«Irán y EE UU no discuten solo sobre lo nuclear»

Entrevista a Leopoldo Stampa
 |  31 de marzo de 2015

La cuenta atrás que termina hoy 31 de marzo a media noche no es, sin embargo, el punto final de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. Mientras más se ha avanzado en el diálogo, más difícil se ha hecho concretar los puntos para un acuerdo que trascenderá el programa atómico ya en marcha en Irán, afectando al papel del país en Oriente Próximo. Tras los acuerdos alcanzados en Ginebra en 2013 parece claro que existe voluntad por todas las partes de llegar a un entendimiento. El acuerdo debe cerrarse a finales de junio, pero lo que se logre hoy en Lausana (Suiza) será determinante, puesto que dará la base política a los aspectos técnicos que deberían empezar a negociarse a partir de ahora. Por eso hay tantas esperanzas e incertidumbres sobre lo que el 1 de abril se presente a la opinión pública mundial. John Kerry y Javad Zarif son las cabezas visible de las negociaciones con Teherán. Junto a ellos están los ministros de Exteriores de los otros miembros del Grupo 5+1: Alemania, Francia, China, Reino Unido y China.

Para Leopoldo Stampa, embajador de España en Irán entre 2000-04 y 2008-11, lo que está claro es que el Irán de Hasan Rohani es muy distinto del de Mahmud Ahmadineyad, y esto explica que haya verdaderas expectativas en un acuerdo con Teherán. Stampa nos cuenta lo que está en juego en el diálogo y hacia dónde podría conducir.

Política Exterior (PE) ¿Qué se consideraría satisfactorio en las actuales negociaciones con Irán que deben cerrarse el 31 de marzo?

Leopoldo Stampa (LS). Lo que parece haber sido acordado en diciembre de 2014 es que ya no había espacio para aplazamientos, dilaciones o prolongaciones de acuerdos provisionales. Julio de 2015 era la fecha tope. Y se pensó en un acuerdo en dos tramos; uno político, que debería ajustarse en los primeros tres meses de negociación, es decir, ahora a fin de marzo, y, si se alcanzaba ese arreglo, un segundo tramo de naturaleza técnica que se discutiría durante los tres meses restantes, de manera que a finales de junio el acuerdo global, político y técnico, estuviera listo para la firma. Al parecer, ese esquema se va cumpliendo.

PE. Si no se llega a un acuerdo por escrito, sino a un memorándum de entendimiento o algo parecido, ¿hay esperanzas de alcanzarlo en junio, o sería una muy mala señal?

LS. Los negociadores contemplan el escenario a que me he referido. Es muy posible que haya una acuerdo escrito como parte de lo que se pretende lograr en junio, pero no parece imprescindible. Lo esencial es que exista un compromiso que determine la voluntad política de las partes y que surja el mandato dirigido a los equipos negociadores técnicos de poner manos a la obra en la redacción de los aspectos técnicos a partir de ahora, para que todo esté listo en julio. Si el acuerdo no se logra ahora o en junio sería una muy mala señal.

PE. ¿Cuáles son las diferencias en el modo de hacer política de Washington y Teherán que hacen tan difícil llegar a un acuerdo?

LS. Las diferencias son 35 años sin relaciones diplomáticas. Ausencia de trato. Desconfianza, recelo y hostigamiento. Dicho esto, el diálogo de este último año sobre el dossier nuclear parece que va a poner fin a esa anomalía. En las relaciones internacionales, en diplomacia, hay que hablar; aunque sea para concluir de que una parte no se entiende con la otra y que hay que seguir hablando. Con el respeto a las formas. Así han desempeñado un papel clave el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Javad Zarif, desarrollando lo que antes otros negociadores habían ido desbrozando: Javier Solana y Federica Mogherini, por parte occidental, y el propio presidente de Irán, Hasan Rohani. En otras palabras, el marco de las conversaciones sobre el acuerdo nuclear que ahora se perfila estará dando pie a prestar atención a otros aspectos. Basta observar que en las últimas semanas han proliferado las reuniones entre las delegaciones de EE UU e Irán solos, sin sus colegas rusos, británicos, alemanes, chinos o franceses. No hace falta ser un lince para imaginar que en ese marco de diálogo, estadounidenses e iraníes no solo discuten del acuerdo del Grupo 5+1, sino sobre capítulos más amplios que afectan a la región. Imagino que el catálogo de asuntos incluirá los dosieres más candentes como Irak, la contribución de Irán a la lucha contra el llamado Estado Islámico, Siria, Libia, Yemen, o los recelos de Arabia Saudí, Qatar y Turquía. El hecho de que Washington y Teherán hablen, discutan, negocien, cedan, exijan, acuerden o desacuerden sobre todo esto es novedoso y esperanzador. Pero no es fácil. Por eso está siendo tan difícil llegar a un acuerdo.

PE. ¿Hasta qué punto es importante el acuerdo con Irán para frenar lo que hoy parece presentarse como una nueva era nuclear?

