El nepotismo acecha a Humala.
A escasos días de asumir el poder, el 28 de julio, el presidente electo peruano, Ollanta Humala, tras alcanzar un 70% de aprobación por su actitud conciliatoria posterior a la segunda vuelta, se vio atrapado en una tormenta mediática, por un factor que algunos analistas ya habían advertido que podía ser su mayor talón de Aquiles: la propia familia.
Los apellidos Humala Tasso, que comparten Ollanta y sus seis hermanos, y los de su esposa, Nadine Heredia Alarcón, son los que más se repiten en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Nacionalista Peruano, el principal de la coalición Gana Perú de Humala. El próximo partido de gobierno surgió en 2005 como un proyecto político familiar. Y quizá no ha dejado de serlo.
En el CEN nacionalista tiene un sitio Alexis Humala, hermano menor del presidente electo y cuyo reciente viaje a Moscú, supuestamente para negociar en nombre del presidente electo contratos con el gobierno y empresas rusas, le ha valido a Ollanta un descenso de popularidad de casi 30 puntos.
Antauro Humala, exmilitar, ya supuso un lastre para las dos campañas electorales de Ollanta por haber comandado un asalto a una comisaría en 2005 en Andahuaylas, donde murieron cuatro policías y por el que cumple una condena de 25 años. El patriarca de la familia, Isaac Humala, es el fundador del llamado Movimiento Etnocacerista, que defiende la superioridad de la raza cobriza. Durante la pasada campaña, a diferencia de la de 2006, tanto sus hermanos como su padre permanecieron alejados de los medios de comunicación, evidentemente obedeciendo una consigna de Ollanta.
Pero ganadas las elecciones perdieron sus inhibiciones desdibujando el liderazgo del próximo presidente. Ulises Humala atacó a dirigentes de Gana Perú por criticar el viaje ruso de su hermano, autopostulándose para ocupar un ministerio. Tras largos –y contraproducentes– días de silencio, Ollanta calificó de “error muy grave” el viaje y dijo que Alexis tendría que asumir responsabilidades y sus familiares no suponer que tenían “algún tipo de poder por encima del resto de los ciudadanos”.
Pero el daño ya estaba hecho. Alexis pudo haber viajado por asuntos personales, como afirma Humala, pero su visita fue opaca y la prensa limeña lo acusó de incurrir en el mismo nepotismo y corrupción que denunció. El viaje salió a la luz el 7 de julio, cuando la cancillería rusa difundió declaraciones afirmando que el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, y el vicepresidente de la petrolera Gazprom, Alexander Medvedev, habían recibido a “un representante especial del presidente electo de Perú” con quien habían “negociado” acuerdos de gas, minería y pesca.
Con todo, Humala podría rentabilizar políticamente el episodio si lo utiliza como una lección de lo que debe evitar durante su gestión. Reabrir el organismo anticorrupción cerrado por el presidente Alan García en 2008 podría ser un buen comienzo. De hecho, su primera decisión para recuperar la iniciativa política fue ratificar como presidente del Banco Central a Julio Velarde, prestigioso economista y responsable en gran medida de la buena marcha de la economía en los últimos cinco años.
Para más información:
Francisco Javier Urra, «Perú, el desafío del optimismo». Política Exterior núm. 140, marzo-abril 2011.