El Consejo Europeo del 16 de septiembre de 2010 ha constatado la siguiente necesidad: la política exterior europea carece de la firmeza suficiente que demanda este mundo poblado por múltiples polos de poder. Europa necesita promover sus intereses y valores de un modo más enérgico y ha llegado la hora de ponerse firmes. China, Estados Unidos, Rusia e India, entre otros, deben saber que Europa va en serio y que –con un espíritu de reciprocidad, buscando el beneficio mutuo— la Unión Europea va a cambiar la manera de relacionarse con sus socios estratégicos.
Europa busca ser un actor global eficaz y para ello tiene que identificar de manera clara cuáles son sus intereses estratégicos y qué objetivos persigue, para a continuación reflexionar sobre los medios más apropiados para lograr dichos objetivos. Ha sido el Consejo Europeo, presidido por Van Rompuy, el que ha decidido tomar el mando en esta tarea. Los jefes de Estado y de Gobierno serán quienes dibujen las líneas fundamentales y las posiciones concretas de las relaciones exteriores de la UE, en lugar de los ministros de Exteriores o de la Alta Representante. Comandando este buque de pensamiento, el conciliador capitán Herman Van Rompuy.
A partir de ahora, antes de las cumbres con terceros países –que se pretende dejen de ser meros ejercicios de diplomacia inane, dotándolas de sustancia—, el Consejo Europeo discutirá sobre relaciones exteriores. La idea es definir los objetivos, los medios y los mensajes, y que la UE hable con una sola voz, una voz enérgica, ante el eventual socio estratégico.
Una excelente prueba de fuego para este enfoque más integral y activo será la cumbre anual con China, que se celebra el próximo 6 de octubre. Los intereses estratégicos definidos por el Consejo Europeo abarcan multitud de temas, pero como se ha encargado de recordar el propio Consejo, el objetivo clave es mejorar las relaciones comerciales con el gigante asiático.
Además de la promoción del comercio bilateral, a Europa le interesa un mayor acceso a los mercados de bienes y servicios, una mejora en las condiciones de inversión, la protección de los derechos de la propiedad intelectual, la apertura de los mercados de bienes y contratos del sector público, una mayor disciplina en el campo de los subsidios a la exportación, y diálogo sobre las políticas del tipo de cambio. Todo ello sin olvidar cuestiones relacionadas con el cambio climático, la proliferación nuclear, el terrorismo, la migración y el buen gobierno. Voluntad abarcadora no parece faltar.
Mark Leonard y François Godement, del European Council on Foreign Relations, explican en un memorando que este paso hacia delante sin precedentes viene determinado por dos hechos relacionados: primero, la mayor coordinación que las nuevas instituciones del Tratado de Lisboa permiten, y segundo, el reconocimiento de que el sistema internacional está cambiando, con un mayor protagonismo de las economías emergentes. Según ellos, el desarrollo de una política exterior coherente llegaría en el momento preciso. “Europa es más fuerte de lo que suele pensarse, siempre y cuando consiga movilizar sus recursos y poner en línea a todas sus instituciones”, concluyen.
Para más información:
François Godement, “Por una política global de la UE hacia China”. Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Félix Arteaga y Gustavo Palomares, «La UE y su acción exterior: agenda 2020-30». Política Exterior núm. 136, julio-agosto 2010.
Ana Soto y Carolina Segade, “China: a vueltas con la propiedad intelectual”. Política Exterior núm. 134, marzo-abril 2010.