Argentina y Brasil: sistemas perversos y virtuosos.
La victoria electoral en segunda vuelta de la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, con un 56% de los votos, sobre José Serra (46%), del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), ha dado una clara muestra de la solidez del sistema de partidos brasileño frente al de Argentina, donde la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, el “hombre fuerte” del gobierno de su ahora viuda, Cristina Fernández, ha creado un peligroso vacío de poder.
El desmesurado peso del peronismo en Argentina y su propensión al faccionalismo augura una descarnada lucha por el poder una vez que termine la tregua concedida a la presidenta por los barones peronistas, que ahora ya no estarán sometidos a la férrea disciplina que les imponía Kirchner. Días antes del fallecimiento de Kirchner, el ex presidente Eduardo Duhalde (2002-03) dijo que se arrepentía de haberle apoyado para la presidencia en 2003. “Nunca pensé que podría resultar en esto: la adicción al poder y el dinero de los Kirchner es algo nunca visto antes”. Los analistas en Buenos Aires interpretaron sus palabras como parte de su esfuerzo para preparar el terreno a su candidatura en las elecciones de octubre de 2011.
Las elecciones brasileñas, por el contrario, han consolidado un “bipartidismo imperfecto” de dos agrupaciones de centro-izquierda obligadas a pactar con partidos menores para formar coaliciones de gobierno en Brasilia, un modelo que asegura controles efectivos del poder y dota al sistema de anticuerpos contra las tendencias hegemónicas de partidos como el peronista.
El PSDB logró la victoria en ocho de los 26 Estados del país, con lo que gobernará a 64,2 millones de brasileños, el 47,5% del total. Los triunfos locales de la oposición se ven compensados por la amplia mayoría obtenida por el pt en el Congreso, donde contará con 311 de los 503 diputados de la cámara baja, a los que se sumarán los partidos aliados del pt, con lo que la coalición oficialista tendrá 402 diputados, la mayoría legislativa más amplia desde el fin del régimen militar. En el Senado, Rousseff también tendrá mayoría.
En Argentina, en cambio, la desaparición de Kirchner, que ya había comenzado a preparar su candidatura presidencial para 2011, plantea incógnitas sobre si la facción kirchnerista del peronismo sobrevivirá a la muerte de su fundador. Si la presidenta no logra controlar al partido, su propio gobierno podría quedar paralizado. Kirchner entendía la política como una confrontación permanente que no permitía treguas ni disidencias.
Fernández es una política formidable por derecho propio, pero dependía de su esposo para manejar el aparato del partido. “Después de las condolencias vendrán los buitres”, aseguran algunos analistas. Hugo Moyano, el líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), la poderosa central sindical peronista, y el gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, podrían intentar hacerse con las riendas del partido.
El mayor problema es que esas disputas no se zanjan en debates políticos. El Frente para la Victoria (FPV) de los Kirchner ha sido vinculado con grupos violentos que van desde las “barras bravas” de varios equipos de fútbol hasta los “piqueteros” armados de la CGT. Desde 2001, la política argentina se ha convertido en buena medida en una contienda sobre quién puede controlar las calles. Y Moyano es un virtuoso en ese terreno. Para empezar, ya ha dicho que el peronismo ahora puede unirse. Bajo su mando, claro.