Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: crisis en Italia.
La decisión de Silvio Berlusconi de retirarle su apoyo al primer ministro, Mario Monti, y de presentarse a las elecciones de 2013 –aunque después dijera que podría apoyar una coalición de “centro” liderada por Monti–, llevó la prima de riesgo italiana a los 351 puntos el 10 de diciembre. Sin embargo, dos días después, volvió a los 331.
La preocupación de los mercados por el regreso de Berlusconi y la dimisión de Monti ha durado poco. La razón es simple: las posibilidades de que su partido, El Pueblo de la Libertad, logre los votos necesarios para gobernar son escasas. Si Berlusconi se ha postulado, es por el cansancio de la sociedad italiana con la gestión de Monti y sus políticas de austeridad.
Monti es, de hecho, mucho más apreciado fuera que dentro de Italia más por su estilo sobrio a la hora de gobernar que por la eficacia de sus reformas. Después de años de extravagancias del magnate televisivo, Monti ha logrado crear una cierta sensación de que Italia puede tener arreglo.
Sus reformas han sido insuficientes, pero gran parte de la responsabilidad recae en el Parlamento italiano, que ha bloqueado muchas de sus propuestas. Aún así, ha conseguido un retraso de la edad de jubilación, reducir el monopolio de ENI en el gas (lo que abaratará la electricidad) y que Italia vaya a registrar en 2013 un superávit fiscal primario del 3,5% del PIB.
Sin embargo, su gobierno no ha podido liberalizar los servicios profesionales, el comercio al por menor ni la mayor parte de las normativas que asfixian la actividad productiva del país. Según el índice Doing Business del World Economic Forum, Italia está en los últimos puestos de Europa en competitividad y en el número 73 en el mundo. Tampoco ha logrado reformar significativamente el mercado laboral. Mientras los costes laborales en Alemania crecieron un 10% entre 1999 y 2012, los de Italia subieron un 35%.
Monti ha logrado, eso sí, un año de estabilidad política, una cierta contención del gasto, restablecer la respetabilidad internacional de Italia y una tregua de los mercados con la ayuda de su compatriota, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo.
Todo ello ha permitido evitar los rescates de Roma y Madrid por parte de la ue y sentar las bases de políticas más relajadas en los próximos años. Pero también está claro que los italianos, hartos de tanta austeridad, no han sabido apreciar la gestión de Monti. La confianza en su liderazgo ha bajado desde el 55% de hace un año al 30% actual. Es explicable: Italia lleva varios trimestres en recesión. La caída de su PIB, del 2,4% en tasas interanuales en el tercer trimestre, es bastante peor que la de España (1,6%).
El problema no es, por ello, el regreso de Berlusconi tanto como la incertidumbre sobre lo que hará el gobierno que salga de las urnas, que podría protagonizar un nuevo conato de rebelión contra el diktat de la austeridad a ultranza preconizada desde Berlín y Bruselas. Todo indica que sea quien sea el ganador, no será un interlocutor tan dócil para Alemania como Monti. Incluso si se presentara, para ganar, el propio Monti tendría que ofrecer algo muy diferente de lo que ha hecho hasta ahora.
Para más información:
Blog Charlemagne, «Europe’s worries about Italy». The Economist, diciembre 2012.
International Herald Tribune, «Mr. Berlusconi’s Shameless Return». Editorial, diciembre 2012.