Más activismo francés en África. Al entusiasmo con que París acogió la intervención militar de la OTAN en Libia hace tres años y el lanzamiento de la Operación Serval el pasado enero en Malí se une ahora una nueva iniciativa. Esta vez, en la República Centroafricana (RCA), sumida desde diciembre de 2012 en una caótica guerra civil. Laurent Fabius, Ministro de Exteriores francés, confirmó el 26 de noviembre el envío de un contingente de entre 800 y 1.000 soldados a la RCA. Bases militares francesas en el país albergan actualmente a 400 soldados.
La situación en la RCA es crítica. François Bozizé, presidente del país entre 2000 y 2013, huyó a Benín en marzo tras ser derrocado por un golpe de estado. Michel Djotodia gobierna desde entonces con el apoyo de Séleka, la insurgencia musulmana a la que Bozizé intentó apaciguar en un fracasado proceso de paz. Djotodia disolvió Séleka en septiembre, ante la disgregación de la insurgencia en facciones que se dedican a cometer atrocidades por todo el país. Desde entonces la situación no ha hecho más que empeorar, a medida que se suceden, de forma sistemática, las masacres y violaciones. Las divisiones sectarias también se han agravado, en un país mayoritariamente cristiano en el que el 10% de la población es musulmana. Y el ejército, atrofiado durante el corrupto mandato de Bozizé, es incapaz de hacerse con las riendas de la situación. 400.000 personas –casi uno de cada diez centroafricanos– se han visto desplazadas por el conflicto.
Ante una emergencia como esta, la reacción francesa parece acertada. No solo cuenta con el respaldo del gobierno de Djotodia, sino con el de la Unión Africana, actualmente en proceso de desplegar en la RCA una fuerza de 3.600 pacificadores. Estados Unidos, renovando su atención por África en un intento de contener el auge del terrorismo islámico en la región, también considera positiva la decisión del Elíseo. Y qué duda cabe de que el país necesita desesperadamente un mínimo de estabilidad. Se espera que el Consejo de Seguridad de luz verde a la iniciativa francesa a lo largo de esta semana.
Por desgracia no todo el monte es orégano. ¿Qué hacían, en primer lugar, 400 soldados franceses en la RCA? En principio proteger a la diáspora francesa de la antigua colonia. Ocurre, sin embargo, que los países de la región nunca llegaron a cortar los vínculos de dependencia con su antigua metrópolis. O, mejor dicho, los cortaron de forma oficial durante los años sesenta, pero los mantuvieron por debajo de la mesa. Nació así, de la mano de Jacques Foccart, la llamada Françafrique: una opaca red de vínculos económicos y políticos entre élites africanas y el establishment galo. A día de hoy Francia mantiene una importante red de bases militares en el continente, en el que sus ejércitos intervienen ocasionalmente. Conservar influencia a menudo requiere apoyar a dictadores como Mobutu Sese Seko o Zine el Abidine Ben Alí, y tomar medidas punitivas contundentes: en 2004, Francia destruyó la fuerza aérea de Costa de Marfil en 2004 como represalia por la muerte de 9 soldados en revueltas callejeras.
Tanto el conservador Nicolás Sarkozy como el socialista François Hollande prometieron reconducir la relación de vasallaje que la metrópolis mantiene con sus antiguas colonias, pero su éxito es cuestionable. Aunque Hollande ha reducido su apoyo a jefes de Estado de dudosa legitimidad, como el propio Bozizé, no es menos cierto que las intervenciones actuales están destinadas a preservar los intereses económicos de Francia en la región.
Igualmente llamativo es el activismo de Francia fuera de Europa, cuando su influencia dentro de ella no hace más que menguar. El gobierno de Hollande también se ha mostrado activo en la crisis Siria y las negociaciones con Irán, manteniendo un perfil belicista que hubiese pasado una factura considerable a cualquier gobierno conservador. Es posible que la búsqueda de réditos en el exterior sea la válvula de escape de un presidente cuya popularidad se ha desplomado en tan solo año y medio de mandato, y que se ha visto desplazado por una Alemania que marca el compás de la política europea. Aunque el reciente descenso del paro en Francia da algo de oxígeno al gobierno de Hollande, la economía también pasa por horas bajas. El 8 de noviembre Standard & Poor’s rebajó la calificación de la deuda gala, asestando otro varapalo a una población que actualmente es la más pesimista de Europa con respecto al futuro.
La intervención francesa en Malí, a pesar de su aparente éxito, no ha mejorado la imagen de Hollande. Y ante los crecientes aprietos económicos, no parece que París pueda prolongar su intervencionismo en África indefinidamente. Pero en la medida en que esta intervención traiga un mínimo de estabilidad a la región, es posible que los habitantes de la RCA la contemplen con buenos ojos.