“La soberanía ante todo; la economía hay que cambiarla; de la política, ya hablaremos”. Esa es, según el exembajador en Cuba Carlos Alonso Zaldívar, la idea detrás de las reformas de Raúl Castro, que gobierna la isla desde 2008. La “actualización” del modelo económico cubano pretende potenciar el sector privado –la isla cuenta ya con 500.000 emprendedores o “cuentapropistas”– pero mantener una economía controlada. Castro navega entre Escila y Caribdis. Como apunta el economista Carmelo Mesa-Lago, las reformas no están exentas de contradicciones (el paro ha aumentado del 1,6% al 3,5% con la apertura). Pero el modelo económico anterior es inviable: sin el mercado negro no existiría un suministro estable de productos básicos.
El diplomático cubano Carlos Alzugaray observa que el contexto internacional para la apertura es más favorable “en lo político que en lo económico”. Una de las principales inquietudes del régimen es la expectativa implícita de que una Cuba post-Castros abrazase la ortodoxia económica. Por eso mantener el control de los tiempos es un imperativo. “Lo que no quiere Raúl es que en Cuba ocurra algo similar a lo que pasó en la URSS”, observa Zaldívar.
En este contexto, la visita del ministro de Exteriores español, José Manuel García–Margallo, tiene un triple propósito: apoyar el proceso de reformas citando el precedente de la Transición y el “consenso” que la caracterizó, velar por los intereses españoles en la isla (inversiones, ciudadanos expatriados, lazos culturales) y transmitir a Castro “mensajes muy concretos” de Estados Unidos.
El último aspecto es clave en la relación entre ambos países. España puede tender puentes y limar la hostilidad entre Washington y La Habana, pero a ojos del gobierno cubano también puede convertirse en un caballo de Troya de EE UU. De nuevo Zaldívar: “Fidel es consciente de que nadie sabe tanto de Cuba como España, lo que nos convierte en un canal privilegiado que EE UU tratará de usar”. Los servicios de inteligencia estadounidenses presentan un problema de fondo considerable. El caso de USAID y Zunzuneo muestra hasta qué punto aprovecharían una mayor libertad de expresión en la isla para desestabilizar al gobierno.
A pesar de todo, el tiempo juega a favor de Cuba. La comunidad cubana en Miami ha logrado mantener el embargo gracias a un peso político desproporcionado, pero las nuevas generaciones no están a favor de la medida (pdf). Aunque Barack Obama no invertirá el poco capital político del que dispone tras las elecciones legislativas en anular el embargo, aún es posible que facilite el acercamiento (lo ha hecho en el pasado). La Ley Helms-Burton es un fracaso que genera fricción con aliados de Washington (caso BNP Paribas). El New York Times acaba de publicar una serie de editoriales exigiendo normalizar las relaciones. Este mayo, 44 diplomáticos, militares y académicos estadounidenses, así como empresarios cubano-americanos, exigieron al presidente que relajase el embargo.
El viaje de Margallo es el primero de un ministro de Exteriores desde que Miguel Ángel Moratinos visitó la isla en 2010. Una de las diferencias más importantes desde entonces es que la Unión Europea está dando pasos para abandonar la Posición Común que adoptó hacia la isla en 1996 por insistencia de José María Aznar. La Posición Común enfatiza el compromiso de Europa con la creación de una “democracia pluralista” en la isla y la protección de los derechos humanos, dos exigencias que con frecuencia se han empleado como armas arrojadizas contra el gobierno cubano. En cualquier caso, al no afectar a las relaciones bilaterales, la Posición Común siempre pecó de no ser una posición ni ser común.
La apertura de la isla no concierne exclusivamente a España y a EE UU, sino que implica al conjunto de América Latina. Venezuela debe velar por la viabilidad de sus programas de intercambio con Cuba. Brasil ha invertido 800 millones de euros en el puerto de Mariel. Y Bogotá necesita a La Habana como mediadora en el proceso de paz.