Las relaciones Sur-Sur y África.
El presidente surafricano, Jacob Zuma, dijo en uno de los foros empresariales organizados paralelamente al Mundial que África debería convertirse en un “nodo del crecimiento económico global, alejándose de su tradicional papel de perpetuo receptor de ayuda. Con la Copa del Mundo queríamos demostrar que África podía hacerlo… y lo hicimos”.
En 2006, por primera vez, los flujos de inversión extranjera directa (IED) a la región fueron mayores que las ayudas al desarrollo: 48.000 millones de dólares frente a 40.000 millones, respectivamente, según cifras de las Naciones Unidas. En 2008 la IED alcanzó ya los 88.000 millones.
El PIB regional, donde viven 900 millones de habitantes, crecerá este año un 4,7% y un 6% en 2011, tras el 2% de 2009, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hoy, un 32% de los africanos posee un teléfono móvil. De sus 30 mayores economías, 27 crecieron en la pasada década.
El crecimiento medio anual entre 2004 y 2008 fue del 4,9%, lejos del 8,3% de Asia, pero por encima de la media latinoamericana. Lo más importante es que la subida del precio de las materias primas solo supuso el 25% de ese aumento. El PIB per cápita de los “leones africanos” –como el Boston Consulting Group ha bautizado al grupo que forman Argelia, Botsuana, Egipto, Libia, Marruecos, Mauricio, Suráfrica y Túnez– es de 10.000 dólares, superior al de los demás socios de Suráfrica en el club de los BRIC: Brasil, India, China y Rusia, cuyo PIB per cápita medio es de 8.000 dólares.
Pero mucho queda por hacer en una región donde el 60% de la población vive de la agricultura, un 28% sufre desnutrición crónica (31% en 2000) y el 40% es pobre. En la República Democrática del Congo (RDC) esa proporción ha aumentado del 38% al 76% desde 2000.
Las expectativas más optimistas radican en el papel que tendrán las llamadas “relaciones Sur-Sur” en el desarrollo del continente. Con 16.000 millones de toneladas de reservas de crudo probadas y 500 billones de pies cúbicos de gas, la región puede autoabastecerse y exportar los excedentes a los países emergentes ávidos de nuevas fuentes de suministro.
El comercio bilateral entre la región y China alcanzará 190.000 millones de dólares este año, frente a 4.100 millones de 1992 y 10.000 millones de 2000. Hoy China es el mayor socio comercial del continente. En Nigeria, los chinos acaban de cerrar un acuerdo de 23.000 millones de dólares para reconstruir las refinerías del país. En RDC, donde Pekín aporta 21.000 tropas a las fuerzas de pacificación de la ONU, la China Railway Engineering Group y otras compañías chinas están construyendo miles de kilómetros de carreteras y vías férreas, 32 hospitales y 145 centros de salud con una inversión de 6.000 millones de dólares. Como parte del pago, China recibirá concesiones mineras de cobre y cobalto por valor de 3.000 millones de dólares.
China explota hoy petróleo en Sudán y Angola, madera en Liberia y Gabón, minerales en Zambia y Ghana y agricultura en Kenia y Zimbabue. Sus compañías construyen carreteras desde Guinea Ecuatorial a Etiopía y represas desde el río Congo al Nilo. A diferencia de las ayudas al desarrollo de los organismos multilaterales internacionales, que requieren años de estudios antes de concretarse, Pekín cierra sus acuerdos, la mayoría de ellos a muy largo plazo, en cuestión de semanas.
Brasil no quiere quedarse atrás. Aunque la inversión privada brasileña solo ha llegado a los 10.000 millones de dólares desde 2003, todas las señales apuntan a un rápido crecimiento de los vínculos económicos. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, invitado de honor en la reunión de la Unión Africana (UA) de julio de 2009 en Libia, ha visitado una veintena de países africanos desde 2003 y su gobierno ha duplicado el número de sus embajadas en la región. Las importaciones africanas de Brasil han pasado de 3.000 millones de dólares en 2000 a 18.500 millones en 2008. Solo las exportaciones del Estado de São Paulo al continente aumentaron de 1.000 a 8.000 millones en ese periodo.
La compañía minera Vale do Rio Doce (VDRD) y la constructora Odebrecht tienen una fuerte presencia en Mozambique y Angola, dos países lusófonos. Odebrecht es el primer empleador privado en Angola, con actividades que incluyen la agroindustria, el desarrollo de los biocarburantes y la gestión de una cadena de supermercados. Petrobras, por su parte, participa en la explotación de los yacimientos off-shore de ese país.
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