Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: coalición en Israel.
Cuando ya se había anunciado públicamente la convocatoria de elecciones anticipadas para el 4 de septiembre, la agenda política israelí dio uno de sus acostumbrados giros sorpresa con la noticia de que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y el nuevo líder del partido Kadima, Shaul Mofaz, habían llegado a un acuerdo para formar un gobierno de unidad nacional, el de base más amplia de la historia israelí.
Con la primera medida, Netanyahu pretendía aprovechar que los sondeos lo sitúan como el líder preferido por dos de cada tres votantes y a su partido, el Likud, con una perspectiva de aumentar su presencia en la Knesset hasta los 32 escaños, frente a los 27 con los que cuenta actualmente. Al mismo tiempo, trataba de evitar el impacto negativo para el Likud del próximo debate parlamentario de la Ley Tal, que permite a unos 60.000 estudiantes de seminarios ultraortodoxos librarse del servicio militar. Ahora su posición sale aún más reforzada. En primer lugar, porque demuestra su liderazgo, aglutinando 96 escaños –de un total de 120– en la Knesset y ampliando su horizonte político hasta octubre de 2013, cuando termina la legislatura.
Adicionalmente, frena el posible tirón electoral que puede suponer una nueva fuerza como Yesh Atid (Hay Futuro), liderada por el periodista Yair Lapid, al que las encuestas ya daban hasta 11 escaños. No menos importante es el hecho de que Netanyahu ya no dependerá del apoyo de los sectores más extremistas del Likud, especialmente de los que mantienen vínculos con los partidos ultraortodoxos y los colonos de los territorios ocupados.
Por su parte, Mofaz, exministro de Defensa nacido en Teherán y que ha mantenido una actitud reticente ante cualquier acción militar unilateral contra Irán, parece haber decidido incorporarse al gobierno –aunque será el único representante en el gabinete de su partido, que cuenta con 28 escaños en la Knesset– fundamentalmente por consideraciones tácticas.
Dado que las encuestas indican que Kadima está en franco retroceso, Mofaz ha optado por comprar tiempo para consolidar su poder interno tras su reciente victoria sobre Tzipi Livni. Hasta el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, ha dado la bienvenida a la creación del nuevo gobierno israelí debido a que Mofaz tiene una actitud más abierta a las negociaciones de paz. Pero no todo son buenas noticias para Netanyahu.
En el frente interno han arreciado las críticas a su postura belicista contra Irán por parte de personalidades tan influyentes como Benny Gantz, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Meir Dagan, exjefe del Mossad, y Yuval Diskin, exjefe del Shin Bet. Todos ellos se han mostrado contrariados por sus reiteradas declaraciones de que Irán representa una “amenaza existencial” para Israel, argumentando que una guerra contra Irán no solo no lograría anular su programa nuclear sino que lo impulsaría más.
En el frente externo, las señales de Teherán en la reanudación de las negocaciones con el grupo 5+1 de que está dispuesto a negociar y sus promesas de eventuales concesiones parciales frenarán aún más las ansias bélicas de Netanyahu y de su ministro de Defensa, Ehud Barack.
Para más información:
Trita Parsi, «Obama, Israel y el conflicto sobre Irán». Política Exterior 146, marzo-abril 2012.
Amos Harel, «Netanyahu, frente al cambio árabe y la amenaza iraní». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.