África del Norte: partir de cero en Libia.
Con la ignominiosa muerte de Muamar el Gadafi, en lo que a todas luces fue una ejecución sumaria tras su captura y linchamiento, el reloj de la reconstrucción política de Libia se ha puesto a cero. En lo político, Gadafi ha dejado tras de sí un erial. Frente a la falta de cultura democrática y con las identidades tribales en plena ebullición, el islam político cuenta con un fuerte arraigo social, un proyecto de sociedad, redes organizadas y un programa de gobierno más o menos definido.
Libia espera movilizar las ayudas de la comunidad internacional para recuperar los fondos del antiguo régimen congelados en el exterior y la fortuna del clan Gadafi, que algunas estimaciones cifran en 200.000 millones de dólares. Pero el Consejo Nacional de Transición (CNT) deberá estar a la altura de lo que se espera de él. De momento, el cnt ya ha fijado un calendario político en términos de normalización institucional y electoral.
En su anuncio oficial del fin de la guerra, Mustafá Abdel Jalil, presidente del CNT, afirmó que el islam será la principal fuente de Derecho. Aunque una declaración de ese tipo era previsible, dado que los islamistas fueron la única fuerza opositora que se mantuvo activa durante la dictadura, un régimen islamista, con lo que ello supone como amenaza a una sociedad pluralista, ha aparecido como un peligro cierto en el horizonte político.
El CNT ha anunciado la próxima formación de un gobierno interino, elecciones en ocho meses para formar un Parlamento de unos 200 escaños, que redactará una Constitución puesta a referéndum y un gobierno electo en un plazo máximo de 18 meses. Pero el telón de fondo de ese escenario no es alentador: la guerra ha afianzado las rivalidades tribales y regionales, entronizando a la levantisca Bengasi y a la martirizada Misrata y marginando a la sospechosa Trípoli, centro del poder gadafista.
Los islamistas han tenido un destacado papel combatiente, por lo que se han hecho con el liderazgo de muchas de las milicias que ahora tendrán que desmovilizarse. Pero incluso si ello ocurre en plazos razonables, sus jefes conformarán la columna vertebral de los nuevos cuerpos de seguridad.
El caso de Abdel Hakim Belhaj, hoy responsable militar de Trípoli y exmiembro de Al Qaeda en Afganistán, es el más conocido, pero otros como él abundan en el CNT. Por otra parte, Libia es hoy un inmenso bazar de armas.
Con las multinacionales petroleras agolpándose en Bengasi, los responsables del CNT tendrán que aprender a negociar sin empañar su credibilidad por sospechas de favoritismo o corrupción. Washington y sus aliados europeos no pueden permitirse que el experimento fracase.
Para más información:
Rafael Grasa, “Libia y Siria: dime de quién hablamos, antes de decirte qué podemos hacer”. Afkar/Ideas núm. 31, otoño 2011.
José Enrique de Ayala, “La intervención internacional en Libia”. Afkar/Ideas núm. 30, verano 2011.
Jesús Gil, Alejandro Lorca y Ariel José James, “Libia y Yemen: comunidad tribal y guerra civil”. Política Exterior núm. 143, septiembre-octubre 2011.
Juan Tovar, “Libia y el viejo dilema de la intervención”. Política Exterior núm. 143, septiembre-octubre 2011.
Luis Martínez, “Libia: de la amenaza islamista a la revolución”. Afkar/Ideas núm. 29, primavera 2011.
Jesús A. Núñez Villaverde, “Libia, un desbarajuste de difícil salida”. Política Exterior núm. 141, mayo-junio 2011.
Luis Martínez, “Libia después del embargo”. Afkar/Ideas núm. 21, primavera 2009.