Punto de inflexión contra las FARC
La muerte el 22 de septiembre del “mariscal de campo” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Víctor Suárez, Mono Jojoy, en un ataque de gran precisión de las fuerzas armadas colombianas ha supuesto un punto de inflexión en una guerra interna que se prolonga desde 1948. Sesenta aviones, entre A-29 Super Tucanos, cazabombarderos Kfirs, helicópteros Black Hawk y Arpía, lanzaron siete toneladas de explosivos en el campamento de las FARC situado en la región de La Macarena, a 218 kilómetros al sur de Bogotá. Para muchos, la operación es una muestra más de la viabilidad de una solución militar al conflicto.
La importancia del golpe se centra en la estrategia planteada por el presidente, Juan Manuel Santos, cuando era ministro de Defensa: matar a la serpiente por la cabeza para que su cuerpo se deje de mover. Eliminar a los mandos superiores tiene efectos significativos entre sus subordinados, que podrían enzarzarse en luchas internas, desertar o reciclarse en pequeñas bandas criminales, independientes y autónomas de la cúpula. Las deserciones de guerrilleros han reducido el número de los militantes armados a unos 8.000, menos de la mitad que hace 10 años, arrinconados en remotas zonas selváticas.
Políticamente, lo más importante es que el ataque ha permitido a Santos despejar cualquier duda sobre su capacidad de mantener la iniciativa. El número de ciudadanos que considera la inseguridad como el peor problema, aumentó del 17% al 29%. Santos ha sido protagonista de los tres golpes más duros a las FARC en su historia: las muertes de Raúl Reyes y Mono Jojoy, y el rescate de los secuestrados encabezados por Ingrid Betancourt.
Mono Jojoy estaba protegido por varios anillos de seguridad de su guardia pretoriana, y aun así los militares lo localizaron gracias a una labor de infiltración, lo que significa que los líderes de las FARC ya no tienen donde esconderse en Colombia. No es casual que varios de ellos –como los miembros del secretariado Iván Márquez y Timoshenko– hayan optado por permanecer en Venezuela, como asegura el gobierno colombiano. Alfonso Cano es el número uno de la organización, pero su liderazgo es fundamentalmente político. Mono Jojoy, en cambio, era responsable de la estrategia militar desde su comando del bloque oriental, el más importante, e imponía con mano de hierro la disciplina. Cada vez que Mono Jojoy lograba escabullirse de los cercos militares, crecía su importancia. Entre 2004 y 2006, la fuerza pública lanzó 22 operaciones en su contra, que incluían el movimiento de miles de soldados para buscarlo en lo más profundo de la selva.
Pero las FARC siguen siendo un peligro por su capacidad para financiar sus operaciones mediante el narcotráfico y buscar refugio en Venezuela. Capitalizar políticamente la coyuntura actual es vital para que el gobierno acelere el fin del conflicto. Los próximos golpes se verán facilitados por el acceso a los miles de archivos hallados en los 20 ordenadores portátiles y 69 memorias USB del campamento de Mono Jojoy.
En el frente externo, se aviva la percepción, especialmente en Venezuela y Ecuador, de que las FARC están acabadas y que no vale la pena arriesgarse a apoyarlas. El secretariado ha mostrado su disposición a negociar con el gobierno, pero sin acceder a sus “demandas unilaterales”. Sin embargo, mientras no se libere a los secuestrados, será difícil que el gobierno acceda a hablar.
La estrategia de movilizarse en unidades pequeñas y usar francotiradores y minas sin restricciones, permite a la guerrilla seguir golpeando a las fuerzas de seguridad. Pero ahora no es descartable una lucha interna entre la línea dura y los mandos medios, más dispuestos a las negociaciones. Si ello ocurre, Santos podría apostar por pasar a la historia no como el presidente que terminó la guerra de Uribe, sino como el que hizo la paz.
Para más información:
Michael Shifter, «Una década del Plan Colombia: por un nuevo enfoque». Política Exterior núm. 136, julio-agosto de 2010.
Guillermo Pérez, «Adiós al ‘sheriff’: Colombia sin Álvaro Uribe». Política Exterior núm. 135, mayo-junio de 2010.