El problema gitano se europeiza.
Las duras acusaciones de la comisaria de Justicia, Viviane Reding, contra la expulsión de gitanos rumanos y búlgaros por el gobierno francés, a la que ha equiparado con una limpieza étnica, y las amenazas de París de vetar el ingreso de Rumania y Bulgaria al grupo de Schengen si sus gobiernos no mejoran sus esfuerzos para integrar socialmente a sus ciudadanos de etnia romaní, han convertido lo que fue originalmente un asunto de orden público interno francés en una crisis europea más amplia.
La marginación endémica de los romaníes en los países balcánicos, donde se concentran sus mayores núcleos demográficos, ha terminado afectando al conjunto de la UE tras la ampliación hacia el Este, que no parece haber contemplado la posibilidad de que después de la integración de Bulgaria y Rumania se produjese una emigración a gran escala de esta población.
Según el ministro de Inmigración e Integración francés, Eric Besson, Bucarest recibe 3.500 millones de euros anuales en fondos comunitarios, pero solo gasta un 0,4% de esa cantidad en integrar a los gitanos rumanos, que oficialmente rondan las 535.000 personas, pero que otras estimaciones cifran en dos millones. Es difícil que Bucarest y Sofía vayan a hacer rápidamente lo que sus gobiernos nunca se plantearon en serio. Según un reciente informe del Banco Mundial, la falta de integración de los romaníes en Rumania, Bulgaria, Serbia y República Checa cuesta al año 5.700 millones de euros.
La etnia romaní ha sido históricamente nómada, por lo que en diversos momentos ha sido objeto de pogromos y persecuciones en varios países europeos. La Alemania nazi llegó al genocidio, con el exterminio de 400.000 gitanos en los campos de concentración.
Esas lecciones del pasado parecen haberse olvidado. Un parlamentario del partido ultraderechista húngaro Jobbik ha pedido el “internamiento” de los gitanos. Según un reciente informe de Amnistía Internacional, los niños gitanos conforman el 60% de los alumnos de colegios “especiales” en Eslovaquia. En los últimos años, varias comunidades de gitanos extranjeros han sido expulsadas de Grecia e Italia, muchas veces entre conatos de violencia.
Entre dos y cinco millones de personas integran hoy esa minoría, asentada en Europa desde hace nueve siglos. Actualmente, la mayoría de ellos vive en Rumania y Bulgaria, aunque también República Checa, Hungría, Italia y España albergan importantes comunidades gitanas. La escasa escolarización de los hijos es una característica generalizada, junto a las infraviviendas insalubres, la mendicidad y, con frecuencia, la pequeña delincuencia.
Un problema añadido es que suelen emigrar en clanes endogámicos y prolíficos de a veces centenares de personas, por lo que crean poblados marginales en terrenos privados o públicos que invaden con nocturnidad. En 2005 se inauguró en la UE la “Década para la inclusión de los roma”, pero hoy su situación en Europa del este es aún peor que bajo los regímenes comunistas, que controlaban férreamente a sus minorías y les proporcionaban medios de subsistencia mínimos. Con la economía de mercado, esa red de protección social desapareció y sus miembros comenzaron a buscar “El Dorado” en Europa occidental, pero sin cambiar sus estilos tradicionales de vida.
Para más información:
The Economist, «A long road». Artículo, 16 de septiembre de 2010.
Le Monde, «La querelle des Roms: M. Sarkozy et les ‘indésirables'». Artículo, 17 de septiembre de 2010.