Europa, 1917. El continente afronta un punto de no retorno en el primero de los dos grandes conflictos que sufrió en el siglo XX. A comienzos de abril, el Senado de Estados Unidos aprobará la petición del presidente Woodrow Wilson de participar en la Primera Guerra Mundial al lado de Gran Bretaña y Francia. En noviembre de ese año, el otro aliado de la Triple Entente, Rusia, experimentará un episodio revolucionario que llevará a los bolcheviques al poder y al país fuera de la guerra un mes después. Más allá de los episodios históricos acaecidos exactamente un siglo atrás, la Gran Guerra será recordaba, también, por representar el cénit de los movimientos nacionalistas en Europa.
Pese a que el siglo XIX es considerado el periodo en el que el nacionalismo entró en plenitud –recordemos las independencias de la mayoría de las colonias hispano-portuguesas, o el nacimiento de Italia y Alemania–, el comienzo del siglo XX y la Gran Guerra suponen un trampolín para la causa nacionalista de numerosos pueblos y minorías europeas. Uno de los ejemplos más célebres es la Declaración Balfour (también de 1917) en la que Reino Unido se comprometía con la creación de un Estado judío en el entorno de la Palestina otomana. El propio Wilson incluirá en sus famosos 14 Puntos el derecho de autodeterminación de los pueblos, recurso del Derecho Internacional con unos preceptos muy determinados, pero que a posteriori ha sido utilizado por numerosos movimientos independentistas para legitimar sus pretensiones.
Durante el siglo XX, las ambiciones nacionalistas sembraron Europa de muertos. En el pacífico XXI, han sido la crisis económica y los movimientos migratorios los últimos motores del renacimiento nacionalista. A lomos de estos dos supuestos jinetes del apocalipsis han proliferado movimientos de extrema derecha con unas consignas comunes: defensa de los valores patrióticos y de la soberanía nacional frente al proyecto integrador europeo.
El irredentismo transilvano
Un caso paradigmático es el de Hungría, donde su primer ministro, Viktor Orbán, es célebre por su intransigente apología de los valores húngaros frente a todo lo que pueda suponer una amenaza para la Patria de Árpad. Un ejemplo es su defensa exacerbada de las minorías magiares que viven más allá de sus fronteras, lo que se ha plasmado en un reconocimiento de las reclamaciones soberanistas de estos grupos. Ello nos lleva a Transilvania.
Para comprender qué sucede actualmente en esta región histórica rumana es necesario retornar al desenlace de la Primera Guerra Mundial. En concreto, al Tratado de Trianon de 1920, que supuso la desmembración del Imperio austrohúngaro. De sus cenizas surgió, entre otras, la República de Hungría. Sin embargo, los estadistas de la Triple Entente no quisieron o no supieron llevar a cabo una efectiva división de fronteras conforme a la presencia de múltiples nacionalidades, que en muchas ocasiones guardaban profundas rivalidades históricas. Uno de los territorios afectados fue Transilvania.
Rumania luchó al lado de los vencedores y este área geográfica, que cuenta con regiones en la que la minoría húngara es del 20%, quedó bajo soberanía de Bucarest. Las minorías magiares en Rumanía son conocidas como székely, pueblan la región desde hace siglos y tradicionalmente han supuesto un quebradero de cabeza para los ejecutivos rumanos. Durante la dictadura de Nicolae Ceacescu esta minoría húngara fue reprimida, no permitiéndose el uso y fomento de su lengua y cultura. Derrocado Ceacescu, la minoría húngara,q que no había renunciado su herencia particular, formará la Unión Democrática de Húngaros en Rumanía (RMDSZ). Sus objetivos primordiales eran la conservación y desarrollo de la comunidad húngara de Transilvania y el reconocimiento de su autonomía territorial.
Distribución de las minorías húngaras en el entorno balcánico
La singularidad del ‘affaire székely’ en el seno de la UE
La “cuestión székely” supone uno de los innumerables ejemplos de nacionalismos/secesionismos que existen en Europa. Como sucede en el caso catalán, la Unión Europea siempre ha adoptado un perfil de apoyo al Estado miembro en cuestión, en este caso Rumanía, auspiciándose en el mantra de que “es un asunto interno”. Pese a que el affaire transilvano no genera tanto ruido como otros, se trata de un asunto vital para el futuro del costado oriental de la Unión Europea. Al contrario de lo que ocurre con el nacionalismo catalán o flamenco, el transilvano cuenta con el apoyo –no explícito– de otro Estado miembro. En la reforma constitucional húngara de 2012 se incluyó un requerimiento por el cual Budapest debe facilitar la nacionalidad magiar a las minorías presentes más allá de sus fronteras. Sin lugar a dudas, un hipotético recrudecimiento del irredentismo húngaro en Transilvania podría suponer un conflicto entre dos países fronterizos y aliados en el seno europeo, pero con importantes rivalidades históricas.
Adoro laTransilvania húngara donde nació mi madre en 1919. He estudiado mucho su historia. Gracias
Me encanta la Transilvania rumana donde nacieron mis padre y yo mismo.
Gracias