El exitoso modelo canadiense.
Si los líderes del G-20 buscaban soluciones a sus problemas económicos en la cumbre de Toronto, las mejores respuestas estaban en el país anfitrión. Con una población similar a la de California y un PIB equivalente al de Brasil, Canadá ha evitado una crisis bancaria, salió de la recesión en el tercer trimestre de 2009 y registró un crecimiento del 6,1% a ritmo anual en el primer trimestre de este año. El mercado inmobiliario ha recuperado su antiguo vigor y los 400.000 puestos de trabajo que se perdieron durante la recesión ya se han recuperado. Este mes el Bank of Canada fue el primero de los bancos centrales de los países del G-7 en subir sus tipos de interés desde que comenzó la crisis financiera.
El gobierno conservador del primer ministro Stephen Harper lo ha conseguido con una mezcla de políticas económicas ortodoxas y keynesianas: recortando los impuestos y el IVA mientras reducía unilateralmente los aranceles a las importaciones y aumentaba el gasto público en proyectos de infraestructuras para estimular el crecimiento.
Esto último ha generado un déficit fiscal del 3% del PIB, alto para los estándares canadienses, pero dado que la economía se recupera rápidamente, el Fondo Monetario Internacional cree que Canadá será el único de los países del G-7 que registrará un superávit presupuestario en 2015.
Desde su llegada al poder en 2006, Harper ha respetado escrupulosamente los fundamentos del modelo canadiense, mucho más cercano al europeo que al de EE UU. La cobertura sanitaria es prácticamente universal y el sistema financiero está estrictamente regulado. Los bancos canadienses no cometieron ninguno de los excesos de los bancos de ee uu en el mercado hipotecario. Sobre todo, no titulizaron y empaquetaron hipotecas subprime para venderlas a otras entidades.
En Canadá los intereses hipotecarios no son deducibles en la declaración de la renta, lo que desalienta una toma excesiva de riesgos. Y, sin embargo, la tasa de propiedad familiar de las viviendas es similar a la de ee uu (68%). La Superintendencia de Instituciones Financieras somete el mismo régimen regulador a bancos comerciales y de inversión, que tienen además exigencias similares de capitalización y endeudamiento, lo que ha salvaguardado su solvencia y evitado que tuvieran que ser rescatados con dinero público.
El ministro de Finanzas, James Flaherty, recuerda que a finales de los años noventa la ratio de la deuda pública en relación al PIB del país estaba en el 77% y que su reducción solo fue posible a través de una estricta disciplina fiscal y el recorte del gasto público. Según Flaherty, el apoyo de la opinión pública a esas medidas se produjo cuando la población se dio cuenta que el servicio de la deuda absorbía el 36% de los ingresos del gobierno, lo que comenzó a afectar al mantenimiento de los servicios públicos.
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