Cuando Lula habla siempre causa un terremoto en Brasil. Tras siete meses de litigio, finalmente el Tribunal Supremo brasileño accedió a que Lula da Silva concediese entrevistas desde la cárcel de Curitiba donde está preso hace un año. Periodistas del periódico español El País y del brasileño Folha de São Paulo escucharon a Lula durante dos horas el pasado 27 de abril. Un Lula audaz, fuerte y bien humorado que abordó muchos asuntos y dejó varias preguntas en el aire, entre ellas: ¿cuál es su futuro? ¿cuál es el futuro del Partido de los Trabajadores (PT)?
Uno de los temas que más repitió Lula en su intervención es que quiere salir de prisión para probar su inocencia y desenmascarar a quienes le metieron allí: el que fuera juez de primera instancia que lo condenó y actual ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, Sergio Moro, y el fiscal federal Deltan Dallagnol, dos de los principales responsables de que se encuentre entre rejas. “Estoy obsesionado con desenmascarar a Sergio Moro y a aquellos que me condenaron. Podré seguir preso 100 años, pero no cambiaré mi dignidad por mi libertad. Quiero probar que todo es una farsa. Tengo una obsesión, pero no siento odio”, declaró Lula en su entrevista.
Pero salir de la cárcel no será fácil. El Tribunal Superior de Justicia acaba de rebajar su pena a ocho años y diez meses y Da Silva podría pedir prisión domiciliaria o régimen semi-abierto en septiembre. El problema es que hay abiertos contra él otros ocho procesos relacionados con corrupción pasiva, tráfico de influencias y blanqueo de capitales. Muchos petistas admiten que mientras Bolsonaro u otro presidente de derecha esté en el poder, Lula no saldrá de la prisión. No obstante, el gobierno Bolsonaro pasa por un mal momento, ya que no consigue consolidar una base aliada que garantice su gobernabilidad, la reforma de las pensiones le está costando sudor y lágrimas y la caída de su popularidad en los 100 primeros días de mandato ha sido la mayor de la historia de la democracia. Solo el 30% de los brasileños tienen una opinión positiva de su gestión. Exactamente por eso, según analiza el PT, a Lula no se le permitirá salir de la cárcel. Para el petismo el juicio de Lula es político y tiene como propósito retirar al expresidente de la circulación electoral.
Pero, ¿y el Partido de los Trabajadores? Tal vez la definición más precisa del momento en el que se encuentra uno de los mayores partidos de centroizquierda del mundo es que todavía es un partido con gran base electoral pero con mucha menos base social de la que tenía años atrás. Fernando Haddad obtuvo el 44,87% de los votos y, con 56 diputados, los petistas consiguieron el mayor grupo parlamentario del Congreso, pero el antipetismo es una fuerza galopante en Brasil. El discurso Lavajatista de que el PT sería el gran arquitecto de la corrupción brasileña ha calado mucho entre los más diversos segmentos sociales. Por otro lado, muchos brasileños culpan al PT, específicamente al gobierno Dilma, por hacer una mala política económica y llevar a Brasil a la crisis donde se encuentra hoy en día. El PT perdió gran parte del voto de las clases medias, resentidas por las políticas públicas de complementación de renta, como la famosa “Bolsa Familia”, y las acciones afirmativas dirigidas a los más pobres y grupos históricamente marginados, como los negros.
Estas clases medias se sintieron abandonadas y vieron su poder adquisitivo disminuir durante la crisis. En un país tan desigual como Brasil, cuestiones terribles como el odio al pobre emergen con fuerza en algunos momentos. Este es uno de ellos. Pero lo más grave es que el PT perdió parte de su apoyo electoral y sobre todo social, entre los pobres, a los que estas políticas públicas iban dirigidas. Para entender esto, es imprescindible fijarse en el papel de las iglesias evangélicas, especialmente pentecostales y neopentecostales, que tienen en los más pobres su público favorito. Desde 2014, el discurso de los pastores dentro de muchas iglesias fue de fuerte crítica moralista al PT, construyendo la idea de que este partido atacaba la familia tradicional, la religión y los valores cristianos. Finalmente, el PT ya no consigue llevar multitudes a las calles como hacía años. Ha perdido su capacidad de movilización. Las personas van a votar 13 (el número del PT en las urnas electrónicas), pero nada más.
El reto de la refundación
Para atacar todos estos problemas, el Partido de los Trabajadores debería pasar por una refundación intensa. Volver a las periferias de donde salió cuando llegó al poder para rescatar la confianza de los más pobres, retomar el diálogo con las clases medias, apostar por cuadros nuevos que no estén enfangados en denuncias de corrupción, así como renovar su programa y su comunicación en un Brasil que ya no es el mismo que el que llevó a Lula a la presidencia en 2002. Pero el PT está en un callejón sin salida. En su comparecencia, Lula repitió en varias ocasiones que él seguía siendo el líder del petismo y que incluso se volvería a presentar a las elecciones. Un momento crucial de la entrevista fue cuando los periodistas preguntaron a Lula sobre quiénes eran los líderes de la izquierda brasileña actual. Citó a varios: los excandidatos Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT); y el gobernador de Maranhão, el comunista Flavio Dino. Ninguno del PT. El mensaje subliminal era transparente. El líder el PT es él.
Está claro que Lula es el mayor activo político de Brasil, pero si no va dejando espacio a los futuros líderes, la renovación es imposible y el PT estará limitado a depender permanentemente de Da Silva sin oxigenarse y poder mirar al futuro. Por otro lado, el Partido de los Trabajadores tampoco puede abandonar a su mayor líder, preso por un proceso judicial absolutamente político e injusto. Sería considerado como una traición por una buena parte de la base petista. Parece que el PT fue recluido con Lula y está en su misma cárcel en Curitiba.
Se habla también de una posible alianza entre las izquierdas o un surgimiento de nuevos actores en este campo. Resulta muy difícil. El tamaño del PT no deja ahora mismo lugar para nadie más en el centroizquierda. Más hacia la izquierda tenemos el PSOL, un partido combativo pero con sólo 10 diputados. Hacia el centro está el PDT, al que pertenece una figura muy potente políticamente: Ciro Gomes. No obstante, Gomes, pensando en el pleito de 2022, parece más preocupado por ocupar el espacio de centroderecha dejado por el fiasco electoral del Partido de la Social-Democracia Brasileña (PSDB).
Muchos brasileños piden renovación. Si el Partido de los Trabajadores no consigue ofrecer esos cambios y Lula continua en la cárcel, la base social de apoyo petista corre riesgo y por extensión también su base electoral. Lo cierto es que el gobierno Bolsonaro está siendo un desastre. De continuar así, el petismo tendría una opción de recuperar el gobierno, pero, primero, debería resolver sus problemas internos, a los que la cúpula petista no parece querer hacer frente.
cero autocritica sobre el tema corrupción y el PT