano, y el Candidato del FMLN, Salvador Sánchez Cerén, fue de poco más de 6.000 votos.
Bukele es un empresario de origen palestino y ha sido miembro del partido FMLN. Cuenta con experiencia de representación popular ya que con el FMLN ha sido alcalde en dos periodos. En 2012 fue elegido alcalde de Nuevo Cuscatlán y posteriormente, entre 2015 y 2018, ha sido alcalde de San Salvador. Sin embargo, Bukele fue expulsado del FMLN en 2017 y desde entonces buscó la manera de poder lanzar su candidatura presidencial. Así que no, Bukele no es un outsider, es solo un rebelde.
El camino hasta la candidatura presidencial fue largo para Bukele. Tras su expulsión de las filas efemelenistas creó su propio partido, Nuevas Ideas, pero no pudo candidatearse a las presidenciales bajo esta bandera y optó por presentarse a través de otro partido, Cambio Democrático (CD), que finalmente fue cancelado por el Tribunal Supremo Electoral (por no alcanzar los requisitos electorales mínimos requeridos para su supervivencia). La tercera opción fue la definitiva. Bukele sería el candidato del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional, un partido que surge en 2010 como escisión de Arena. En un país donde la división ideológica ha sido tan clara, estable y extrema, que el nuevo presidente sea un ex-efemelenista acogido por un partido de ex-areneros es un claro síntoma de cambio.
Calleja ha sido el segundo candidato más votado con un 31,8% de los votos. Calleja es miembro de Arena pero su candidatura representa a una alianza de partidos (Arena, PCN, PDC, DS). Procede del sector empresarial (cadena de alimentación Súper-Selectos) y no tiene experiencia previa en puestos de representación popular. Por tercera vez consecutiva (2009, 2014 y 2019) Arena vuelve a quedarse sin la presidencia. Sin embargo, los malos resultados en las elecciones presidenciales contrastan con su posición en la Asamblea Legislativa, donde tiene mayoría de escaños desde las elecciones de 2009, aunque no sea mayoría absoluta.
Martínez ha logrado el 14,4% de los votos. El candidato del FMLN tiene experiencia como legislador, como ministro de relaciones exteriores con el presidente saliente y también en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Las encuestas ubicaban a este candidato en tercera posición y los resultados electorales lo han confirmado. Su situación en esta elección no era fácil, ya que no ha podido beneficiarse durante la campaña electoral de los logros de la presidencia de Sánchez Cerén, el presidente peor valorado por los salvadoreños al final de un mandato presidencial.
El cuarto y último candidato, Alvarado, no ha logrado aglutinar ni el 1% de los votos. De hecho, el número de votos nulos es mayor que el número de votos logrado por el candidato de Vamos.
Desafíos
Estos resultados electorales plantean diversos retos de futuro para los partidos políticos salvadoreños: retos internos para la organización partidista, retos legislativos en la Asamblea y retos estratégicos de cara a las próximas elecciones legislativas de 2021. En cuanto a los retos internos, cada partido tiene que hacer balance de los resultados y asumir tanto los aciertos como los errores que les han podido llevar a esta situación. La renovación interna será un ejercicio necesario tanto en Arena como en el FMLN. Para el partido y el candidato ganador también se otean desafíos en el horizonte. Bukele y GANA son solo una pareja de conveniencia e, inevitablemente, habrá divorcio. Bukele tiene su propio partido, Nuevas Ideas, y buscará la manera de articular, organizar y fortalecer su formación para presentarse a las próximas elecciones legislativas. GANA se ha beneficiado del brillo y la publicidad de ser el vehículo presidencial, pero han sido solo eso. Ahora tendrá que pensar en la mejor manera de rentabilizar el servicio prestado.
Las elecciones legislativas y presidenciales en El Salvador no son concurrentes y durante los próximos dos años los partidos tendrán que verse las caras en el parlamento con la correlación de fuerzas fraguada en las elecciones de 2018. Arena ganó esas elecciones y el FMLN se encuentra en una posición débil, ya que perdió su capacidad de veto en aquellas decisiones que requieren mayoría cualificada, algo a lo que no está acostumbrado. El nuevo presidente está en una situación peor. Solo 10 de los 84 diputados pertenecen a GANA y su partido, Nuevas Ideas, ni siquiera existía hace un año. Los partidos salvadoreños tienen experiencia previa en la negociación y en lograr acuerdos legislativos, pero ahora el adversario es otro. Bukele va a tener que trabajar junto a GANA para negociar las mayorías necesarias para poner en marcha los proyectos de su plan Cuscatlán y abordar los graves problemas de seguridad y violencia que afectan al país, al menos, hasta que se renueve el parlamento.
En tercer y último lugar hay que tener en cuenta que las próximas elecciones legislativas, locales y al parlamento centroamericano se celebrarán en 2021. Y aquí convergen los dos retos previos. En estos dos años los partidos tendrán que estar listos para afrontar una nueva campaña electoral y también tendrán que pensar en como les afectará la posición que tengan hacia el presidente en la Asamblea Legislativa, ya sea de colaboración o de oposición.
Cuando Bukele asuma la presidencia quedarán menos de dos años para celebrar las elecciones legislativas. En este tiempo tanto Arena como el FMLN, y sobre todo, los diputados de estas formaciones, tendrán que decidir cuál es la mejor estrategia para amortiguar el daño que Nuevas Ideas puede causarles. Todo ello en un contexto electoral en el que las listas electorales abiertas permiten a los votantes asignar premios y castigos de manera individual a cada uno de los candidatos, así como cruzar el voto entre distintos formaciones, situación que debilita a los partidos políticos y que trae de cabeza al Tribunal Supremo Electoral. Estimada política salvadoreña, bienvenida de nuevo a Centroamérica.