La confrontación será televisada, porque los rivales son dos magnates de las telecomunicaciones. A un lado Carlos Slim, actualmente el segundo hombre más rico del planeta y el propietario de América Móvil, la cuarta mayor compañía de telecomunicaciones del mundo. Al otro Emilio Azcárraga, propietario del principal conglomerado mediático de México, el Grupo Televisa, también mayor conglomerado mediático de habla hispana. Atrapado en el fuego cruzado está el gobierno mexicano, acusado de actuar en detrimento de los intereses de Slim y a favor de los de su rival.
El duelo de titanes tiene su origen en el ambicioso plan de reformas lanzado por Enrique Peña-Nieto, presidente de México desde 2012. Hace exactamente un año le tocó su turno al sector telecomunicaciones, dominado por un número reducido de conglomerados. El imperio de Slim controla el 80% de la telefonía fija en México y el 70% de la móvil. Televisa, a su vez, acapara el 70% de la televisión abierta (el 30% restante pertenece a TV Azteca).
En un primer momento, la reforma pareció afectar más a Azcárraga que a Slim, al estar dirigida a los medios de la comunicación (incluía una mención en la Constitución al derecho de acceder a información plural). En esa ocasión, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) definió a Televisa como un “agente económico preponderante”. En román paladino: un cuasi-monopolio que acapara más del 50% de su mercado. El dudoso honor vino acompañado de la obligación de compartir su infraestructura con el resto de las teleoperadoras, que causó un desplome del 2,3% del valor de la compañía en la Bolsa de Valores de México. En marzo, el gobierno licitó dos nuevos canales de televisión.
Ese mismo mes le tocó el turno a Slim, cuando el gobierno presentó sus leyes secundarias en la reforma de telecomunicaciones. Tanto la financiera Inbursa como el conglomerado industrial Grupo Carso, ambos propiedad de Slim, pasaron a formar parte de la lista de “agentes económicos preponderantes”. Acto seguido, un nuevo desplome en bolsa, pero esta vez del 4% del valor de América Móvil.
Al enfrentamiento entre América Móvil y el Grupo Televisa se ha unido recientemente Telcel. La compañía, propiedad del Grupo Telefónica, ocupa un 19% del mercado de telefonía y planea una fusión con Iusacell (7%). El 50% de esta compañía es propiedad de Azcárraga (la otra mitad pertenece a Ricardo Salinas, propietario del Grupo Elektra y TV Azteca), y la posibilidad de romper el monopolio de Slim está detrás de las críticas de la compañía al magnate. Esa amenaza, a su vez, realza la rivalidad entre Azcárraga y Slim.
El principal perdedor en este enfrentamiento no es ninguno de los magnates, sino el pueblo mexicano. Lejos de dar un resultado positivo, las privatizaciones de los años noventa, llevadas a cabo con la fiebre por el libre mercado que marcó la década, sirvieron para convertir los monopolios públicos en monopolios privados. El resultado es un mercado de telecomunicaciones poco competitivo y con precios excesivos. Romper este status quo es uno de los retos urgentes a los que se enfrenta el gobierno de Peña Nieto.