Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: Asia central.
A medida que avanza un año decisivo para las negociaciones entre el Grupo 5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) e Irán sobre su controvertido programa nuclear, con una creciente presión de Israel sobre EE UU para que Barack Obama traze una línea roja que Teherán no pueda traspasar, la importancia estratégica de Azerbaiyán no deja de aumentar. La visita oficial del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, en octubre a Bakú, quiso neutralizar uno de los flancos más vulnerables de Teherán.
Irán y Azerbaiyán comparten una extensa frontera y profundos vínculos étnicos y religiosos. La población azerí del noroeste de Irán, unos 15-20 millones, es incluso más numerosa que la del propio Azerbaiyán, nueve millones. Pero la confesión chií de los azeríes de ambos lados de la frontera no afecta un hecho determinante: tras pertenecer durante casi 70 años a la Unión Soviética, la sociedad azerbaiyana es una de las más secularizadas del mundo islámico. Pero lo más peligroso para Irán es que Azerbaiyán es un aliado clave de EE UU e Israel, que utilizan bases aéreas en su territorio para vigilar con sus drones las instalaciones nucleares iraníes. El acercamiento del presidente azerí, Ilham Aliyev, a Israel y EE UU tiene un obvio propósito: hacerse imprescindible como actor regional en momentos en que crece la presión internacional sobre Irán.
Con ello, además, neutraliza las críticas, sobre todo europeas, al carácter cada vez más autoritario de su régimen. En diciembre, Teherán criticó a Aliyev por permitir la celebración en Bakú de una conferencia de separatistas azeríes iraníes. Teherán apoya desde hace dos décadas a Armenia en sus conflictos con Azerbaiyán para minar los estrechos vínculos que Bakú mantiene con Turquía. Cada vez que Teherán critica que un Estado musulmán como Azerbaiyán tenga relaciones militares con Israel, Bakú recuerda que Irán no tiene reparos en vender armas a Armenia.
Azerbaiyán ha firmado un acuerdo de cooperación con Israel en materia de defensa por valor de 1.600 millones de dólares. La riqueza energética de Azerbaiyán le permite un amplio margen de autonomía política y económica.
Pero la prosperidad económica encubre graves problemas políticos internos. El 24 de enero se produjeron violentos disturbios en la ciudad de Ismayilli en protesta por la generalizada corrupción del régimen.
Aliyev se enfrenta a un año delicado debido a las elecciones presidenciales de octubre en las que aspirará a un tercer mandato. La extensión de las protestas a Bakú ha disparado las alarmas del Pentágono.
Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE anunciaron el 18 de febrero que esperaban firmar el proximo otoño acuerdos de asociación con Armenia, Georgia, Moldavia y Ucrania, en el marco de la Cumbre de la Asociación Oriental. La ausencia de Azerbaiyán de la lista es un claro indicador de la creciente distancia política que separa Bakú de Bruselas.
Para más información:
Anar Maharramov, «La seguridad ecológica en el mar Caspio». Política Exterior 126, noviembre-diciembre 2008.
Jesús López-Medel, «El cambiante atlas de Europa». Política Exterior 124, julio-agosto 2008.
Edouard Sablier, «Las repúblicas islámicas de la antigua URSS viran hacia el nacionalcomunismo». Política Exterior 30, invierno 1992-1993.