La industria impulsa Copenhague.
En un intento por dar oxígeno a la cumbre de Copenhague que comienza el 7 de diciembre, y ante el pesimismo de las últimas semanas, Barack Obama ha anunciado que asistirá a la reunión con una propuesta de recorte de emisiones del 17% (pendiente de aprobación por el Senado el próximo marzo) y China ha presentado un plan de eficiencia energética que propone reducir las suyas entre un 40 y un 45%. Los objetivos de esos dos países para Copenhague son, no obstante, muy modestos.
La UE, una de las mayores abanderadas en la lucha contra el cambio climático, ha anunciado que sólo decidirá una reducción drástica de sus emisiones si estadounidenses y chinos adoptan programas similares. En principio, la Unión podría anunciar un recorte de hasta el 30% para 2020 con respecto a los niveles de 1990, si esos dos gigantes (que emiten el 33% del total global de CO2) se comprometen en objetivos igualmente ambiciosos. Brasil, por su parte, ha prometido reducir un 40% sus emisiones combatiendo la deforestación de la Amazonía y Rusia un 25%. De la cumbre saldrán una serie de acuerdos que llevarán a un tratado como el de Kioto, que expira en 2012.
Una señal alentadora es que la preocupación por el cambio climático ha dado origen a un floreciente sector basado en tecnologías de vanguardia en el que participan muchas de las grandes multinacionales y que podría facturar miles de millones de dólares en los próximos años.
Activar los mecanismos de mercado para fomentar causas ecológicas puede ser lo más eficaz en la lucha contra el cambio climático. No sólo los grandes actores del mercado mundial de derechos de emisiones, en el que participan bancos de negocios y grandes fondos de inversiones, tienen interés en el éxito de Copenhague. Se suma la industria en torno a la captura de CO2 en centrales eléctricas de carbón, refinerías o cementeras, así como los fabricantes de equipos tecnológicos que mejoran la eficiencia del consumo energético. En ese sector destacan líderes europeos como la francesa Alstom, la alemana Siemens o la americana General Electric.
Según estimaciones, las inversiones necesarias para reducir las emisiones podrían rondar los 400.000 millones de dólares hasta 2020. Por otro lado, la mayoría de las ayudas que pedirán los países en desarrollo en Copenhague para acometer la reducción de sus emisiones –unos 150.000 millones de dólares hasta 2020– retornarán a Europa y EE UU en forma de contratos de equipamientos. De la lucha contra el cambio climático dependerá también el desarrollo y la implantación de los coches eléctricos. Si hay acuerdo, la industria del automóvil, que cuenta con proyectos de vehículos eléctricos listos para su comercialización a partir de 2011, se beneficiará de fuertes ayudas que permitirían sustituir entre un 15 y un 20% el actual parque automotriz europeo en 15 años. Por no hablar de las energías renovables, sobre todo la eólica o fotovoltaica, que crecen a tasas de dos dígitos en todo el mundo.
En EE UU la presión del establishment industrial no dejará al Senado más salida que ratificar los recortes ya aprobados por la Cámara de Representantes.
Más información,
Antxon Olabe y Mikel González, Cambio climático, una amenaza para la seguridad global – Política Exterior Nº124 – Julio / Agosto 2008
Jérôme Bindé, El porvenir de la Tierra. ¿Qué futuro para la humanidad? – Política Exterior Nº123 – Mayo / Junio 2008
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye, El turismo y la ética de la naturaleza – Política Exterior Nº118 – Julio / Agosto 2007
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, Cambio Climático 2007: las bases de la ciencia física – Política Exterior Nº116 – Marzo / Abril 2007