La postura proteccionista de Donald Trump con su “América primero” ha puesto en riesgo el sistema comercial multilateral, abocando a negociaciones internacionales basadas en la fuerza, el poder y el tamaño. Poder duro en el sentido más clásico. En este contexto, la posibilidad de que se desaten guerras comerciales está más presente que nunca. Ante esto, las grandes potencias que apuestan por el comercio internacional para abrirse camino se han puesto en marcha, intentando ocupar el vacío dejado por EEUU. Es el caso de la Unión Europea y Japón, que acaban de estampar sus firmas en un principio de acuerdo de libre comercio. Si se materializa, se trataría del mayor acuerdo comercial bilateral firmado por la UE.
En 2015, Japón era el sexto mercado de destino para las exportaciones europeas y el séptimo mayor proveedor de importaciones en la Unión. Sin embargo, aunque las exportaciones de bienes europeos a Japón han aumentado en términos absolutos, la participación de Japón en el comercio de bienes de la UE está disminuyendo. En el pasado, Japón se benefició de un superávit comercial con la Unión, pero en la actualidad esa tendencia se ha invertido. Esto no significa una disminución de los intereses compartidos, ya que en los últimos años estos se encuentran al alza: como potencias avanzadas e industrializadas, la UE y Japón tienen muchos intereses comunes y colaboran de forma cercana en foros internacionales y multilaterales. Ante la posibilidad de un acuerdo, ha de tenerse en cuenta que ambas regiones, unidas conformarían el 40% del comercio mundial total, además de representar el 30% del PIB y suponer el 10% de la población del planeta, lo que dotaría a la alianza de una enorme fuerza.
En paralelo a las negociaciones, las dos contrapartes tejen una compleja red de relaciones bilaterales e iniciativas regionales de comercio. Como ejemplo, el CETA firmado entre la UE y Canadá. Por su parte, la UE y Japón están trabajando hacia la consecución de dos nuevos acuerdos que, juntos, prometen dar un paso de gigante en las relaciones bilaterales. Uno de los dos, el Acuerdo de Asociación Económica (Jefta, en sus siglas en inglés) pretende estimular el crecimiento mutuo.
Acuerdo comercial UE-Japón
El acuerdo, que es visto como un empuje al sistema global de comercio, llega tras cuatro años de negociaciones. Su formalización, en la que también se llevó a término el Acuerdo de la Asociación Estratégica, supone un paso simbólico pero firme. Se prevé la firma definitiva a finales de 2017 y su aplicación completa en 2019. En palabras de la Comisión Europea, se trata del mayor acuerdo comercial bilateral firmado por la UE. Contiene los siguientes elementos clave: transparencia, reducción de barreras innecesarias al comercio, facilidades a la agricultura y la importación de alimentos, eliminación de aranceles a los productos industriales, la pesca y la silvicultura, apertura de los mercados –que aporta oportunidades al sector farmacéutico, biomédico, agrícola, automóvil y de transporte–, facilidades a las empresas y la inversión, protección de datos y derechos de propiedad intelectual, así como la búsqueda del desarrollo sostenible. Demuestra, además, un compromiso férreo con la protección del medio ambiente, de los trabajadores y del desarrollo sostenible. Contiene todas las protecciones incluidas en CETA, y va más allá en algunas áreas. Se corresponde con un tratado negociado simétricamente, en el que se establecen garantías de protección a sectores económicos especialmente sensibles, que habrán de experimentar períodos de transición progresiva antes de la apertura de los mercados.
Partiendo del acuerdo alcanzado el 6 de Julio, las negociaciones seguirán su curso para resolver asuntos pendientes y ultimar un texto definitivo antes de que termine el año. El objetivo, tal y como resaltó Donald Tusk, era alcanzar un acuerdo en la víspera de la cumbre del G20, y así se hizo.
“No hay protección en el proteccionismo”
Bruselas confiaba en que el acuerdo con Japón pudiera asegurar la posición defendida por Europa y encabezada por Angela Merkel en las negociaciones del G20 y así contrarrestar la ofensiva proteccionista de Trump. “Juntos estamos enviando un mensaje fuerte al mundo de que apoyamos el comercio abierto y justo”, afirmó el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Japón, por su parte, busca asentarse como un actor clave, consciente de los cambios que experimenta el orden internacional. Adaptarse a las dinámicas generadas por tendencias contrapuestas será uno de sus principales retos.
En materia económica, el acuerdo con la UE fue recibido como una victoria contra el proteccionismo. El presidente japonés, Shinzo Abe, firme partidario del libre comercio, tiene ahora que desempeñar un papel delicado: su participación como intermediario de EEUU y como aliado de todos parece ser la vía de supervivencia más adecuada para el país nipón, que presidirá el G20 en 2019. Por ahora, el prestigio internacional de Japón va en aumento. Además, el Jefta es uno de los hitos en la estrategia de crecimiento del presidente nipón, la llamada Abenomics, ya que que favorecerá el acceso de Japón a mercados extranjeros para compensar la caída de la demanda interna y el descenso progresivo de su población.
El acuerdo, de momento, no está cerrado. El poderío estadounidense y su capacidad de influencia siguen pesando, lo que se manifestó durante las negociaciones. Por ahora, el volumen de comercio entre la UE y Japón no es capaz de servir de contrapeso a la sombra que produce el gigante americano a su paso. Pese a ello, 19 países contra uno dijeron sí al multilateralismo y la cooperación en la cumbre del G20. Esto no significa una uniformidad de opiniones, pero sí una intención clara de conciliar intereses, como en el caso de la UE y Japón. Todo apunta a que las relaciones entre ambas potencias están destinadas a estrecharse.