Guerra de ejércitos mercenarios.
El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, acaba de levantar el Estado de sitio declarado el 19 de diciembre de 2010 en el departamento de Alta Verapaz, limítrofe con México. Durante dos meses el ejército guatemalteco se ha desplegado en la zona para combatir el que probablemente es el mayor ejército privado del mundo: el cártel de Los Zetas.
La banda de mercenarios y excomandos del ejército mexicano comenzó siendo una especie de guardia pretoriana del cártel del Golfo a principios de la década pasada, pero en los últimos años se ha independizado y libra en la actualidad una guerra con sus antiguos jefes y otros cárteles por el control de las rutas de la droga desde Colombia a EE UU. Por territorio guatemalteco pasa hoy alrededor del 25% de la producción de cocaína del mundo.
La ofensiva contra el narcotráfico del presidente mexicano, Felipe Calderón, ha empujado a Los Zetas a Centroamérica: a Guatemala, Honduras y El Salvador. La DEA, la agencia antidroga de EE UU, cree que Los Zetas controlan el 70% del territorio fronterizo entre México y Guatemala. En 1999, el jefe del cartel de Sinaloa, Joaquín Chapo Guzmán, fue capturado en Guatemala, pero dos años después se fugó de una cárcel de alta seguridad en México.
Colom ha propuesto la creación de una unidad antinarcóticos formada por fuerzas de seguridad de Guatemala, El Salvador y Honduras, países en cuyas zonas rurales las bandas reclutan a jóvenes campesinos. La policía y los militares guatemaltecos han capturado a Los Zetas decenas de vehículos robados en México, cinco aviones, lanzagranadas, ametralladoras pesadas, bazukas y equipos electrónicos para la intercepción de comunicaciones.
El pasado diciembre, varias emisoras de radio del país emitieron un mensaje de Los Zetas en el que amenazaban con lanzar una guerra que se librará en “los centros comerciales, los colegios, las comisarías (…)”. La experiencia mexicana demuestra que esa amenaza es completamente verosímil.
Mientras que en México un soldado gana entre 200 y 300 dólares al mes, los ejércitos privados de los cárteles pagan a exmiembros de las fuerzas especiales decenas de miles de dólares al año. En los últimos seis años, 150.000 soldados han desertado del ejército mexicano debido a los bajos sueldos y a la eventualidad de tener que luchar contra las bandas.
En 2000, el cártel del Golfo, que controlaba el 70% de la cocaína que llegaba a EE UU debido a su presencia en el Estado de Tamaulipas, decidió consolidar su dominio armando un poderoso ejército mercenario para combatir a las bandas rivales: Los Zetas, cuyos miembros originales pertenecían al elitista Grupo Aerotransportado de Fuerzas Especiales del ejército mexicano, entrenado para operaciones de comando. Los Zetas comenzaron a cobrar deudas, abrir nuevas rutas para el narcotráfico, lavar dinero, traficar con armas y gestionar las finanzas del cártel. Cuando el jefe del cartel del Golfo, Osiel Cárdenas, fue extraditado a EE UU en 2007, el jefe de Los Zetas, Heriberto Lezcano, transformó la organización en un cártel independiente y extendió sus operaciones –incluidas extorsiones y secuestros– por todo mexicano. En 2009 la DEA calificó a Los Zetas como la organización criminal más peligrosa del hemisferio.
Para más información:
Michael Shifter, “Una década del Plan Colombia: por un nuevo enfoque”. Política Exterior núm. 136, julio-agosto 2010.
Francis Maertens y Amado Philip de Andrés, «Las Américas 2010-20: combate al narcotráfico y la delincuencia». Política Exterior núm. 131, septiembre-octubre 2009.
Markus Schultze-Kraft, “Narcotráfico en América Latina: un nuevo consenso internacional”. Política Exterior núm. 126, noviembre-diciembre 2008.
Alfonso Daniels, “EE UU y la guerra contra las drogas en Latinoamérica”. Política Exterior núm. 112, julio-agosto 2006.