Los ataques del 7 de julio en Teherán golpearon el corazón simbólico de la república revolucionaria de Irán. En esta entrevista, Ali Vaez, nuestro investigador principal para Irán, explica cómo estas atrocidades muestran que las guerras de poder en Oriente Próximo están llegando mucho más allá del campo de batalla.
¿Cómo de inusuales son estos ataques para Irán?
Si de hecho fueran, como ha sido reivindicado, un ataque perpetrado por el Estado Islámico, sería la primera vez que esta organización logra atacar a Irán dentro de sus fronteras. Pero los ataques terroristas no son nada nuevo para Irán. En los primeros años de su convulsa revolución, la organización izquierdista-islamista de los Luchadores del Pueblo de Irán / Muyahidin-e Jalq (MEK, por sus siglas en persa) recurrió a la violencia. En los años ochenta, se produjeron hasta 120 ataques terroristas en Teherán por parte de MEK y otros grupos violentos, matando a cientos de oficiales iraníes, incluyendo al presidente y al primer ministro en agosto de 1981. Incluso el líder supremo actual, el ayatolá Jamenei, fue un blanco de los ataques. Sobrevivió a un intento de asesinato, pero perdió por completo el uso de su mano derecha.
Como consecuencia, la República Islámica desarrolló una poderosa capacidad de lucha anti-terrorista a través de los servicios de inteligencia y de las fuerzas de seguridad que, junto a la milicia paramilitar Basij, convirtió a Irán en uno de los países más estables de la región, a costa de una dura represión. La única excepción al exitoso récord anti-terrorista iraní fue el asesinato de científicos nucleares iraníes en el punto álgido del enfrentamiento sobre su programa nuclear. Pero esos fueron asesinatos con objetivos concretos, en contraposición a las muertes indiscriminadas que caracterizan los ataques terroristas.
“Los objetivos parecen haber sido escogidos para maximizar el impacto político y no el número de víctimas mortales”
El hecho de que Dáesh no haya podido atacar Irán hasta ahora no ha sido por falta de intentos. Ha habido multitud de informes sobre ataques frustrados en varias ciudades iraníes. Según oficiales del país, las agencias de inteligencia iraníes han detectado y desmantelado 58 grupos terroristas afiliados a Dáesh en los últimos años. En marzo de 2016, el ejército iraní informó de haber dado muerte a dos supuestos reclutas de Dáesh en la provincia occidental de Kermanshah. En junio de 2016, la prensa iraní informó de la detención de 18 personas que estaban intentando reclutar nuevos miembros a través de las redes sociales. El agosto de ese año, el ministro de inteligencia iraní afirmó que las autoridades habían impedido que 1.500 jóvenes iraníes se unieran a las filas del Estado Islámico. En meses recientes ha habido un repunte en la propaganda contra Teherán, con la publicación en marzo por parte de Dáesh de un insólito vídeo en persa, alentando a la minoría suní de Irán a lanzar una guerra religiosa contra la élite gobernante chií.
Los ataques están, con toda probabilidad, vinculados al sectarismo extremista de la lucha en Irak y Siria. Irán, una potencia musulmana chií, está profundamente implicada en ambos conflictos. Grupos musulmanes salafistas y suníes como el Estado Islámico llevan insultando a los chiíes largo y tendido.
De acuerdo con esto, lo sorprendente no son los ataques, sino que Irán fuera capaz de evitarlos durante tanto tiempo. Los ataques han sido una llamada de alerta para el aparato de seguridad iraní, pero probablemente lo sean también para los yihadistas, que se verán impulsados a explotar las vulnerabilidades de Irán.
¿Cuál es el impacto inmediato de este ataque?
Hay diferentes opiniones en Teherán. Entre los líderes, algunos han buscado restar importancia a los ataques. El líder supremo ha dicho al respecto que unos “terroristas jugando torpemente con petardos” no afectarán a Irán, mientras que el portavoz del parlamento, donde doce personas fueron asesinadas y muchas heridas, los denominó un “incidente trivial”. La Guardia Revolucionaria, sin embargo, ha jurado venganza, dibujando un vínculo infundado entre los ataques y un esfuerzo conjunto de saudíes y estadounidenses en respuesta a las políticas regionales de Teherán. El ministro de inteligencia, por otro lado, ha dicho que era demasiado pronto para culpar a los saudíes. Con todo y eso, la dura retórica empleada por ambas partes probablemente exacerbe las tensiones entre Irán y Arabia Saudí y reduzca las posibilidades, ya de por sí escasas, de cualquier tipo de reconciliación en un futuro próximo.
“Los ataques podrían capacitar a la Guardia Revolucionaria para resistir [a Rohaní] y reprimir la disidencia interna”
Aún así, no veo ninguna escalada inmediata de la fricción entre Irán y Arabia Saudí. Ni el liderazgo de Teherán ni el de Riad parecen dispuestos a asumir una confrontación directa. Sin embargo, a medida que aumenten las tensiones, los errores de cálculo se harán más probables por ambas partes. En paralelo, todo esto aviva el sectarismo en la región, lo que constituye un regalo para el Estado Islámico y Al Qaeda.
¿Cuál era el simbolismo de los blancos escogidos?
Los objetivos de los ataques parecen haber sido escogido para maximizar el impacto político y no el número de víctimas mortales. Los atacantes escogieron dos pilares fundamentales de la República Islámica, el mausoleo del ayatolá Jomeini, el fundador del sistema teocrático iraní, y el Parlamento, centro de la tradición republicana del país. Asumiendo que Dáesh estuviera detrás, es sorprendente que reclamara la autoría de los ataques inmediatamente después de tener lugar, sin esperar un tiempo como suele hacer. Esto probablemente se deba a una consideración de los ataques como un extraordinario éxito mientras el grupo pierde terreno rápidamente en Irak y Siria.
