Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior (#ISPE): Canadá se aleja del medio ambiente
El descarrilamiento el 7 de julio de un tren que llevaba 72 vagones cisterna cargados de crudo en Québec, lo que provocó una explosión que causó 20 muertos en la localidad de Lac-Megantic, es el último episodio que revela los peligros medioambientales generados por la rápida conversión de Canadá en un importante productor de hidrocarburos, que hoy representa ya el 25% de sus exportaciones.
Canadá se está convirtiendo en un “petroestado”, con toda la carga negativa que ello implica en un país que hasta ahora había estado en la vanguardia mundial en políticas medioambientales. Debido a la falta de oleoductos, las petroleras utilizan cada vez más los trenes para transportar crudo proveniente de los campos de arenas bituminosas (tar sands) de Alberta a Estados Unidos.
En 2011 la Canadian National Railways transportó 5.000 vagones cisterna de Canadá a EE UU. El año pasado fueron 30.000. Ese proceso se acelerará si Estados Unidos no aprueba la construcción del oleoducto Kesystone XL, de casi 3.500 kilómetros, para llevar crudo desde Canadá a las refinerías el golfo de México. El proyecto ha encontrado una férrea resistencia por parte de ONG que estiman que el gasoducto podría aumentar las emisiones de gases de carbono en 935 millones de toneladas métricas en 50 años.
Si el oleoducto llegara a concluirse, transportaría 830.000 barriles de crudo diarios. Barack Obama está demorando la decisión para conseguir que las petroleras y el gobierno de Ottawa reduzcan la contaminación producida por la explotación de las arenas bituminosas. La mayor parte de los depósitos canadienses de bitumen, una sustancia similar al asfalto, se encuentran debajo de bosques de 170.000 kilómetros cuadrados en el noreste de Alberta, que podría albergar las terceras mayores reservas mundiales de crudo.
A lo largo de la última década, las petroleras han invertido unos 160.000 millones de dólares para explotar esos recursos. Canadá ya está produciendo 1,7 millones de barriles diarios (mbd) y podría alcanzar los 5 mbd en 2030. Si se cumplen las previsiones, la industria proveerá de 120.000 millones de dólares de ingresos anuales al gobierno de Ottawa hacia 2020.
El primer ministro, Stephen Harper, originario de Alberta e hijo de un ejecutivo petrolero, ha lanzado una dura campaña para desacreditar a los ecologistas, comunidades nativas e incluso a la Comisión Europea, una de cuyas directivas calificó al bitumen de “combustible sucio”.
En los últimos meses, Harper y sus colaboradores han negado las evidencias científicas del cambio climático y eliminado la asignación de fondos públicos para la investigación medioambiental. Antes de retirar a Canadá del protocolo de Kyoto el año pasado, Harper lo calificó de “esquema socialista”.
En un par de paquetes legislativos recientes, su gobierno desmanteló las principales leyes medioambientales del país, la Fundación Canadiense para las Ciencias Climáticas y Atmosféricas y eliminó el cargo del principal asesor científico del gobierno central. Tres petroleras chinas ya han invertido 20.000 millones de dólares para comprar derechos de explotación en Alberta, lo que ha acallado las críticas de Ottawa al gobierno de Pekín.