El fortalecimiento de la cooperación educativa ha sido uno de los objetivos de la Asociación Estratégica entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe (ALC) desde su nacimiento en 1999. En el año 2000, los ministros de Educación de los Estados se refieren a un espacio común de educación superior por primera vez; desde entonces, han surgido múltiples foros e iniciativas pero, a pesar de los avances, el proyecto está lejos de convertirse en una realidad.
Un espacio birregional común de educación superior, ciencia, tecnología e innovación contribuiría a estrechar los vínculos culturales entre ambas regiones y a difundir valores compartidos, como se ha repetido en múltiples ocasiones. Pero, sobre todo, permitiría compartir recursos, incrementar la movilidad de estudiantes, docentes e investigadores y, finalmente, mejorar su empleabilidad. Este último elemento a menudo ha sido olvidado por actores implicados en la conformación del espacio, que se han centrado en una visión de la universidad como generadora de conocimiento o en su papel como transmisora de valores y apenas la han considerado como un lugar al que los estudiantes acuden en busca de una cualificación profesional con la que incorporarse al mercado laboral.
El diálogo entre sistemas de educación superior, ciencia y tecnología se establecería entre el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), de un lado, y las estructuras de los países de América Latina y el Caribe, del otro. A pesar de que el EEES no es un proceso finalizado, parece lógico prever que será la referencia en el diseño del espacio birregional y que es poco probable que sea este espacio el que se adapte a un sistema común todavía por crear, sin que esto signifique imposiciones o que no pueda modificarse en el proceso de convergencia con América Latina y el Caribe.
El reconocimiento de titulaciones es el instrumento central para incrementar la capacitación y la movilidad laboral. En el EEES, los informes de seguimiento señalan que este aspecto continúa siendo un reto, a pesar de los progresos realizados. En los países de América Latina y el Caribe, por su parte, el principal intento por crear un mecanismo común es el Convenio Regional de Convalidación de Estudios, Títulos y Diplomas de Educación Superior de 1974 que, según los propios Estados, nunca entró en vigor por cuestiones relacionadas con falta de información, de datos y de confianza en los sistemas de otros países. Los principales problemas a los que se enfrenta un espacio birregional son los mismos.
El establecimiento de un mecanismo compartido de organización de la actividad académica es un elemento clave para facilitar la verificación del trabajo realizado por estudiantes, profesores e investigadores y, en última instancia, el reconocimiento de titulaciones entre países. Los sistemas de América Latina y el Caribe son dispares en la duración de los estudios y en las características de los sistemas de créditos, cuando estos existen. Una organización común o, al menos, una unidad de medida compartida facilitaría la adopción de equivalencias y convalidaciones entre estos países y con el EEES.
Los sistemas de evaluación y acreditación de la calidad también presentan notables diferencias en su grado de consolidación, en la duración del procedimiento o en los niveles de transparencia del mismo. Por otra parte, salvo excepciones, los países de ALC no evalúan o acreditan al docente universitario, el gran olvidado en los sistemas educativos. El trabajo a partir de unos estándares comunes y la verificación de los procedimientos nacionales mediante una agencia de calidad de segundo nivel contribuirían a reducir la incertidumbre de estudiantes, docentes, investigadores, instituciones de educación superior y países sobre qué formación están aceptando y reconociendo.
Por otra parte, un futuro espacio birregional enfrenta un reto fundamental: evitar que, por la propia dinámica de este tipo de procesos, los actores mejor posicionados sean los más favorecidos. Los países de ALC tienen capacidades institucionales, niveles de desarrollo económico e indicadores educativos desiguales, por lo que serían necesarias medidas para evitar un incremento de esas diferencias. La puesta en marcha de sistemas de becas y programas de movilidad de carácter más generalizado que los existentes y que tomen en cuenta umbrales de renta contribuiría a evitar que las ayudas acabaran asignadas a instituciones o personas con recursos suficientes. En este sentido, las posibles vías de financiación de estas iniciativas deben ser abordadas con realismo.
Variedad de intereses y escasa implicación
Como se ha indicado, los avances hacia un espacio birregional común son escasos. Dos características del proceso pueden ayudar a explicarlo. La primera está relacionada con la multiplicidad de actores implicados, es decir, una variedad de intereses particulares a los que no siempre se está dispuesto a renunciar para facilitar los progresos.
El segundo factor es la escasa implicación de los gobiernos en el proyecto. Una muestra de esto es que la segunda y última cumbre ministerial se celebró en 2005 y ya entonces algunos ministros optaron por enviar a representantes de rango inferior. No cabe duda de que las universidades son actores fundamentales en el diseño y la implementación de un espacio birregional común, más si se tiene en cuenta el amplio margen de actuación con el que cuentan en muchos estados de ALC. Ahora bien, el compromiso político con el espacio birregional es indispensable para evitar que el proyecto quede limitado a una serie de iniciativas particulares. Por un lado, porque ese espacio requerirá cambios en las leyes y regulaciones, tal y como ha sucedido en los países europeos participantes en el EEES. Por otro, porque los países de América Latina y el Caribe cuentan con escasos instrumentos legislativos comunes o estructuras institucionales de carácter regional, a diferencia de los países europeos, que sí pudieron apoyarse en estas estructuras para poner en marcha el EEES. En este aspecto, organismos internacionales como la Fundación EU-LAC, Unesco, la OEI, Celac o la Segib pueden constituir puntos iniciales de encuentro.
Como demuestra el EEES, ni la participación en el espacio es obligatoria ni tiene que tratarse de un proceso a una velocidad. Las oportunidades que podría ofrecer a los participantes están definidas. También han sido identificadas las dificultades para su articulación y los instrumentos para enfrentarlas, por otra parte, comunes a cualquier proceso de integración y comunes al espacio europeo. En este momento, el espacio birregional común Unión Europea-América Latina y Caribe no requiere más iniciativas, sino un impulso político que permita comenzar a trabajar con actuaciones concretas.