Los republicanos muerden el anzuelo.
El acuerdo alcanzado por Barack Obama con los líderes republicanos del Congreso para extender por dos años más los recortes de impuestos aprobados por George W. Bush, ha sido duramente criticado por el ala izquierda del Partido Demócrata, que ha acusado al presidente de traicionar sus promesas de campaña y haberse “vendido a los ricos” a cambio de asegurarse la oportunidad de un segundo mandato.
Según Katrina vanden Heuvel, directora de The Nation, revista que sirve de altavoz a esos sectores, Obama es “un adicto del consenso por el consenso mismo” y con los 100.000 millones de dólares anuales que costarán los recortes impositivos a los ricos se podría pagar la mitad de las pensiones de los estudiantes universitarios del país.
Al anunciar el acuerdo, el propio Obama calificó a los republicanos de “secuestradores”, con lo que admitió haber pagado un rescate para conseguir ampliar por 13 meses más los subsidios para los desempleados, el recorte de los impuestos sobre las nóminas y la renovación de los créditos a los estudiantes universitarios. Todo el paquete quizá alcance un billón de dólares cuando expire a finales de 2012, cifra superior al primer paquete de estímulos fiscales de Obama y quizá más si los recortes se hacen permanentes.
El presidente calificó de “mojigatos” a los “izquierdistas profesionales” que prefieren “lo perfecto a lo bueno”. Con esa maniobra de “triangulación”, tomada al pie de la letra del manual político de Bill Clinton, a quien invitó a la Casa Blanca para defender el acuerdo en una rueda de prensa conjunta, Obama ha recuperado el centro político. Y algo más importante aún: si la jugada tiene éxito, podría reactivar la creación de empleo a tiempo para las elecciones presidenciales de 2012, al contribuir a estimular el crédito y el consumo.
A cambio de 100.000 millones de dólares para los ricos, Obama consiguió 500.000 millones para las clases medias y 150.000 millones menos en impuestos para las empresas que creen empleo. Según algunas previsiones, las medidas podrían situar el crecimiento del PIB en el 4,3% el próximo año.
Los sondeos muestran que el 80% cree que es una mala idea subir los impuestos en medio de una recesión, mientras que dos tercios de los encuestados apoyan el pacto. El problema es que para un gobierno que ya paga el 40% de todos sus gastos operativos con dinero prestado, el acuerdo alcanzado aumentará el déficit fiscal, que ya supera el 10% del PIB.
Pero Clinton insistió en que ese es el precio a pagar por evitar una nueva recesión y que, en cualquier caso, los resultados de las últimas elecciones iban a crear peores condiciones de negociación más adelante. De hecho, solo 54 de los 255 congresistas demócratas de la Cámara Baja han firmado una carta oponiéndose al acuerdo. Líderes republicanos como Sarah Palin y el senador Mitt Romney han criticado sus términos porque agravará el déficit, con lo que su partido perderá la bandera de la rectitud fiscal. Pero ahora es demasiado tarde para que se echen atrás: los republicanos ya han mordido el anzuelo que les ha lanzado Obama.
Para más información:
Jaime Ojeda, «Carta de América: Desilusión demócrata». Política Exterior núm. 134, marzo-abril 2010.
Norman Birnbaum, «El prisionero de la Casa Blanca». Política Exterior núm. 134, marzo-abril 2010.
Luis Martí, «Barack Obama, promesas imposibles». Economía Exterior núm. 51, invierno 2009-2010.