¿Cuál crees que será el impacto doméstico?
Inicialmente al menos, los ataques probablemente provoquen un efecto de “agrupamiento en torno a la bandera” entre la población iraní, aunque esto podría cambiar rápidamente dependiendo de dos cuestiones clave: la primera, ¿usará alguien en Irán esta eventualidad con fines políticos, y cómo? Y la segunda: ¿cómo fueron los terroristas capaces de perpetrar estos ataques?
El presidente, Hasan Rohaní, acaba de salir de unas elecciones en las que ha recibido un gran apoyo popular para cumplir su promesa de des-securitizar el espacio doméstico. Los ataques sin embargo podrían capacitar a la Guardia Revolucionaria para resistir su mandato y reprimir la disidencia interna. Si Rohaní tiene éxito a la hora de generar rápidamente un consenso sobre un posible camino a seguir para cubrir ciertas lagunas legales en la rama de la seguridad, mientras garantiza la tolerancia hacia un mayor grado de pluralismo político, podría ser capaz de prevenir un juego de culpas contraproducente que ahondaría la polarización social. Esto podría llevarse a cabo a través del Consejo Superior de Seguridad Nacional, que agrupa a figuras clave de la esfera civil y militar y toma todas las decisiones importantes sobre la seguridad nacional iraní. Dada la amplia experiencia de Rohaní en el establishment de la seguridad nacional del país, tiene las habilidades y el conocimiento para conseguir su objetivo. Pero en este momento es imposible predecir si tendrá éxito o no.
La respuesta a la segunda pregunta se aclara por momentos. Según oficiales iraníes, los perpetradores parecen ser reclutas de Dáesh provenientes de las provincias iraníes con mayoría suní, que habían combatido al lado de la organización en Mosul y Al Raqa. Esto podría ser usado como un pretexto para aumentar la represión política en las provincias fronterizas del oeste, suroeste y sureste del país, donde habitan entre el 5 y el 10% de la población suní de Irán. Si bien el apoyo social a los yihadistas por parte de los suníes iraníes es bajo, a pesar del descontento con el trato que reciben de las autoridades centrales, un movimiento represivo por parte del gobierno –si es lo suficientemente duro y se mantiene el tiempo suficiente– podría cambiar eso. El factor explicativo de la radicalización yihadista más relevante es un trato severo desde el gobierno. Significativamente, los mayores niveles de participación en las últimas elecciones se dieron en las provincias mayormente suníes como Sistán-Baluchistán (75%) y Kurdistán (59%). En ambos casos se votó de forma aplastante (en un 73%) por el candidato más pragmático, Rohaní.
¿Cuál ha sido la reacción a nivel regional?
Algunos países como Turquía, Omán y Catar han denunciado los ataques, mientras otros como Arabia Saudí y Baréin no se han pronunciado al respecto. Algunos verán en los ataques un merecido castigo hacia un país que ha interferido libremente y alimentado el sectarismo en Irak, Siria, Yemen, Líbano y otros países, hasta ahora sin repercusión en sus propias fronteras. Los ataques que se han producido representan de todos modos un tipo diferente de respuesta. Irán, como cualquier país de la región, ha reprimido su respuesta hacia los yihadistas, incluyendo Al Qaeda, siempre que sus armas estuvieran apuntando a los enemigos de Irán. Pero las relaciones tácticas con estos grupos generalmente conllevan daños colaterales.
“Parece que Trump está teniendo éxito donde la República Islámica ha fallado durante los últimos 38 años: en volver a los iraníes en contra de EEUU”
¿Cuál ha sido la reacción en el resto del mundo?
El departamento de Estado de EEUU ha condenado los ataques severamente; pero Donald Trump añadió insulto al agravio resaltando que “los Estados que financian el terrorismo se arriesgan a caer víctimas de la maldad que ellos mismos promueven”. En los mismos días de los ataques, el Congreso de EEUU votaba una nueva legislación sancionadora contra Irán, particularmente dirigida a la Guardia Revolucionaria. El ministro de asuntos exteriores de Irán replicó en Twitter: “Declaración repugnante [de la Casa Blanca] y sanciones del Senado mientras los iraníes combaten el terrorismo respaldado por los clientes de EEUU. El pueblo de Irán rechaza tales pretensiones de amistad por parte de EEUU”.
Siguiendo las redes sociales iraníes, me sorprendió en qué medida la insensibilidad de Washington había ofendido al público iraní. Durante años, los observadores iraníes se quedaban perplejos por la pervivencia del apoyo a EEUU entre la población iraní a pesar de tener un gobierno altamente anti-americano y de ser expuestos a propaganda anti-americana durante prácticamente cuatro décadas. Parece que la administración Trump, primero con el veto migratorio, después con una retórica hostil y ahora con esta declaración, está teniendo éxito donde la República Islámica ha fallado durante los últimos 38 años: en volver a los iraníes en contra de EEUU.
Por su parte, los líderes europeos y asiáticos no dudaron en hacer lo correcto y condenaron los ataques de Teherán con igual contundencia que con cualquier otro ataque. Los ataques son un recordatorio de que los efectos de las luchas de poder que perduran en la región llegan mucho más allá del campo de batalla. A pesar de las derrotas recientes del Estado Islámico, mientras estas guerras y la demonización sectaria continúen, debemos esperar más tragedias de esta naturaleza.
Entrevista publicada originalmente en la web de Crisis Group.