Podemos pensar que Irán lo tiene todo para convertirse en una potencia regional: abundante población, voluntad política, recursos económicos y energéticos, y consolidadas instituciones internas. Además, disfruta de un entorno regional relativamente favorable: debilidad de algunos de los países cercanos, el colapso de Irak y por tanto la desaparición del mayor contrapeso y enemigo del régimen iraní, o la eliminación de los talibanes con la invasión estadounidense de Afganistán. Desde entonces, Irán ha aumentado su influencia sobre todo en países con mayorías chiíes. El país se ha posicionado como un poder emergente.
Oriente Próximo se encuentra inmersa en una oleada de violencia sectaria difícil de controlar. En este entorno, Irán podría estar “revalorizándose”. Para Ramin Jahanbegloo, conocido filósofo irano-canadiense, se trata de un país clave en una región altamente política y religiosa, tal y cómo advertía en la conferencia “The New Regional Role of Iran in Taming of Violence in the Middle East”, en el Instituto de Empresa. Según Jahanbegloo, Irán se está volviendo más fuerte, tiene sus propias estrategias realistas sostenibles y se ve a sí mismo como un “hegemón natural”, lo que él llama el imperial syndrome.
Para Jahanbegloo, Irán es un actor racional cuyas decisiones buscan el beneficio propio. Tras esta visión realista se escondería una actuación que pretende mantener el tradicional equilibrio de poder. Irán está interesado en mantener cierta estabilidad regional. No solo se trata de una cuestión política, sino también económica. Su política es en cierto modo clásica y oportunista, aunque nunca sacrificaría sus prioridades.
Irán, además, busca encontrar su sitio en el sistema internacional. Y esta cambiando. La siguiente frontera es consolidarse como una sociedad postislamista. Los jóvenes, sector numeroso y formado de la sociedad iraní, son uno de los máximos potenciales del país. La sociedad civil es una de las más secularizadas de la región, lo que puede ayudar a frenar el radicalismo. Aunque no resulta fácil ser secular y religioso a la vez. Según Roberto Toscano, exembajador de Italia en Irán, no hay ningún país que lo sea, pero Irán lo estaría consiguiendo. Pongamos un ejemplo. Turquía tiene un secularismo impuesto, pero su sociedad se aproxima a la religiosidad. En Irán ocurriría lo contrario: con una religiosidad impuesta, su sociedad busca la secularización. Jahanbegloo ejemplifica esto con la caída de la natalidad: antes se necesitaban nuevas generaciones que mantuviesen viva la Revolución, pero a día de hoy eso ya no es necesario, y la natalidad ha caído. Otro ejemplo es el hecho de que los jóvenes iraníes sienten hoy más atracción por los partidos seculares.
Sus potencialidades para convertirse en líder regional no se limitan a una población abundante, joven y formada. Su posición estratégica es excepcional. Se encuentra entre varios mundos, en su territorio confluyen distintos espacios geográficos y está en un punto intermedio entre Europa y Asia. Con dos fronteras marítimas, al norte y al sur, y límites territoriales con numerosos Estados, estamos ante un país verdaderamente importante a nivel geopolítico, lo que se completa con sus reservas de hidrocarburos. Además, posee una sólida identidad iraní fruto de su extensa experiencia histórica, y juega con la ventaja de la cohesión chií frente a la fragmentación de los sunníes. Su influencia en la rama chií le ha permitido tener un punto de referencia para lanzar sus estrategias de soft power, además de su atractiva cultura persa en un entorno árabe.
Pero junto a esto Irán cuenta con una serie de debilidades u obstáculos que pueden dificultarle su hegemonía regional. Esta carrera por el poder de Oriente Próximo la disputa a la par que Arabia Saudí, y muy cerca de Turquía. Estos países también tienen intereses hegemónicos y, cada uno a su manera, están dando pasos agigantados por llegar primero a la meta. Las alianzas tradicionales se estarían redefiniendo en Oriente Próximo.
¿Eje del mal?
Fuera de la región, Irán ha sido tachado por Estados Unidos de integrante del “eje del mal”, de patrocinar el terrorismo y de tratar de bloquear los intentos de resolución del conflicto palestino-israelí. El resultado es el de un régimen aislado internacionalmente. Si con la administración presidida por George W. Bush el entendimiento fue imposible, con Barack Obama las líneas de comunicación se abrieron modestamente, y se ha adoptó un tono más conciliador, tal y como apunta Jahanbegloo. Con este diálogo constructivo, el panorama es más esperanzador. Una buena relación entre Irán y EE UU puede ser clave para mejorar las situaciones de Afganistán, Irak y el conflicto palestino-israelí. Además, resultaría fundamental para luchar contra el Estado Islámico. Para Jahanbegloo, es necesario buscar áreas de interés conjuntas. Occidente puede verlo como un aliado contra el Estado Islámico y Al Qaeda; o puede tener un doble enemigo: por un lado, Irán; y por otro, el Estado Islámico y Al Qaeda.
Esta posible alianza, junto con la cuestión nuclear, tiene en vilo a Israel. La reciente intervención del primer ministro, Benjamin Netanyahu, en el Capitolio no ha dejado indiferente a nadie. Para él, una alianza entre EE UU e Irán sería peligrosa. “Derrotar al Estado Islámico dejando que Irán tenga armas nucleares sería ganar una batalla pero perder la guerra. No podemos dejar que eso ocurra”, afirmaba, en referencia a las negociaciones de un posible acuerdo entre Washington y Teherán. En Estados Unidos, la cuestión está dividiendo a los propios demócratas, muchos comparten los miedos que el primer ministro israelí.
Irán ha luchado contra el terrorismo en la zona, primero contra Al Qaeda, luego contra el Estado Islámico. En este sentido, debería ser un actor más importante para Europa, o en palabras de Jahanbegloo, el más importante de la región, incluso más que Turquía. Se está construyendo un nuevo Irán, diferente al anterior, más secular y abierto al diálogo; que cada vez tiene un papel más destacado en la región de Magreb y Oriente Medio. Es por ello, concluye Jahanbegloo, que Occidente debería aprovechar para convertirlo en un socio estratégico.
[…] por su peso económico y demográfico, está llamado a ser una potencia regional. Aunque las negociaciones están generando inercia, aún es pronto para dar por hecho una […]