Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior (#ISPE): desempleo en Europa.
De los 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), solo cuatro de ellos tuvieron a lo largo de 2012 un gobierno sostenido por una mayoría parlamentaria absoluta. Esa cifra es indicativa de cómo una crisis inicialmente financiera se ha tornado en una crisis económica –y, por ello, de desempleo, que alcanzó el 10,9% en febrero en la Unión Europea, la cifra más alta desde 1995– y finalmente política en los países periféricos de la zona euro.
El caso italiano es ilustrativo. La imposibilidad del Partido Democrático liderado por Pier Luigi Bersani para formar gobierno se debe, en gran parte, a que el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo, que obtuvo casi el 25% de los votos en las últimas legislativas, ha canalizado la rabia de muchos italianos con una clase política desprestigiada por su impotencia para reducir un desempleo que alcanza el 11,2% y ofrecer una alternativa a las políticas de austeridad, recortes del gasto público y aumentos de los impuestos, que han agravado la recesión al hacer caer en picado la demanda y el consumo. Hoy solo cuatro países europeos –Alemania, Austria, Holanda y Luxemburgo– tienen tasas de desempleo por debajo del 6%.
En su periferia inmediata, esa cifra es considerablemente mayor: del 7,4% en Dinamarca, 7,7% en Reino Unido, 10,6% en Francia y 10,6% en Polonia. En la periferia extrema de la UE la situación es peor aún: 13,3% en Lituania, 14,7% en Irlanda, 17,6% en Portugal, 26,2% en España y 27% en Grecia. En la mayoría de esos últimos países, el desempleo entre los menores de 25 años prácticamente duplica esas cifras. En Grecia alcanza el 58,4%.
El mercado laboral europeo lleva destruyendo empleo 22 meses seguidos y nada anticipa una pronta recuperación. Este año se espera una contracción del 2% en la economía de la zona euro, frente al 0,9% de 2012.
Si la situación se prolonga, la conflictividad social se agudizará, lo que podría causar una fragmentación mayor del espectro parlamentario en muchos países, favoreciendo a partidos extremistas de izquierda y derecha. El auge de movimientos radicales en Grecia, el ascenso del M5S en Italia y el aumento del acoso a políticos en España (los llamados “escraches”) muestran que el umbral de tolerancia de la población está descendiendo aceleradamente, añadiendo una crisis social a la económica y política.
Ningún país está inmune. Alemania, cuyas exportaciones de bienes y servicios representan el 51% del PIB, ya está sintiendo el impacto de la recesión en la periferia europea debido a que más de la mitad de sus exportaciones se dirigen a sus socios comunitarios. Pero el reparto de la carga del ajuste es muy inequitativo: debido a la caída de los intereses que Alemania paga por su deuda, Berlín se ahorró solo el año pasado unos 10.000 millones de euros.
La creencia de que quien tiene deudas es culpable de sus propios pecados (en alemán deuda y pecado –schuld– son sinónimos), implica aplicar un castigo como escarmiento, en una posición moralista que tiene efectos económicos contraproducentes al imponer sufrimientos innecesarios.
El excanciller alemán Helmut Schmidt ha advertido que “el Tribunal Constitucional, el Bundesbank y la canciller Angela Merkel están actuando como si fueran el centro de Europa, para exasperación de nuestros vecinos, exacerbando un punto de vista nacional-egocéntrico”.
Por cada desempleado, otras tres personas se ven directamente afectadas, lo que significa que cuando el paro alcanza el 25%, prácticamente toda la sociedad sufre el impacto. La economía informal ha servido hasta ahora para amortiguar la crisis, pero al reducir la recaudación tributaria, crea más problemas de los que resuelve temporalmente. El hecho de que el impulsor de las políticas de austeridad en Italia, Mario Monti, lograra apenas el 10% de los votos, es una señal de alarma que Bruselas debería tomarse en serio. Más temprano que tarde un alto desempleo devenido en estructural terminará minando la credibilidad de las propias instituciones comunitarias. El expresidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, ha advertido que “los demonios del pasado europeo no se han desvanecido. Solo están durmiendo”.
Para más información:
José Enrique de Ayala, «La división norte y sur amenaza la UE». Política Exterior 150, noviembre-diciembre 2012.
Jürgen Habermas, «Hoy, más que nunca, Europa es un proyecto constitucional». Política Exterior 150, noviembre-diciembre 2012.