El ejemplo de Irlanda y Hungría.
Es posible que Irlanda y Hungría vuelvan a sufrir en algún momento brotes de desconfianza de los mercados, e incluso peligro de default, pero pocos dudan de que, con su decisión de atajar de plano sus problemas financieros, ambos se han situado en una posición ventajosa en relación a Grecia o España. Frente a las reticencias de estos dos últimos países para adoptar medidas drásticas de ajuste, Dublín y Budapest han dado un ejemplo de decisión y voluntad políticas.
En un ejercicio de responsabilidad poco habitual, los planes de austeridad de los gobiernos húngaro e irlandés, impopulares donde los haya, han acabado con la posibilidad de que puedan mantenerse en el poder tras las próximas citas electorales. En Hungría, que puso en marcha su propio plan de estabilidad forzado por el descontrol de sus cuentas, las expectativas del actual gobierno son tres veces inferiores a las de la oposición. También en Irlanda, donde el gobierno lanzó en el verano de 2008 un programa de austeridad similar, el deterioro de su apoyo entre la opinión pública ha sido traumático. El anuncio del plan estuvo acompañado de protestas de centenares de miles de personas. Pese a ello, ninguno de los dos gobiernos dio marcha atrás.
En Irlanda, cuya deuda se ha visto degradada a negativa por las agencias de rating, los recortes efectuados por el primer ministro Brian Cowen (Fianna Fail) han sido draconianos: superan los 12.000 millones de euros desde mediados de 2008, una cifra considerable para un país de cuatro millones de habitantes. Los sueldos de los funcionarios fueron rebajados en un 7,5% y se recortaron los subsidios familiares, el presupuesto de defensa y las minutas de los profesionales autónomos. El gasto social sufrió un recorte de 760 millones de euros, los gastos corrientes de 980 millones y las inversiones en capital, otros 960 millones más. Hasta la presidenta del país, Mary McAleese, se rebajó el sueldo un 10% para dar ejemplo.
Pero los frutos de tanto sacrificio están a la vista. El plan, que ha recibido las alabanzas de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo, ya ha empezado a dar resultados. Aún cuando el déficit irlandés sigue siendo muy alto (11,6% del pib), habría llegado al 20% de no haberse contenido a tiempo. Los ahorros, la mayor flexibilidad del mercado laboral y los ajustes de precios están produciendo una leve recuperación, materializada en un crecimiento positivo en el cuarto trimestre de 2009.
El simple hecho de mostrar que el país está decidido a sanear las cuentas públicas ha sido suficiente para que los mercados hayan optado por concentrarse en otros países. Hungría, por su parte, estuvo a punto de entrar en quiebra porque había disparado su déficit por encima del 9%, lo que provocó el derrumbe del forint y una fuerte crisis de liquidez en sus bancos.
Sin dinero, no tuvo más remedio que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la UE, que pusieron a su disposisición 25.000 millones de dólares a cambio de un plan de austeridad anunciado en 2008 por el primer ministro socialista, Ferenc Gyurcsany. Su gobierno subió el IVA sobre los bienes de primera necesidad del 15% al 20%, aumentó el precio del gas un 30%, congeló los sueldos de los funcionarios, suprimió más de 10.000 empleos públicos e inició la privatización del sistema sanitario.
Con ello logró una notable reducción del déficit (está ahora por debajo del 4%). Hungría sólo ha llegado a utilizar el 70% de la línea de crédito. En una reciente visita a Budapest, James Morsink, jefe de la misión del FMI, anticipó que la economía húngara crecerá este año un 0,2% y más del 3% en 2011. También Barbara Kauffmann, que dirige la delegación de la UE, asegura que la economía húngara se ha estabilizado y que el país podría entrar en el euro en 2014. Según Cowen, “formar parte de la eurozona implica derechos y obligaciones, pero a la larga conlleva muchos beneficios”.
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