Human Rights Watch (HRW) acaba de publicar su Informe Mundial 2011, donde realiza un examen sobre las prácticas de los derechos humanos en todo el mundo. ¿Cuál ha sido su principal descubrimiento? Que el diálogo y la cooperación en materia tan sensible ganan en popularidad. ¿El problema? Que dichas prácticas, si no se apoyan en una voluntad política firme por parte de los gobiernos implicados en promover de manera efectiva los derechos humanos, no pasan de meras buenas intenciones. Esto es lo que está sucediendo en la actualidad.
Según HRW, el diálogo por sí mismo no funciona. Cuando los gobiernos condenan los abusos, condicionan las ayudas militares o las contribuciones presupuestarias al fin de las violaciones de los derechos humanos, o exigen el enjuiciamiento y castigo de los responsables de dichas violaciones, la presión sí que puede ser efectiva, ya que elevan el coste de no respetar los derechos humanos para los gobiernos abusivos. Sin embargo, cuando el diálogo no va más allá de una declaración de buenas intenciones, el balance coste-beneficio se altera y el gobierno en cuestión no se siente tan presionado para dejar de lado la represión.
El informe de HRW centra gran parte de sus críticas en la Unión Europea, un actor internacional que ha colocado los valores (como el respeto a los derechos humanos o la promoción de la democracia) en el corazón de su política exterior, al menos sobre el papel. La realidad es menos edificante.
Los diálogos constructivos de la UE no funcionan, afirma HRW. Los acuerdos de asociación y cooperación de la UE con terceros países están condicionados al respeto básico de los derechos humanos. A pesar de ello, la UE ha cerrado pactos comerciales con Turkmenistán (un gobierno “severamente represivo” en palabras de HRW) y estaba en negociaciones con el Túnez de Ben Alí para firmar un Estatuto Avanzado como el que ya había firmado con Marruecos.
La política europea hacia el Norte de África y los acontecimientos que se suceden en las últimas semanas en la región ilustra bien las tendecias mencionadas por HRW. El derrocamiento de Ben Alí en Túnez y las demandas de derechos y libertades por parte de una población exasperada, parecen haber encontrado en fuera de juego a una UE que ha primado la estabilidad en la zona por encima de cualquier otra consideración. Las revueltas se extienden por toda la región y ahora le toca el turno a Egipto, bajo el yugo de Hosni Mubarak desde 1981.
¿Optimismo para el futuro?
No todo se hizo mal en 2010, por supuesto. La concesión del Premio Nobel de la Paz al disidente chio Liu Xiaobo puso el tema de los derechos humanos en primera plana. China hizo un gran esfuerzo para boicotear la ceremonia del entrega del galardón; algunos países no acudieron, sí lo hizo la mayoría. Un tanto para el comité noruego que decide sobre los premiados.
Este año 2011 ha empezado de manera diferente, al menos en lo que respecta a China. En una visita del presidente chino Hu Jintao a Estados Unidos, éste hizo el mayor compromiso con la democracia y los derechos humanos que se haya oído jamás en público a un presidente chino. Ante un sorprendida audiencia, Jintao declaró: “Continuaremos nuestro esfuerzo por mejorar la vida de los chinos y mejorar la democracia y el imperio de la ley. Hemos hecho enormes progresos en derechos humanos, como ha reconocido todo el mundo, pero aún queda mucho más por hacer”.
Que se tratase de una respuesta para salir del paso o del primero de muchos pasos en el camino de los derechos humanos y las libertades en el gigante asiático, el tiempo lo dirá. Sin duda, se trata de un acontecimiento, como las revueltas en el Norte de África. Quizá haya llegado la hora de quitarse los guantes de seda a la hora de tratar con abusadores, como pide HRW, puede que así su informe de 2012 contenga más alegrías.
Para más información:
Susi Dennison y Anthony Dworkin, «Valores y política exterior en la Unión Europea». Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Xulio Ríos, «Desarrollo, unidad y democracia ‘a la China’». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
The Economist, «In the dock, but for what?». Artículo, noviembre 2010.