China celebró por todo lo alto el 20 de diciembre los quince años de la devolución de Macao (1999). Presente en las ceremonias oficiales, el presidente chino Xi Jinping no dudó en reivindicar la vigencia y utilidad del principio “un país, dos sistemas”, el mismo que buena parte de la sociedad hongkonesa y taiwanesa viene poniendo en cuestión como fórmula ideada para plasmar el encaje político-territorial de dichas realidades en la China del siglo XXI.
En Hong Kong, excolonia británica, la desactivación de la revolución de los Paraguas por desgaste y división entre las filas de sus promotores, está lejos de representar el fin del conflicto suscitado por la reforma electoral. Si algo ha demostrado dicho movimiento es la existencia de una sólida base para la protesta. Beijing no lo tendrá fácil para sumar la mayoría necesaria en el Consejo Legislativo.
En Taiwán, al otro lado del Estrecho, tras la irrupción del Movimiento Girasol, toda la política continental está bajo observación aunque ambas partes se apresuren a negarlo. En Taipei, hasta el KMT rechaza expresamente dicha fórmula en beneficio del reconocimiento del llamado Consenso de 1992 (una China, dos interpretaciones), por otra parte tan elocuente e impreciso como el anterior. Pero el opositor PDP niega la existencia de dicho consenso.
En ambos casos, el principal problema para Beijing radica en las nuevas generaciones que desconfían de una reunificación explícita u oblicua que por la vía económica subvierta de facto las capacidades locales. La participación política de los jóvenes y sobre todo de los movimientos estudiantiles ha afectado notoriamente a la vida política en ambos territorios marcando un importante punto de inflexión. En un encuentro empresarial celebrado recientemente en Taipei, Jack Ma, el dueño de Alibaba, anunciaba una fundación para animar a los jóvenes taiwaneses a promover negocios en el continente. Iniciativas similares podrían multiplicarse en los próximos meses.
También en ambos casos, del agravamiento de las desigualdades en dichas sociedades se responsabiliza, en gran medida, al tipo de cooperación económica promovido desde Beijing, en cuyos parámetros prima, sobre todo, el entendimiento con las grandes empresas y los grandes magnates. El capítulo social constituye una clamorosa ausencia en el diálogo con sus interlocutores principales a la hora de efectivizar sus políticas en materia de reunificación.
Tomando nota, durante su periplo por Macao, el presidente Xi quiso mostrar su preocupación por el bienestar de la población, visitando familias de trabajadores de bajos ingresos y expresando su esperanza de que el gobierno local preste más atención a la mejora del sustento de la gente común y corriente para que pueda tener un mejor acceso a los frutos del desarrollo de la región. Y eso que este año, Macao superó a Suiza en renta per cápita, con una mejora del 18,4%, situándose en el cuarto lugar del ranking mundial. Desde 1999, la economía de Macao ha crecido más de un 550%. La tasa actual de paro es del 1,7% de la población activa.
En Hong Kong, Leung Chun-ying ha capeado con mejor fortuna la protesta. En Taiwán, Ma Ying-jeou, tras dimitir de la presidencia del KMT por los resultados de las elecciones locales del 29 de noviembre, encara una última y amarga fase de su mandato con un Eric Chu, próximo presidente de su partido, que tiende puentes a su rival interno, Wang Jin-pyng, presidente del legislativo, con vistas a fortalecer la unidad y propone reformas constitucionales que le permitan recuperar terreno ante los soberanistas del PDP. El nuevo gabinete que preside Mao Chi-kuo parece empeñado en responder más rápido y con más sensibilidad a las necesidades públicas.
En Beijing, los responsables de la política taiwanesa aseguran que “no habrá cambios”, pero alguno tendrá que haber si la reforma electoral encalla en Hong Kong y si en Taiwán una victoria del PDP modifica las políticas de la isla hacia el continente. Por otra parte, si el KMT quiere aspirar en serio a ganar en 2016 debe tomar distancias respecto al continente.
China no va a cambiar sus políticas centrales en esta materia pero si algo nos ha podido demostrar siempre es su enorme capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias. Y se empleará a fondo para lograrlo. La reunificación es tanto o más importante que la modernización del país.
Por Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China.