LS. Yo creo que lo que hace Irán es manifestar un acto de fe en el Tratado de No Proliferacion Nuclear (TNP) que, por cierto, tiene muy mala fama, nos guste o no. El TNP es un acuerdo incumplido hasta la saciedad por los países más militarmente nucleares, los llamados años atrás los “cinco grandes”, que no son otros que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con nutridos arsenales nucleares todos ellos. Y son cinco de los seis que están negociando hoy día con Irán. Como digo, esos cinco países no dan buen ejemplo. Miran hacia otro lado cuando se les recuerda que el artículo IV del TNP les reclama la materialización de acuerdos para la reducción y liquidación de sus arsenales. Ahora bien, cuando toca exigir a los demás, a los no nucleares que son firmantes, entonces el TNP es aplicado con todo esmero. Es una tutela más de los cinco grandes. No obstante, bienvenida sea la limitación y bien está que con este acuerdo Irán termine alineando sus programas nucleares civiles a las exigencias más escrupulosas del TNP y a la verificación de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). El compromiso de Teherán de hacerlo así traduce un deseo de normalizar su situación, incluso a través de las exigencias puntillosísimas del TNP que le reclaman los países nucleares que están lejos de ser fieles cumplidores del tratado. Por eso digo que es un acto de fe en el TNP y en la desnuclearización. Yo no pienso que estemos asistiendo a una nueva era nuclear. Este acuerdo, si fragua, es precisamente una prueba de lo contrario. Y si se quisiera ir más lejos, ahí están los deseos de algunos países que han formulado propuestas para una total desnuclearización de la región. Pero hoy por hoy ese escenario no es realista.

PE. ¿Cuáles serían las implicaciones regionales del acuerdo con Irán?

LS. La región no es precisamente un ejemplo de estabilidad. Como dice el embajador Ochoa Brun, auténtico maestro de diplomáticos, “por lo común, prescindir de la diplomacia es resignarse a la guerra”. Y la región lo que necesita son mayores dosis de diplomacia y detener la guerra. Si Irán accede a someter su programa nuclear civil a los postulados de la OIEA y a los términos del acuerdo que ahora se negocian será un éxito de la diplomacia. Éxito para los seis países que ahora discuten y para la comunidad internacional. Y a partir de ahí se puede abrir la reflexión conjunta a otros temas. La intervención del general iraní Qasim Soleimani derrotando a las milicias del EI/Daesh o o como le llamen y las declaraciones del ministro de Defensa de Irak, mostrando su comodidad con la ayuda recibida de Irán con el conocimiento de EE UU, revelan que un nuevo tipo de reglas de juego pueden establecerse. Hay que cuidar la integración de todos los ingredientes: los temores de Arabia Saudí la deriva neo-otomana de Turquía de ese viaje a ninguna parte, la reflexión desapasionada sobre Siria después de cuatro años de guerra y 220.000 muertos, contar con un Egipto estable, la urgencia de orden en Libia y el recelo de las monarquías del golfo Pérsico…Y hablar, analizar y proponer. La iniciativa del rey Abdula de Jordania reclamando un diálogo arabe-irani es un síntoma de que ello es posible y un paso en la dirección adecuada.

PE. Los negociadores iraníes insisten en que todas las sanciones deben ser levantadas si se llega a un acuerdo en junio. ¿Hasta qué punto esa petición es tan relevante?

LS. Es el Consejo de Seguridad quien determina, a través del capítulo VII de la Carta de la ONU, la existencia de una amenaza, quebrantamiento o agresión a la paz. Y al Consejo le corresponde decidir qué acciones pueden emplearse. Las sanciones se contemplan como una de las herramientas. Las sanciones de la ONU dieron pie a que EE UU y la Unión Europea, por su parte, adoptasen sus propias sanciones. Las de la UE fueron las más estrictas. Su objeto era convencer a Irán de que debía discutir en serio el asunto nuclear. Lo recuerdo porque fue la época en la que era embajador de España en Teherán. El periodo de la presidencia de Mahmud Ahmadineyad, cuando este no quería negociar, jugaba al bluff e irritaba a Occidente, lo que le divertía enormemente. Bien, esa época pasó. Irán llegó a la mesa de negociaciones con el gobierno de Rohani con un nuevo espíritu. Ha negociado abiertamente, se están haciendo progresos y, si se alcanzan compromisos, no tiene sentido que las sanciones permanezcan. Y menos las que afectan al día a día de los ciudadanos iraníes. La supresión de sanciones será buena desde el punto de vista económico y, sobre todo, desde el punto de vista político. El tráfico comercial beneficiará a Europa y a Irán. La libertad de acción financiera, el acceso al crédito internacional y el desarrollo de proyectos conjuntos generarán un claro crecimiento económico. Y un país económicamente estable es políticamente estable.

Por último, un acuerdo de estas características debería ser inmediatamente enviado al Consejo de Seguridad de la ONU. Tras el ajuste, no hay base jurídica ni política para las sanciones. Insisto, la diplomacia es el mejor modo de suscitar acuerdos, si estos son posibles. No se pueden imponer o perpetuar sanciones simplemente por el hecho de que alguien, dirigente o país, estén políticamente frustrados. No se pueden arbitrar las relaciones entre Estados a “sancionazos”.

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