Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: reajustes en la globalización.
Si algo ha demostrado la crisis económica que se ha abatido sobre los países desarrollados desde 2008 es que las previsiones más optimistas sobre la globalización eran infundadas. El proceso no ha sido un juego “suma-cero” (tu pierdes, yo gano), pero tampoco ha tenido un resultado “win-win” (todos ganan). La globalización –a la que se consideraba capaz de generar un círculo virtuoso de crecimiento global– está desindustrializando a marchas forzadas a muchas economías desarrolladas cuyas exportaciones de alto valor agregado han perdido competitividad por una conjunción de altos costes laborales, baja productividad o una combinación de ambos factores.
La externalización (off-shoring) a países de mano de obra barata es una de las razones que explica el abultado déficit comercial de EE UU en productos manufacturados: 500.000 millones de dólares en 2010. Desde 1978, China ha multiplicado por 10 su participación en el comercio mundial, del 0,7% al 7,7%, mientras que en los últimos 60 años la de EE UU se ha reducido del 28% al 14%.
La productividad del sector manufacturero chino, donde trabajan 65 millones de personas que ganan dos dólares a la hora, está aumentando a una tasa del 10% anual. La superpotencia ha perdido 5,7 millones de puestos de trabajo en este sector en la última década, una contracción del 30%.
La industria manufacturera es responsable del 70% de la I+D privada y emplea al 64% de los científicos e ingenieros estadounidenses. Competir con el “precio chino”, ayudado por la artificial subvaluación del yuan se ha hecho, por ello, vital para los países ricos. Pero un factor inesperado ha comenzado a jugar a su favor: el ascenso de los costes laborales chinos.
En su reciente informe Made in America, again, la consultora Boston Consulting Gruoup (BCG) sostiene que con los salarios chinos subiendo una media del 16% anual durante más de una década, la brecha de costes entre EE UU y China se está estrechando cada vez más, con lo que ya ha dejado de ser un destino atractivo para futuras deslocalizaciones de plantas industriales. El punto de inflexión está a punto de alcanzarse en sectores como la informática, equipos electrónicos, automóviles e incluso muebles. Según el BCG, la diferencia entre los sueldos ajustados a la productividad llegará al 22% en 2015. Si se añaden los costes de transporte, piratería de tecnología y confiabilidad, EE UU recuperará incluso cierta ventaja.
La lista de compañías “repatriadas” está creciendo. Farouk Systems ha regresado sus plantas a Tejas por problemas de falsificaciones. También ha vuelto a fabricar en California ET Water Systems. Master Lock ha retornado a Milwaukee, NCR a Georgia y NatLabs a Florida. BCG espera que unos 800.000 puestos de trabajo regresen a EE UU a mediados de esta década, con un efecto multiplicador que creará 3,2 millones de empleos más. Intel, GM y Caterpillar también han decidido concretar sus inversiones en casa.
Pero la competencia no será fácil. El sector electrónico chino emplea a tres millones de personas. Incluso si EE UU recuperara el 10% de la producción china, el país asiático perdería 300.000 empleos y EE UU ganaría menos de 40.000.
Para más información:
El número 56 de Economía Exterior está dedicado a China. Para ver el índice haga clic aquí.
Federico Steinberg, «Nuevo reparto del poder económico tras la crisis». Política Exterior núm. 142, julio-agosto 2011.