Macrofusión bursátil.
La globalización y los cambios tecnológicos y de negocio están acelerando las fusiones de los mercados bursátiles, que hasta hace años funcionaban como auténticos monopolios en sus ámbitos naturales de actuación: su espacio nacional. En cuestión de horas, cuatro de las bolsas más grandes del mundo anunciaron sendos proyectos de fusión. La primera de ellas, la London Stock Exchange, comunicó su intención de fusionarse con TMX, propietaria de la Bolsa de Toronto. La noticia quedó pronto eclipsada tras el anuncio de la fusión de la NYSE Euronext con su homóloga alemana, la Deutsche Börse.
En realidad, se trata de la compra de NYSE Euronext –fundada en 2007 por la integración de la New York Stock Exchange (NYSE) con Euronext (París, Lisboa, Amsterdam, Bruselas y una plataforma de derivados de Londres)– por Deutsche Börse, y dará paso a un grupo gigantesco, con un valor corporativo de 19.000 millones de euros y una capitalización total de las empresas listadas de 12,5 billones de dólares. Las dos operaciones son solo las últimas de una larga lista que incluye la reciente fusión de las bolsas de Australia y Singapur, las compras de la bolsa italiana por la de Londres, de la escandinava OMX por el Nasdaq, y la fusión de las bolsas de Bogotá, Lima y Santiago en América Latina. Y hay en marcha negociaciones entre CME Group y el propio Nasdaq.
La liberalización de los flujos financieros ha traído más sinsabores que parabienes a las bolsas. La potencia de los mercados emergentes ha desviado crecientes volúmenes de operaciones hacía las bolsas latinoamericanas o asiáticas. Las compañías chinas, que hace años lanzaban sus OPV en Wall Street, prefieren hacerlo ahora en Hong Kong. Mientras que en 1997 había 7.000 compañías listadas en la NYSE, ahora solo hay 4.000. Desde 2007, la NYSE ha eliminado 1.000 puestos de trabajo.
También el negocio de trading de acciones está perdiendo peso frente a los derivados. CME negocia ya casi el doble en derivados que la NYSE. Todo ello no ha evitado un cierto escepticismo sobre las bondades de ese tipo de fusiones. En EE UU no ha caído nada bien que la Deutsche Börse se quede con el 60% del capital de la nueva empresa, que aún no tiene nombre, aunque algunos analistas señalan con ironía que podría llamarse “Wall Strasse”.