Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: tensión en Suráfrica.
La muerte el pasado 16 de agosto de 34 mineros surafricanos a manos de la policía, que hirió además a otros 78 disparando indiscriminadamente contra ellos, ha puesto en jaque al presidente Jacob Zuma, cuestionando la forma en la que el oficialista Congreso Nacional Africano (CNA) gestiona la mayor economía del continente africano.
La matanza de Marikana, los disturbios y las protestas de los mineros, reprimidas con una violencia sin precedentes en 18 años de democracia, ha dejado al descubierto las fisuras sociales que se ocultan detrás de la imagen de creciente prosperidad del país, revelando a los propios surafricanos que la brutalidad policial, uno de los legados más oscuros de la era del apartheid, no desapareció con la abolición de la supremacía blanca.
El principal sindicato minero del país, estrechamente vinculado al CNA, se opuso a las huelgas convocadas por los sindicatos disidentes para exigir mejores condiciones laborales a la compañía británica Lonmin Platinum, el tercer productor mundial de platino. Sin embargo, los mineros rebeldes fueron capaces de forzar un cierre temporal de la mina.
Suráfrica es el primer productor mundial de platino (70% del total) y el quinto de oro. La minería genera el 5% del PIB, 36.000 millones de dólares anuales en exportaciones y emplea a medio millón de personas, muchas de las cuales trabajan en condiciones intolerables. El año pasado perdieron la vida más de 120 mineros en accidentes laborales.
Desde la masacre de Marikana, el precio del platino ha aumentado un 10%. El conflicto se ha agravado a pesar de los gestos conciliadores que ha prodigado Zuma. Sus críticos denuncian que, bajo su liderazgo, el CNA se ha convertido en un aparato político especializado en vender a las multinacionales servicios de intermediación para sus negocios, escudándose tras unas fuerzas de seguridad bajo el control directo de sus dirigentes.
Según el Banco Mundial, un 10% de la población surafricana absorbe el 60% de la riqueza, mientras que el 50% se tiene que conformar con el 8%. Suráfrica, por otra parte, no ha podido escapar a los efectos de la recesión europea. El platino, por ejemplo, se utiliza sobre todo en la fabricación de vehículos diesel, cuya demanda ha caído en el mercado comunitario. Unos 15 millones de surafricanos sobreviven en la extrema pobreza mientras que el paro se ceba con la población juvenil, con tasas superiores al 50%.
En el CNA, Zuma ha comenzado a perder terreno frente a un exaliado y hoy implacable rival, Julius Malema, que ahora reclama su dimisión y la nacionalización de las minas. La popularidad de Malema ha contribuido a inhibir la inversión exterior, especialmente de la minera Anglo American, el principal empleador privado del país. Zuma desplazó del poder en 2007 a Thabo Mbeki acusándole de perpetuar las desigualdades. Ahora esas mismas acusaciones se ciernen sobre su mandato. El abandono precipitado de Zuma de la Cumbre de la Comunidad de Desarrollo de África Austral en Maputo para acudir a la mina de Lonmin, intentó frenar su descrédito, pero la envergadura de la matanza indica que su desgaste acaba de comenzar.
Para más información:
Haru Mutasa, «Missing the bigger picture in South Africa». Al Yazira, septiembre 2012.
BBC News, «South African Marikana miners charged with murder». Artículo, agosto 2012.
Ian Bremmer, «South Africa’s miners and Zuma’s future». Blog The Call, agosto 2012.
John Campbell , «Where Is South Africa Going?». Blog Africa in Transition, abril 2012.
Marcos Suárez Sipmann, «India y Suráfrica: dos países en el mismo espejo». Política Exterior 142, julio-agosto 2011.