Al fin, un gobierno en Bagdad.
Tras ocho meses de negociaciones y cabildeos políticos, finalmente el primer ministro, Nuri al Maliki, líder del Partido Estado de Derecho, mayoritariamente chií –aunque ahora se presente como nacionalista–, consiguió los apoyos suficientes para renovar su mandato y formar gobierno.
Pero el precio que ha tenido que pagar Al Maliki –aliándose con el ayatolá Muqtada al Sadr, que promovió dos insurrecciones contra EE UU en 2004 y a cuyas milicias aplastó su gobierno en 2008– ha sido alto, al no haber podido integrar a los suníes en la coalición. En las pasadas elecciones, los suníes votaron en bloque por Iraquiya, la agrupación liderada por Ayad Allawi, un político chií ajeno a cualquier discurso de tipo sectario.
Iraquiya fue la formación más votada el 7 de marzo, pero Allawi no fue capaz de atraer los apoyos parlamentarios que le hubieran permitido volver a ser primer ministro, un cargo que ya ocupó entre 2004 y 2005. Iraquiya obtuvo tan solo dos escaños más que la coalición de Al Maliki (91 frente a 89), lo que refleja la persistente fragmentación de la sociedad iraquí a pesar de que los tiempos más duros de la violencia interétnica han quedado atrás.
Pero los obstáculos para llegar al desenlace que finalmente se produjo revelan que ni EE UU ni Irán pudieron imponer a sus propios candidatos: Barack Obama presionó hasta el último momento para que Allawi fuera nombrado presidente, un cargo para el que fue reelegido el kurdo Jalal Talabani. Teherán tampoco puede estar contento con las contrapartidas ofrecidas a Iraquiya: Allawi será el presidente de un nuevo consejo nacional de políticas estratégicas, cuya misión será contrarrestar el poder del primer ministro, aunque para ello tendrá que contar con el apoyo del 80% de sus 20 miembros. Además, un suní, Osama al Najafi, será el presidente del Parlamento. El desaliento de muchos iraquíes es inocultable: tanto esfuerzo y sangre derramada para quedarse al final como estaban. Los más optimistas se esfuerzan en creer que Al Maliki incorporando diversas facciones al gobierno, empezando por Iraquiya. Será la única forma de aprobar la ley que reparta los ingresos del petróleo.
Para más información:
Jesús A. Núñez Villaverde, «Incierta carrera contrarreloj en Irak». Afkar/Ideas núm. 27, otoño 2010.
Pedro Rojo Pérez, «Elecciones en Irak. La última baza de EE UU». Política Exterior núm. 134, marzo-abril 2010.
Peter W. Singer, «Militares privados: beneficios vs política publica». Política Exterior núm. 125, septiembre-octubre 2008.
Jaime Ojeda, «Carta de América: Al límite en Irak». Política Exterior núm. 123, mayo-junio 2008.
Félix Arteaga, «Cruce de conflictos en el Kurdistán iraquí». Política Exterior núm. 121, enero-febrero 2008.