El futuro de los flujos de datos entre Europa y China es incierto. Al dar prioridad a la seguridad nacional en su régimen de gobernanza de datos, China está interfiriendo en la transmisión libre, eficaz y segura de datos a través de las fronteras que el mundo ha llegado a conocer. Los responsables políticos estadounidenses están respondiendo a este peligro, aunque los llamamientos a prohibir las plataformas de Internet establecidas en China corren el riesgo de fracturar aún más la economía digital. Los responsables políticos europeos no están respondiendo, pero podrían tener mejores soluciones, si ampliaran su enfoque más allá de la privacidad de los datos.
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La buena noticia es que China no se está convirtiendo en una fortaleza de datos. Una pequeña pero importante señal se produjo en enero, cuando un estudio conjunto sobre el tratamiento del cáncer realizado por investigadores de Pekín y Ámsterdam se convirtió en el primer proyecto en superar la nueva y estricta evaluación de exportación de datos de la Administración del Ciberespacio de China. Esto demuestra que Pekín está trabajando para garantizar que la economía, la sociedad y el sistema de innovación de China sigan beneficiándose del intercambio transfronterizo de datos.
La mala noticia es que la economía de datos del país está llegando a parecerse a una isla cuyo gobierno controla estrictamente qué barcos llegan a atracar y –lo que es más preocupante– cuáles pueden zarpar. Las nuevas leyes, normativas y políticas pretenden retener grandes cantidades de datos dentro de las fronteras chinas en pos de la soberanía digital. Los dirigentes están obsesionados con el riesgo de que gobiernos extranjeros puedan socavar la seguridad nacional explotando datos chinos, desde datos industriales estratégicos hasta viajes en taxi de usuarios e información encontrada en estudios académicos.
Pekín quiere acceder a los datos para el control social y económico
Paralelamente a la “nacionalización” de los datos, el Partido Comunista Chino quiere un acceso preferente a los mismos. Ha presionado a los gigantes tecnológicos privados, desde Apple a Ant Group, para que compartan los datos de los consumidores con las autoridades. También sigue esforzándose por integrar las toneladas de información personal que obtiene de los ciudadanos para perfeccionar el control social y político. Además, está procurando recopilar datos en el extranjero para controlar la opinión pública, reunir información de inteligencia y obtener tecnología extranjera. No es de extrañar que Washington quiera limitar la transferencia de datos sensibles a China.
La Administración Biden ha encomendado al Departamento de Comercio a examinar los riesgos asociados a la apropiación de datos de ciudadanos estadounidenses por parte de “adversarios extranjeros”. Las peticiones para prohibir la plataforma china de transmisión de vídeos TikTok se multiplican en Washington, hasta el punto de que no está claro si el plan de la empresa para apaciguar a la comunidad de seguridad nacional estadounidense logrará ganarse los corazones y las mentes suficientes. Estados Unidos ha cancelado o desviado cuatro proyectos de cable submarino a Hong Kong, y el intercambio de información en línea podría ser una víctima similar.
Pero la isla de datos de China no desaparecerá pronto. En lugar de empeorar la situación recurriendo a la desconexión total, las democracias pueden sin duda abordar el problema de forma más razonable, buscando formas de convivir con él. Por ejemplo, una prohibición de TikTok sería vista como una reacción exagerada en Bruselas. Después de todo, los actores malignos pueden comprar los datos de los ciudadanos estadounidenses a los intermediarios de datos (data brokers) no regulados del país y las redes sociales estadounidenses son un blanco probado para Pekín.
El enfoque tecnocrático de la UE, a menudo desacreditado, puede tener ventajas reales en este caso. Su lenta reacción ante TikTok y el retraso de la empresa en la apertura de un centro de datos europeo han saltado a los titulares. Pero el riesgo de que TikTok manipule la información es posiblemente mucho mayor que su mala gestión de los datos. Una vez que la Ley de Servicios Digitales de la UE se aplique correctamente, todas las plataformas en línea, independientemente de dónde tengan su sede, tendrán que mostrar cómo sus algoritmos “empujan” el contenido. Estas exigencias de transparencia deberían garantizar una mejor gobernanza.
Europa se queda atrás
Antes de que Europa aproveche sus puntos fuertes, tiene que comprender sus puntos débiles. Todavía va a la zaga tanto de China como de EEUU en lo que respecta a la consideración de su seguridad y las implicaciones estratégicas de los datos. La Academia Polaca de las Ciencias marcó una notable excepción, cuando en 2021 decidió cancelar una asociación para crear un mapa genómico de Polonia con BGI Group, quien supuestamente colabora con el ejército chino en investigación genética. En Europa abundan los ejemplos de posibles exfiltraciones de datos, mientras que la Ley de Seguridad de Datos de China y otras normas obligan a las organizaciones chinas a colaborar con la seguridad y la inteligencia del Estado si se les solicita.
La Unión también se encuentra atrapada entre cuestiones éticas. En el pasado, investigadores europeos han colaborado con la policía china en estudios científicos en los que se utilizó ADN recogido de las perseguidas minorías uigur y tibetana. Estas muestras se tomaron probablemente sin consentimiento y algunas permanecen almacenadas en un depósito en línea en Alemania. La cuestión es si los responsables políticos deben preocuparse por la privacidad de los datos solo cuando afecta a los europeos.
La UE y sus Estados miembros necesitan una estrategia global para hacer frente a China en el espacio de los datos. Deberían revisar los riesgos vinculados a las actividades de las empresas chinas en Europa e incentivar a los investigadores para que den prioridad a la ética de los datos en las colaboraciones con sus homólogos chinos. Deberían reforzar la ciberdefensa, la protección de las infraestructuras críticas, el control de las inversiones y la seguridad de la investigación frente a los esfuerzos de Pekín por adquirir datos e información. Dado que las redes sociales y las técnicas de inteligencia de código abierto hacen inevitable cierta recolección de datos, deberían entrar en juego soluciones técnicas, como nuevos métodos de IA para contrarrestar la desinformación y los ciberataques.
Las empresas europeas aún tendrán que encontrar sus propias formas de navegar por la isla de datos de China. Tendrán que decidir si se sienten cómodas con la presión de Pekín para acceder a los datos corporativos y dejar que interfaces respaldadas por el Estado administren las transferencias transfronterizas de datos. Más allá de las empresas, la apuesta de Pekín por la soberanía digital ya está remodelando lo que el mundo sabe sobre China. Lo que salga de la isla de datos lo decidirá cada vez más el Estado.
Artículo originalmente publicado en inglés en la web de MERICS.