El inevitable ‘default’ de Grecia.
El sistema de rescate puesto en marcha hace un año por la Unión Europea para “salvar” a Grecia está a punto de naufragar. Tras nueve huelgas generales entre 2010 y lo que va de 2011, Grecia podría tener que optar por el default o la salida del euro. Esa eventualidad, sugerida por el semanario alemán Der Spiegel, provocó una caída del euro desde 1,48 frente al dólar a 1,42 en apenas una semana.
La disponibilidad para Grecia de 110.000 millones de euros por parte del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera no ha ayudado a que los mercados recuperen la confianza en el país, que sufre un diferencial de riesgo por encima de los 1.250 puntos, mientras que ha tenido que ver cómo Standard & Poor’s reducía el rating de su deuda soberana al nivel de bono basura.
Esa falta de credibilidad financiera se debe básicamente a la creciente percepción de que Atenas no podrá pagar una deuda (de 327.000 millones de euros) que no deja de aumentar y que ya se acerca al 150% del PIB. “Aun cuando Grecia pague solo el 6% por su deuda”, advierte Martin Wolf en el Financial Times, “el país tendría que crecer a un 4% al año para pagarla en 2040”. Es decir, una situación del todo irreal, dado que Grecia está pagando más del doble y no solo no crece, sino que la recesión se agrava.
Cada día que pasa más economistas atribuyen los problemas del país al plan de ajuste impuesto por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. La drástica reducción del gasto público, el aumento de los impuestos y la caída de los ingresos fiscales han provocado una recesión que podría durar hasta 2020. Todo ello, junto al descontento popular, ha llevado a que el gobierno griego haya incumplido algunos de los compromisos con Bruselas, entre ellos un programa de privatización por valor de 50.000 millones de euros.
Grecia necesita 60.000 millones de euros adicionales entre 2012 y 2013, a cambio de los cuales, sin embargo, no podría hacer mayores sacrificios. Pero tampoco Alemania y el resto de los miembros de la UE están dispuestos a relajar las exigencias a Atenas. La dilación de la canciller Angela Merkel a la hora de aprobar las ayudas, con el argumento de que habrá que esperar a conocer la situación real de las finanzas griegas, no augura nada bueno.
Si la situación sigue empeorando, Alemania y Francia no tendrán más salida que inyectar ayuda directa a sus bancos más expuestos a la deuda de los países periféricos. El mecanismo de rescate habría actuado, en ese sentido, básicamente como un modo de dar tiempo a esos bancos para prepararse ante un desenlace que parece inevitable.
La idea de que el único medio que tiene Grecia de resolver sus problemas es el default acompañado de una quita, ya está siendo descontada por los mercados. Pese a que Bruselas se opone a una reestructuración, a Grecia le permitiría reducir la presión de los pagos y dedicarse a hacer crecer su economía, el único modo de pagar la deuda en el medio plazo. Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, compara la situación griega con la de Argentina en 2001, cuando este país solucionó sus problemas abandonando la dolarización y devaluando el peso.
Para más información:
José Enrique de Ayala, «Carta de Europa: La recurrente crisis del euro y las reticencias de Alemania». Política Exterior núm. 139, enero-febrero 2011.
Fernando Barciela, «La crisis que pudo no haber ocurrido». Economía Exterior núm. 54, otoño 2010.