Por Jaume Giné Daví.
El 6 de agosto de 1945, a las 8,15 horas, un B-29 lanzó desde 9.600 metros la primera bomba atómica sobre Hiroshima: 70.000 personas murieron abrasadas por la explosión y 70.000 más fallecieron por los efectos de la radiación antes de finalizar 1945. Tres días después, una segunda bomba lanzada sobre Nagasaki, provocó otras 75.000 muertes. El 15 de agosto, el emperador Hiro Hito anunció por radio la rendición incondicional de Japón, firmada el 2 de septiembre a bordo del portaviones Missouri.
¿Estuvo justificado el doble lanzamiento? Persiste la polémica entre los historiadores e incluso los científicos. Unos afirman que el bombardeo aceleró el final de la Segunda Guerra mundial con el consiguiente ahorro de vidas. Otros creen que no era necesario porque la derrota japonesa era irreversible y solo cuestión de unos meses. Los más críticos consideran que Estados Unidos quería comprobar los efectos de la bomba sobre objetivos reales y demostrar a la Unión Soviética su supremacía militar.
En todo caso, los lanzamientos marcaron el inicio de una carrera de armamentos entre las dos grandes potencias. La URSS lanzó su bomba en 1949. Después, Reino Unido (1952), Francia (1960) y China (1964) se unieron al grupo de cinco potencias nucleares, todas ellas miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se inició la larga etapa de la guerra fría que en Asia oriental se expresó con la proclamación por Mao Zedong de la República Popular China (1949) y la Guerra de Corea (1950-53). La disuasión nuclear frenó una Tercera Guerra mundial pero no las guerras convencionales y localizadas, como en el caso de la cruenta guerra de Vietnam (1964-75).
65 años después, en Hiroshima y Nagasaki, convertidas en el epicentro del pacifismo mundial, la campana volvió a sonar en el Parque de la Paz para recordar al mundo hasta dónde puede llegar la barbarie humana y para hacer otra llamamiento en favor del desarme nuclear. Los Hibakushas o supervivientes de los dos bombardeos ayudan a recordarlo, especialmente, a las jóvenes japoneses. El trauma sigue vivo en Japón. En julio de 2007, el ministro de Defensa Fumio Kyuma se vio forzado a dimitir cuando afirmó que las bombas, al provocar el rápido fin de la guerra, evitaron que Japón fuese ocupado por la URSS. Los ideales pacifistas y antinucleares mantienen un gran apoyo en el país. Sin embargo, Japón aún no ha hecho las paces con sus vecinos asiáticos que, como Corea y China, le recriminan que solo se ha disculpado “con la boca pequeña”.
La caída de la URSS acabó con la guerra fría pero no con la proliferación nuclear. A pesar de la aprobación del Tratado de No Proliferación (TNP), en 1968, existen hoy cuatro países nucleares más (Israel, India, Pakistán y Corea del Norte). Otros, como Irán, sortean las presiones y sanciones internacionales para tener armamento nuclear. Las relaciones internacionales siguen marcadas por su tenencia y la voluntad de lograrlas, incluso por parte de varios Estados fallidos. George W. Bush justificó su intervención en Irak por la presunta tenencia por Sadam Husein de armas de destrucción masiva. Pero las amenazas nucleares se acrecientan con la aparición de grupos terroristas internacionales también ansiosos de hacerse con aquellas armas.
Desgraciadamente, el hombre no aprende y olvida pronto las lecciones de la Historia. Y la humanidad seguirá viviendo en medio de una gran tensión nuclear mientras no se reduzcan hasta su eliminación, unas armas nucleares capaces de destruir la tierra varias veces. Barack Obama lanzó un llamamiento a favor del desarme nuclear en Praga el 5 de abril de 2009 y ya ha alcanzado acuerdos parciales con Rusia. Pero su idealismo choca con la cruda realidad de los intereses estratégicos, económicos y energéticos, de cada Estado, empezando con los de EEUU y los de sus competidores, principalmente China.
(Jaume Giné Daví es profesor de la Facultad de Derecho de ESADE).
Para más información:
Joseph Cirincione y Alexandra Bell, “EE UU y el gran pacto contra la proliferación”. Política Exterior 135, mayo-junio 2010.
Deepti Choubey, “Perspectivas para la Conferencia de Revisión del TNP”. Política Exterior 135, mayo-junio 2010.
Joseph Cirincione, “El fin de las armas nucleares”. Política Exterior 125, septiembre-octubre, 2008.