Por Pablo Colomer.
¿Estamos ante una era de cambios o ante un cambio de era? Si se tratase de lo primero, los acontecimientos históricos se estarían sumando unos a otros, como capas de sedimentos, para maquillar la faz del planeta. Evolución, en resumen. Si se tratase de lo segundo, esos mismos acontecimientos estarían removiendo el terreno para un terremoto a escala global. No se trataría ya de maquillaje, sino de cirugía. Revolución, en suma. ¿Estamos ante un nuevo capítulo bajo el epígrafe de contemporaneidad? ¿O nos hallamos a las puertas de un nuevo bloque temático, cuyo título se nos escapa, y con razón?
De acuerdo con Manuel Escudero, director general de Deusto Business School, el terremoto ha empezado ya. Como expone en este artículo para Política Exterior 145, los pilares del orden actual se tambalean. Las crisis azotan Occidente y también Oriente. A los “decadentes” miembros de la OCDE y a los “pujantes” miembros bajo la etiqueta de los BRIC o la más amplia de los “mercados en expansión”. Y entre esos pilares, el contrato social –ese acuerdo tácito que regula el poder y la justicia en nuestras sociedades– “presenta ya amenazadoras grietas”, en palabras de Escudero. Al parecer, Occidente no gana para sustos.
Contrato social 2.0
“El contrato social es el acuerdo, implícitamente firmado por la ciudadanía, que estipula cómo debe ser gobernada una sociedad –explica Escudero–. Trasciende lo legal para entrar en la esfera de lo legítimo y se refiere, por tanto, a la legitimidad moral de los estándares y valores de gobierno”. Aunque originalmente el contrato social hacía hincapié en los aspectos puramente políticos de la coexistencia pacífica (Hobbes, Locke, Rousseau), en su versión imperante para el siglo XXI (John Rawls), el contrato social se ampliaría para abrazar la justicia e igualdad sociales.
¿Qué razones hay para repensar las claves de ese contrato? Escudero enumera diez. Entre ellas, el “poder blando” –que otorga legitimidad– está cambiando de manos. La licencia moral para actuar, la legitimidad, se desprende fundamentalmente de la opinión pública. En estos momentos, esa opinión pública está siendo generada cada vez más a través de las redes sociales. El número de ciudadanos “desmediatizados” crece, constituyéndose en una poderosa fuente de reflexividad, legitimidad y rápida creación de estados de conciencia a escala global.
De forma paralela, los poderes públicos se están encogiendo. La frustración del ciudadano aumenta ante las opciones políticas que se le presentan, consciente de que estas no podrán resolver, encorsetadas en el ámbito nacional, los problemas transnacionales. Mientras tanto, el poder corporativo toma velocidad, a caballo de la globalización, la desregulación y las privatizaciones.
¿Qué fuerzas surgen para equilibrar la situación? Escudero habla de una corriente a nivel internacional, tendente a la regulación social de las empresas globales por parte de los grupo de interés afectados por ellas. Así, ganan protagonismo conceptos como sostenibilidad, responsabilidad social corporativa o ciudadanía corporativa. Y nace un “nuevo paradigma para la empresa del siglo XXI como institución económica cuyo rol es generar impactos positivos en la sociedad y en la agenda global”, en palabras del director general de Deusto Business School.
Esta tendencia todavía no es mayoritaria ni entre las empresas ni entre las entidades financieras de inversión, quienes ostentan un gran dominio de la economía global. Sin embargo, Escudero pronostica un cambio en su modo de actuar. “Tarde o temprano, un nuevo contrato social estipulará entre sus principales cláusulas que estas entidades financieras de inversión privada se ajusten a nuevos parámetros, estándares y códigos de conducta globales, los cuales deberán respetar si quieren recuperar la legitimidad perdida y la confianza de la opinión pública”, apunta.
Nuevo mundo multipolar
Este diagnóstico parece servir para Occidente, pero ¿servirá para el resto? No solo las finanzas de casino, el neoliberalismo, la socialdemocracia, el Estado del bienestar o la democracia representativa están en entredicho. El capitalismo a la china, las repúblicas hereditarias árabes, el nuevo autoritarismo ruso o el Islam político también tienen problemas. Y mientras los interrogantes crecen en torno a ellos, el mundo alcanza velocidad de crucero.
Las raíces del orden imperante parecen haber quedado al aire. Vivimos en un mundo multipolar en el que los países emergentes consolidarán su presencia y poder de decisión. Acuerdos inéditos saldrán a la palestra en el marco de un multilateralismo de nuevo cuño. Y Escudero advierte: “Este multilateralismo no resultará necesariamente cómodo para quienes han vivido en el epicentro de la globalización: India, China, Brasil o Rusia podrían sacar a la palestra ideas y propuestas desacostumbradas para Occidente”.
¿Servirán esas ideas para hacer frente a los numerosos problemas transnacionales? ¿Deberá Occidente contrarrestar el peso de estos nuevos líderes globales reinventándose una vez más?
Para más información:
Manuel Escudero, «Ciudadanía corporativa y contrato social». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.
William Pfaff, «La política exterior de EE UU y la idea de progreso». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.
Editorial, «2012: elecciones, cambio y continuidad». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.